Ojo de cerradura
Edición del 22 / 11 / 2024
                   
19/10/2018 10:53 hs
Día de la Madre

Llegar Tarde

Río Cuarto - 19/10/2018 10:53 hs
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Rubén Lucero nos habla de Mamá, desde un escrito retrata a muchas madres, de antes de ahora, unidas todas por el amor a los hijos e hijas que siempre las sienten en su pecho. 

Todavía la veo a mamá, es esa mujer flaca, con el pelo corto, con el rostro huesudo, con el batón amplio.

Es esa que me dice en voz baja: ya son las seis y media, dale, acá tenés la leche, despertate. Vas a llegar tarde.

Hablemos de amor ¿Sabés quién es amor? Tu mamá.

Esa única camisa blanca, esa que está planchando a esta hora en la misma mesa donde anoche cenaste sus inigualables milanesas.

Eso es amor, ponerte esa camisa, aún tibia, y esa caricia al pasar, ese abrazo antes de abrir la puerta. Ese “suerte para hoy” antes de las diez cuadras para llegar al cole. Eso es amor. La camisa blanca recién planchada. El vicvaporut en invierno. Otra vez la plancha, los trapos calientes en el pecho y un pañuelo mojado para bajar la fiebre. Y ponerte las medias y escuchar: peinate y dejame tomarte la fiebre y finalmente: Hoy no vas al cole. Era almorzar en cama, los tres chiflados en la tele en blanco y negro y vagar por la vagancia más placentera. Estar en casa, sentir los sonidos de mamá, tenerla para uno, toda. Jugar en el campito, anochecer de un fulbito agitado, interminable y el llamado de tu madre: ¡Adentro, vamos, a cenar, a cenar! Y el sábado a la tarde, acomodarse al lado, tomar la manija de la Pastalinda y girar sin pausa para que ese bollo uniforme termine en fideos caseros y mamá el domingo, en el único día en que se almorzaba con Coca Cola y por la tarde caminar hasta el boulevard, tres películas por diez. Marche un poster de Dyango, ese que viajaba con la metralla escondida en un ataúd. Y mamá a la salida para volver juntos.

Siempre mamá. Cumplías dieciséis, el alma sin fisuras, el corazón era un tropel y tus manos necesitaban las caricias que pregonabas. La vida era un tendal de muertos, algún Ford Falcón que andaba interminable y la decisión de correrte y buscar; estaba bueno buscar chicas. Los tiros no eran para vos ni la militancia.Te atraía más que Emma copiar a Girondo. Eso era sensible. El pan con manteca (¿me dejas ponerle azúcar?), la carpeta abierta en la clase de lengua y tus errores y tu ortografía caprichosa, propia, defendible. Si escribo nación con ese, es nasión pero vos me entendés.¿Me entendés? Nación es un concepto, no una palabra bien escrita, ni una marcha te hace más macho ni más patriota. ¿Me entendés?. 

Hey, Mamá vení…mi nación, en esos días, eras vos… Los años, partir de casa, los desafíos del crecimiento, de la independencia. Estar tan acompañado sin mamá. La vida que te alcanza, eso es el tiempo. Volver por las pastas, por los mates robados a la siesta, por la búsqueda de la palabra amable, tierna y sabia, por el calor de la camisa recién planchada. Por el beso de la puerta, por el cuídate, por el ¿cuándo venís? Eso es mamá, por eso volvés. Más acá, parece tan cerca, la ausencia. Los días grises sin escondites, sin refugios, sin las islas de sus manos. Sin mamá. El ahora, la memoria, y la ilusión de pensar que una mañana de estas vas a escuchar sus pasos recorriendo el pasillo y su voz cálida diciéndote: dale, despertate, vas a llegar tarde…
 

Rubén Osvaldo Lucero

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