Rubén Lucero hace tiempo que dejó la noche como empresario, sin embargo nunca se la sacó del cuerpo, del mirar, y sobre todo del escribir, es un hombre noctámbulo y así me recibe cuando ya hace una hora ha terminado su programa radial “Un Montón de Nada” y la luna se asoma por una de las ventanas de su departamento.

La música de B. B. King será la compañía constante que envuelva la  atmósfera de la biblioteca donde charlaremos, la pausa y el pensar lo que se dice fluye entre risas, sarcasmos y autocríticas.

Rubén dice que es el último libro, yo no le creo, sé que muchos más vendrán después de éste, sin embargo respeto su insistencia de que no querer acomodarse en el rol de escritor.

Las palabras van y vienen, la emoción y la expectativa por presentar este nuevo libro el 8 de septiembre en la Casa de la Cultura a las 20 hs.  es un nuevo acontecimiento que suma a la vida de Rubén y de todos los lectores que a diario siguen sus historias por las redes y que siempre esperan un poco más…

-¿Cuánto creciste como escritor?
No sé si crecí, creo que cada vez escribo peor y no es falsa modestia. Es lo que me pasa. Vas aprendiendo el oficio y vas perdiendo frescura. Sigo con mis horrores de ortografía aunque no me preocupo por eso. Las reglas gramaticales sirven  para mantener un “orden mundial” de la lengua española y la mayoría de las veces responden al pensamiento de cuarenta tipos que se reúnen para dictaminar qué está bien y qué no.

-¿Cómo llegás a este quinto libro?
Por insistencia de la gente que me sigue por las redes. Son amigos virtuales a los que le doy la importancia y el lugar relativo que tienen esas amistades, pero los escucho atentamente. Y además, para qué negarlo, cuando presento un libro parece que por un tiempo consigo calmar mi obstinado ego. Aunque prometo que será el último.

-¿Cómo ves a aquel que comenzó contando cuentos en una columna de diario a este escritor que tiene continua interacción con sus lectores en las redes?
Cuando escribía cuentos en Puntal era un tipo crudo, torpe y tal vez menos maduro emocionalmente. Han pasado casi veinte años, todos hemos cambiado. Muchos de aquellos textos serían no publicables en estos días. Siempre digo que alguna gente pediría que le saquen el nombre de Juan Filloy al puente si se difundiesen ciertas opiniones de Don Juan. La visión que tenía el maestro de algunos temas vigentes no se toleraría en boca de un referente cultural. Por eso  hay que juzgar al autor y a las personas teniendo en cuenta dos variables fundamentales: tiempo y espacio.

-¿Qué tiene de particular este nuevo libro?
Creo que es un libro que roza lo cursi. Saqué párrafos, eliminé lo que intuyo que genera divisiones. Vivimos en una sociedad muy sensible. Con una grieta enorme que crece y crece. Por eso en el libro, esta vez, prefiero hablar de amor y de la necesidad que tenemos de seguir dibujando corazones. Es una forma de pedir que salgamos de las trincheras. Tengo una tía que se ríe de todo lo que escribo y siempre me dice: todo bien querido, pero lo más lindo es tener amor y hacerlo todos los días. Mi tía ya enviudó cuatro veces y los domingos sigue saliendo a bailar. Parece broma,  pero es un personaje tan optimista que me conmueve. Hay que bajar la guardia, estamos convulsionados y agresivos, pero también entiendo que somos el producto de los que deciden desde el poder. Un poder donde manda el hijoputismo.


-¿Emma sigue transitando tus historias?
Emma es un personaje femenino que me enamora. Tiene tantas vertientes que subyuga, duele y sensibiliza. A veces mi pobre Emma toma vuelo, decide desde su acotada libertad y comienzo a preocuparme. Tiene vida propia y eso, para un machista caprichoso como yo,  molesta (risas varias).



-¿Cuánto hay de historias reales en este nuevo libro?
El caudal de información que recibimos a diario nos plantea ese dilema permanentemente. Qué es cierto, qué es mentira, qué es imaginación , qué es una historia real. El libro va y viene en ese cuestionario. Hay mucho microrrelato real que se desarropa y se hace imaginario porque se duda de su verosimilitud.

-En tiempos donde la economía nos atraviesa, ¿cuántos nos salvan las historias?
Tiene que ver con lo que te decía antes. Uno de mis personajes, real, visible y conocido, el Pijuí, remisero medio trucho, hace poco nos dio una lección en el bar donde nos juntamos. Nos contó que su pareja estaba embarazada. Fue un regocijo la noticia, pero también nos quedamos pensando en lo que dijo: tendré que trabajar horas extras. Eso es lo que hay que contar: la alegría de una nueva vida. Claro que tampoco sirve escribir como un tonto de un mundo feliz mentiroso. A mí me duele  describir y narrar mi desesperanza frente a la realidad que vivimos, pero no puedo evitarlo.

-¿Qué responsabilidad sentís que tenés como escritor en una sociedad que está muy atenta a tu palabra?
Muchos políticos me leen. Muchos se enojan porque de vez en cuando doy datos de la realidad que los despiertan. En mis ficciones cotidianas cuento verdades ocultas y detesto ponerme en periodista (eso es muy groso y reservado a tipos que saben hacer su trabajo) pero sin quererlo, suelo cumplir ese rol. Algunas cosas por las que  protesto se cambian. Los individuos poderosos tienen que tener la inteligencia de escuchar no sólo a los lamebolas, los críticos son los que te hacen corregir, eso lo aprendí cuando tenía una actividad comercial muy fuerte.
Por otro lado admito que la función pública no es fácil cuando se quiere crecer y trabajar en serio. Alguna vez hasta me ofrecieron ser funcionario municipal y me faltó valentía, la burocracia es letal y no la podría sobrellevar. Soy consciente de que muchos no coinciden con lo que escribo, pero son muy respetuosos. Y están los que se parecen a mí, te mandan a la mierda y te bloquean (risotadas)…

-¿Por qué hay que leer tu nuevo libro?
Porque cuando terminen de leerlo van a sentirse más sabios (carcajadas).