Pero puede que los efectos sean aún más complicados y nocivos de lo que pensábamos. Un reciente estudio ha comprobado que los niveles crecientes de dióxido de carbono están provocando que los cultivos de trigo y arroz sean aún menos nutritivos que antes. Y esto podría ser funesto para la humanidad.
Los niveles atmosféricos más altos de CO2 producen cosechas menos nutritivas
Hablar de cambio climático, calentamiento global y salud es bastante complicado. Aunque a estas alturas pocos dudan del impacto negativo que tendrá el cambio climático y el calentamiento global en nuestras vidas, cada vez son más las evidencias que corroboran nuestros peores temores.
En esta ocasión, la Escuela Chan de Salud Pública, de Harvard, ha comprobado que los niveles de dióxido de carbono mayores se asocian a cultivos menos nutritivos. Los humanos obtenemos una gran mayoría de los nutrientes indispensables de nuestra dieta a partir de las plantas. Por ejemplo, el 63% de las proteínas de la dieta proviene de fuentes vegetales. El 81% del hierro y el 68% del zinc, también se lo debemos a los vegetales.
Al cultivarse con 550 ppm de CO2, el trigo y el arroz poseen peores propiedades nutritivas
Sin embargo, los niveles atmosféricos más altos en CO2 producen una disminución en la concentración de proteínas que contienen hierro y zinc. Esta reducción varía entre un 3 y un 17%. Los resultados se han obtenido tras cultivar el arroz o el trigo en ambientes con concentraciones de dióxido de 550 partes por millón (o ppm).
La cantidad de proteína, en comparación con cultivos bajo las condiciones atmosféricas actuales, en los cuales los niveles de CO2 están justo por encima de 400 ppm, fue normal. Esto indica que a medida que aumente, los cultivos podrían ir perdiendo sus propiedades nutritivas, con todas las consecuencias que esto tiene. Por el momento, las estimaciones indican que el dióxido de carbono aumentará en un 130% para 2050, lo que supondría un aumento por encima de las 500 ppm.
Un problema a nivel mundial
Para confeccionar el estudio, los investigadores trabajaron en un modelo de análisis sólido y preciso para considerar la carga mundial que supone para la salud el cambio de nutrientes en la alimentación. Los investigadores analizaron con precisión el impacto que tendría el aumento de CO2 en 225 alimentos diferentes.
De esta manera, el estudio apunta que cuando se alcancen los 550 ppm, el 1.9% de la población mundial, lo que equivale a aproximadamente 175 millones de personas en 2050, podría sufrir de una dieta deficiente en zinc, mientras que 122 millones de personas, podría comer proteínas insuficientes.
A esto hay que añadirle que 1.400 millones de mujeres en edad fértil y niños menores de 5 años, que actualmente tienen un alto riesgo de deficiencia de hierro, podrían reducir su ingesta de este oligoelemento en la dieta un 4%. Por tanto, estamos ante un problema serio. En 2016, 815 millones de seres humanos, padecieron serios problemas para alcanzar una alimentación mínimamente adecuada.
El pronóstico no tiende a ser mejor, sino que esperamos cada vez menos alimentos y más bocas que alimentar. Si encima el alimento es cada vez menos nutritivo, el problema puede resultar bastante grave. Según el estudio, India sería la mayor "carga", con 50 millones de personas que padecerán las deficiencias de zinc, 38 millones de personas con una dieta baja en proteínas y 502 millones de mujeres y niños vulnerables a las enfermedades asociadas con la deficiencia de hierro.
El pez que se muerde la cola
"Nuestra investigación deja claro que las decisiones que tomamos todos los días, cómo calentamos nuestros hogares, qué comemos, cómo nos movemos, qué elegimos comprar, están haciendo que nuestros alimentos sean menos nutritivos y ponen en peligro la salud de otras poblaciones y las generaciones futuras ", explicaba para la prensa Sam Myers, autor principal del estudio e investigador de la Harvard Chan School.
El problema de necesitar más y más recursos es, precisamente, el hecho de generarlos, lo que supone un impacto aún mayor en el medio ambiente: más gases efecto invernadero y un recrudecimiento del calentamiento global. Al final, como una pescadilla que se muerde la cola, el problema de alimentar a miles de millones de personas se acentúa.
"Lo que ilustra este estudio es un problema emergente de la salud del planeta", continuaba Myers. "No podemos interrumpir la mayoría de las condiciones biofísicas a las que nos hemos adaptado durante millones de años sin impactos imprevistos en nuestra propia salud y bienestar". Con esta frase, el investigador hace referencia a los cambios repentinos (a escala geológica) que estamos viviendo.
Todos los cambios en el planeta ocurren a lo largo de cientos, miles o millones de años. Cualquier modificación rápida supone un estrés ecológico que tiene consecuencias. Nosotros estamos comenzando a vivir algunas de ellas, pero no sabemos cuáles más nos encontraremos en nuestro camino hacia el futuro.