La medida es para evitar que puedan sustraer el cadáver del policía. Aunque el dermotest dio negativo, todo indica que se trató de un suicidio.
Alta Gracia. “No se suicidó; lo suicidaron”. “Lo mataron para cubrirse”. Estas especulaciones sobre la muerte del policía Juan Alós surgieron de rumores y de trascendidos sobre el resultado del dermotest –que efectivamente dio negativo– y en consecuencia hay quienes suponen que la víctima nunca pudo haber disparado el arma.
Si a esto se agrega que la Justicia federal ordenó custodiar la tumba para evitar que se roben el cadáver del fallecido integrante de la Dirección de Lucha contra el Narcotráfico, es fácil inclinarse por la hipótesis de un homicidio.
Pero más allá de las sospechas que se deslizan por los pasillos de la Jefatura de Policía, los expertos coinciden en que la prueba del dermotest es muy relativa. Más aún al tratarse de armas modernas como la pistola calibre 9 milímetros marca Tauro que acabó con la vida del policía. Este era uno de los hombres del comisario mayor Rafael Sosa, ahora alojado en la cárcel de Bouwer con otros cuatro integrantes de esa dependencia y cuyo nombre fue mencionado por el agente encubierto Francisco Viarnes en el programa ADN , de Canal 10.
Fuentes de Policía Judicial explicaron que, cuando se trata de armas modernas, de pistolas, es muy común que el dermotest dé falso negativo (la otra posibilidad es falso positivo), porque los gases son expulsados por el cañón del arma y, en caso de “posarse” en la mano, es muy probable que desaparezcan, por lo volátiles que son.
Incluso en crímenes en que se usan viejos revólveres, en cuyo caso sí quedan rastros de pólvora, los delincuentes suelen burlar esa pericia orinándose la mano con la que dispararon, y así desaparece todo rastro.
“Nosotros prácticamente ya no realizamos los dermotests porque no son confiables. Por eso, en breve incorporaremos un microscopio de barrido que tiene gran precisión y puede captar partículas minúsculas”, destacó uno de los expertos consultados.
El arma en la mano
Otro detalle a tener en cuenta en la muerte de Alós es que el arma quedó aprisionada en su mano derecha y cerca de la boca. Existe la creencia de que los suicidas se disparan y el arma queda en el piso o al lado de la mano. En el caso específico del policía, la pistola quedó aprisionada en su mano y costó muchísimo sacársela.
“Esto es por efecto del espasmo cadavérico. Por lo general, es una sola persona (dos como máximo) la que se encarga de abrirle la mano y retirar la pistola. En este caso en particular, por tratarse de un arma automática, era muy probable que en el forcejeo volviera a dispararse y pusiera en riesgo la vida de quien o quienes hacían esa tarea. Fue una tarea muy peligrosa”, dijo el perito judicial. El proyectil quedó incrustado en el parante de plástico y tenía manchas de sangre de la víctima.
A las 4 de la madrugada del sábado 7 de septiembre, el fiscal Emilio Drazile recibió un llamado: “Encontraron el cadáver del oficial Alós adentro de un auto en marcha y con las luces encendidas”. El fiscal de Alta Gracia pidió que nadie tocara nada y se trasladó al lugar. El Clio bordó estaba en la banquina de la ruta Falda del Carmen-Bosque Alegre.
Según los dichos de Drazile, horas después de encontrarse el cuerpo del policía, personalmente apagó las luces y el motor y retiró las llaves del auto hasta que arribó Policía Judicial, dos o tres horas más tarde.
El cuerpo de Alós permanecía sobre el asiento del conductor, con el arma en la mano derecha; en la izquierda, tenía la foto de su padre, fallecido hace un mes. Se dijo que en ese lugar habían arrojado las cenizas de su papá. Al lado de la foto, había un celular y en el asiento del acompañante otro teléfono móvil y una hoja que habría escrito antes de disparar.
En esa nota, decía que no había podido superar la desaparición de su padre y se sentía presionado por haber sido involucrado en la denuncia de Viarnes. Además, pedía al fiscal Enrique Senestrari que investigara y reivindicara su buen nombre.
Alós se comunicó por última vez con su esposa (también policía), embarazada de siete meses, el viernes a las 17.40. Habría dicho que se sentía bien y habría pedido hablar con sus hijos (de 2 y 4 años). En uno de los celulares figura una llamada pasadas las 19 pero no había señal.
Una colaboradora de Drazile contó que Alós era hijo único y siempre iba adonde iba su padre, también policía. Por eso, estaba “muy decaído”.
“Creemos que se sabía que no estaba bien emocionalmente, porque a poco de la última comunicación con la mujer se empezó la búsqueda. A las 10 de la noche, se lo buscaba hasta con un helicóptero”, reveló.
Cuando Alós habló con sus jefes, habría dicho que cuando lo citaran, diría la verdad de lo que sabía. El último viernes, a horas de presentar su renuncia como jefe de Policía, el comisario general Ramón Frías destacó la honestidad de Alós. “En la última investigación que estuvo, y donde aparecía Viarnes como informante, él mismo le dijo a sus jefes que desconfiaba del ‘buchón’ y opinó que también debía ser investigado”, reveló el ahora exjefe.
Totalmente contraria habría sido la opinión del comisario mayor Rafael Sosa, quien al ser indagado ese mismo día por el fiscal Enrique Senestrari, habría deslindado responsabilidades y habría atribuido a Alós la incorporación y/o la relación con Viarnes. A esta persona, que declaró ser integrante de Inteligencia del Ejército en una de las causas de Drogas Peligrosas en la que aparece como testigo, le habían “lavado” el prontuario. Para la Policía de Córdoba, no tenía antecedentes. ¿Un oficial puede borrar un frondoso prontuario?
En el ámbito de la fiscalía de Drazile, todo apunta a un suicidio, aunque se solicitaron nuevos estudios, ante el resultado negativo del dermotest. Y a pesar de que la viuda reconoció la letra de su marido, en Policía Judicial se está haciendo una pericia de carta póstuma.
En los pasillos de la Justicia federal se escucha: si los compañeros y los jefes sabían que Alós estaba deprimido por la pérdida de su padre, ¿por qué no le quitaron el arma? Descartan el crimen y apuntan al suicidio. Lo que difícilmente se pueda probar es si se trató de un “suicidio inducido”.