A pesar de su bien pasar económico, usó el Falcon hasta hace días. Ahora se compró un 0 km, pero no se desprende del Ford.
María Cristina Videla, de 64 años, la hija mayor del militar, usó hasta hace muy poco en la ciudad capital de San Luis, donde está radicada, un Falcon Ghia 83 color verde, similar a los modelos algo más viejos utilizados por la dictadura. Lleva el dominio XGQ 884, y figura a nombre de su esposo, Francisco Adaro, empresario ganadero y veterinario de la zona. Por lo menos, lo ha manejado en su vida cotidiana desde mediados de 2000.
Todo el mundo en la capital puntana sabe que el Falcon verde es de ella, y muchos lo reconocen cuando está estacionado en el centro o frente a su domicilio. En público, Cristina no habla del pasado ni de temas vinculados con la política. Pero según sus conocidos, lo usa como una reivindicación de la gestión de su padre, que murió preso en cárcel común, cumpliendo condena por violaciones a los derechos humanos.
Cristina elige usar el Falcon verde a pesar de que su familia cuenta con otros vehículos más nuevos, y de que tiene un buen pasar económico. Desde principios de los 80, es copropietaria del Instituto Causay, el colegio más caro de la ciudad, donde van los hijos de la clase acomodada puntana, que pueden pagar más de $ 1.000 de cuota, muy por encima del promedio del lugar. “Causay” es una voz quechua que significa “vida”.
El Ford Falcon aparece en buena parte de los testimonios recogidos en el informe Nunca más, elaborado como prueba antes del juicio a las juntas en los 80, cuando se describen los secuestros y traslados a centros clandestinos de detención. Hace un año se supo que la Justicia secuestró decenas de estos autos que estaban arrumbados en la Armada y que hoy son parte de una investigación más amplia sobre crímenes de lesa humanidad, abierta en Bahía Blanca. Allí se explica que el Falcon fue elegido para los secuestros y traslados porque, entre otras cosas, entraban más cuerpos en los asientos y dos en el baúl.