Si las drogas fueran reguladas o prohibidas en función de factores como la tolerancia, la dependencia física y emocional, el deterioro físico y los comportamientos antosociales, no se prohibirían muchas de las que se prohiben, ni estarían legalizadas otras tantas.
Sin embargo, el proceso de legalización de una droga responde, además de los factores anteriormente citados, a otros que nada tienen que ver con concomiento farmacológico, como son la política, las fuerzas sociales y los cambios de mentalidad. Si no fuera así, como veremos a continuación, el alcohol sería la droga más prohibida del mundo.
La escala de las drogas
En 1958, Maurice Seevers publicó una escala de adicción en la que se incluían todos los factores anteriormente mencionados, pero no los políticos o sociales. Estos fueron los resultados para las principales drogas:
Alcohol: 20 puntos.
Barbitúricos: 18 puntos.
Heroína: 17 puntos.
Cocaína: 14 puntos.
Marihuana: 8 puntos.
¿Entonces? ¿Por qué no se prohibe el alcohol? Naturalmente, prohibir una sustancia que está tan aceptada socialmente ocasionaría no pocas reacciones sociales negativas, como ya pudimos ver durante los años de la Ley Seca. En cierto modo, no se puede prohibir lo que la mayoría de la gente considera socialmente aceptable.
Sin embargo, tampoco parece que haya demasiado interés en regular la publicidad del alcohol, las facilidades a su acceso, o incluso la propagación de mitos sin sustento científico como que una copita de vino al día no hace daño a nadie.
De hecho, la mera acepción de "droga" ni siquiera está clara. ¿Produce adicción? ¿Cuánta? ¿Afecta al comportamiento? ¿En qué medida? ¿Afecta negativamente a la salud? ¿Hasta qué punto? Según la acepción que adoptemos y el caso concreto que analicemos, pues, una simple hamburguesa del McDonalds puede considerarse como una droga. O un batido de fresa. O el chocolate con almendras. O los refrescos de cola.
Por esa razón, una sustancia que durante mucho tiempo ha sido legal y socialmente legítima puede, según el contexto social y cultural, convertirse rápidamente en una sustancia controlada e ilegal, salvo en algunos casos de aplicación terapéutica. Por eso, en España, hace un siglo, Bayer comercializaba heroína en las farmacias. El opio y la morfina fueron legales hasta 1914
en Estados Unidos. Y la marihuana hasta 1937.
Thomas Szasz, un prominente crítico de algunos tratramientos farmacológicos de la psiquiatría, provocó a sus lectores con este fragmento que define muy bien la situación en su libro El mito de la enfermedad mental:
Antaño, el opio era la panacea; hoy, es causa y síntoma de incontables males, tanto médicos como sociales, en el mundo entero. Antaño, la masturbación era causa y síntoma de enfermedad mental; hoy, es un remedio para la inhibición social y campro de prácticas para el atletismo heterosexual... el peligro de la masturbación desapareció cuando dejamos de creer en él; en ese momento, dejamos de ver el peligro tanto en la práctica como en sus practicanetes y dejamos de denominarlo "autoabuso".