El ser humano es maravillosamente complejo, un cóctel riquísimo en el que se mezclan muchos y diversos ingredientes. No, nada determinará implacablemente nuestro futuro, pero sí sabemos que hay factores que lo modularán. Entre ellos está el tipo de apego que desarrollamos en la infancia, que puede influir, entre otras cosas, en el desarrollo o no de determinadas patologías mentales. Sin alarmismos y sin angustias, que no son necesarias, te lo cuento.
¿Qué es el apego y qué tipos conocemos?
El apego es el vínculo de tipo afectivo que una persona, en este caso bebés y niños, establecen con otro individuo (figura significativa). Bowlby, el principal artífice de la Teoría del Apego, afirmaba que el apego “es el resultado de la activación de sistemas de conducta que tienen una meta: establecer una relación especial con otro individuo concreto”.
Existen varios tipos generales de apego en la infancia:
El apego seguro
Se trata de una relación en la que hay comunicación, cuidado y demostraciones afectivas (tanto verbales como a través del tacto) de manera constante (que no significa 24 horas, sino constante en el tiempo y en las diferentes situaciones, sin ser invasivo).
En este tipo de relaciones los peques “saben” que su persona/figura de apego está disponible para ellos, se sienten seguros, de manera que muestran conductas de exploración sin angustia (investigar en el entorno, tocar cosas nuevas, etc.), se pueden alejar de su figura de apego sin mostrar ansiedad o llanto… “Mamá se ha ido pero sé que volverá, no pasa nada”.
Buscan compartir sus emociones con la figura de apego, y en ella encuentran calma y consuelo “relativamente rápido” cuando se encuentran mal o algo les genera malestar. El adulto sería un cuidador, sí, pero también un facilitador de la autonomía del niño.
Apego ansioso
Se suele producir cuando el cuidador/figura de apego presta una atención intermitente a los cuidados y necesidades del bebé/niño, sin demasiadas muestras de afecto ni un vínculo especialmente fuerte. Esto puede conducir al niño a mostrar ansiedad ante la separación, una pobre conducta exploratoria del entorno, inseguridad, irritabilidad, agresividad, etc.
Dentro de este grupo, según las investigaciones de Mary Ainsworth, podemos encontrar a su vez dos tipos: apego inseguro-evitativo y apego inseguro-ansioso-ambivalente.
Apego inseguro-evitativo: son peques que parecen "muy independientes", la ausencia de la figura de apego no les causa ansiedad, es más, cuando ésta aparece la evitan. La figura de apego es una persona rígida y poco flexible, que puede mostrar malestar ante las necesidades de cuidado del niño y una escasa atención a las necesidades emocionales.
Apego inseguro-ansioso-ambivalente: niños que se aferran a la figura de apego, que no realizan conductas exploratorias lejos de ésta, que lloran de manera muy espectacular cuando se marcha el adulto y que ante su regreso pueden mostrar ira y no se calman con facilidad. La figura de apego, a diferencia del tipo anterior, más que “pasota u hostil” es poco constante: en ocasiones cuida y presta atención a las necesidades (tanto físicas como emocionales) del niños, y en otras no, sin que ello dependa de la conducta del menor. Esto hace que el pequeño no pueda extraer conclusiones sobre la relación entre su conducta y lo que recibe (reacción) del adulto: no saben a qué atenerse.
Apego desorganizado
Este tipo de apego aparece en situaciones complicadas como puede ser maltrato, abuso… Los niños pueden mostrarse deprimidos, angustiados o tener un estado de ánimo muy cambiante. El niño percibe al cuidador como potencialmente peligroso, y es el tipo de apego que tiene un mayor potencial para generar patologías en la vida adulta.
¿Cómo influyen en nuestra salud mental de adultos?
No son pocos los estudios que relacionan el tipo de apego desarrollado en la infancia con determinadas patologías mentales en la vida adulta. Insisto en lo que comentaba al inicio: en estas cosas no hay factores únicos y determinantes, es la conjugación de factores, pero sabemos que el apego juega un papel nada desdeñable.
El apego seguro no guarda relación con patología en el futuro, al contrario: se relaciona con estabilidad emocional y una mejor gestión de éstas, con el establecimiento de relaciones adultas no basadas en la necesidad, mejor autoestima, etc.
Pero luego tenemos a los otros tipos... que sí que podrían ser más complicados. Veamos:
Apego inseguro: un estudio realizado por la Universidad de Illinois determinó que este tipo de apego podría favorecer, en la vida adulta, una baja autoestima, ansiedad, depresión o actitudes disfuncionales (como conductas poco adaptativas que no ayudan a alcanzar sus metas, por ejemplo).
Otro estudio, en esta ocasión de la Universidad de Cambridge, establece una relación entre este tipo de apego y el desarrollo de depresión en la vida adulta: el apego inseguro nos haría vulnerables a padecer depresión así como otros trastornos del estado de ánimo.
Apego ansioso-ambivalente: de nuevo baja autoestima, falta de asertividad (es decir, no saber hacer prevalecer nuestros derechos, no saber decir que no, etc.), externalización de responsabilidades (los responsables siempre son otros, nunca nosotros, tanto de lo bueno como de lo malo, sobre todo de lo malo), dificultad para establecer relaciones interpersonales (necesidad de mucha seguridad antes de “lanzarse”, por ejemplo). También podría estar relacionado con ansiedad, depresión, e incluso conductas violentas hacia la pareja, según indican los especialistas M. Mikulincer y P.R. Shaver.
Apego desorganizado: pueden mostrar dificultad para regular sus emociones (que son “incontrolables” y exageradas), dependencia emocional en las relaciones (tanto de pareja como de amistad), instrumentalización del sexo (usarlo para conseguir atención).
También encontramos antecedentes de apego desorganizado en casos de Trastorno límite de personalidad y Trastorno Bipolar, entre otros, tal y como indican en este estudio realizado en el Hospital Universitario de La Coruña.
El apego tiene un papel crucial en nuestro desarrollo y salud mental en la vida adulta. Un apego seguro en la infancia nos ayudará a establecer relaciones emocionales más sanas, a no depender, a tener una mejor autoestima… Así que vamos a ponerle primor y atención al cuidado de nuestros pequeños, queremos que sean unos adultos sanos y felices, ¿verdad?