Matt Dubay y Lauren Wells se habían separado cuando ella descubrió que estaba embarazada. Solo habían salido unos meses y tenían opiniones opuestas sobre la paternidad: Wells quería tener al niño; Dubay no quería ser padre. Cuando el estado de Michigan lo presionó para pagar la manutención del hijo, Dubay se negó.
La batalla jurídica resultante se convirtió en uno de los casos sobre los derechos reproductivos de los hombres más destacados hasta la fecha. Sin embargo, desde este caso, que tuvo lugar en 2006, nada ha cambiado mucho.
En el juicio, Dubay, de 25 años, presentó un nuevo argumento jurídico: cuando un niño no es esperado, los hombres deben tener un derecho equivalente al derecho de la mujer a abortar. En otras palabras, las mujeres pueden elegir si quieren o no asumir las responsabilidades jurídicas y financieras que conlleva la paternidad —al abortar— y por lo tanto, los hombres también deberían tener esa elección.
Para ser claros, Dubay no estaba argumentando que un hombre debería poder decidir si una mujer debe o no abortar, sino que, si una mujer elige tener al niño, el hombre involucrado debería poder no cumplir con las obligaciones jurídicas de la paternidad. Eso significa que no hay relación jurídica con el niño y ninguna responsabilidad de pagar la manutención por los próximos 18 años.
El juez se pronunció en contra de Dubay y señaló: "Si la caballerosidad no ha muerto, el demandante está poniendo en grave riesgo su viabilidad".
El caso fue considerado "el equivalente masculino de Roe contra Wade". Hubo opiniones tanto del Centro Nacional para los Hombres como de la Organización Nacional de Mujeres, mientras se desataba un circo mediático.
"Las mujeres tienen ahora el control de sus vidas tras un embarazo no planificado, pero a los hombres se les obliga siempre a ceder el control, a ser económicamente responsables de decisiones que solo se permite tomar a las mujeres"
"El caso de Roe contra Wade dio a las mujeres el control de sus vidas reproductivas, pero nada ha cambiado en las leyes para los hombres", explicó Mel Feit, director del Centro Nacional para los Hombres, en un comunicado de prensa emitido en aquel entonces. "Las mujeres tienen ahora el control de sus vidas tras un embarazo no planificado, pero a los hombres se les obliga siempre a ceder el control, a ser económicamente responsables de decisiones que solo se permite tomar a las mujeres, y a renunciar a la elección reproductiva".
Kim Gandy, entonces presidenta de la Organización Nacional de Mujeres, declaró a la CNN: "Los hombres han tratado de eludir la responsabilidad de sus hijos durante años. Este individuo no debería salirse con la suya".
Dubay, por su parte, explicó su versión de la historia en una entrevista: "Forzarme a ser un padre económica, mental y físicamente no me parece justo", señaló. Preguntado sobre el asunto, Dubay dijo que habían utilizado condones inicialmente, pero no hacia el final de su breve relación. Además, Wells también le dijo que estaba tomando la píldora.
En el momento de la entrevista, Wells ya había dado a luz. Ella se mantuvo fuera del centro de atención, pero emitió una declaración por escrito en la que dijo que estaba centrada en proporcionar un buen hogar a su bebé, Elizabeth. "Me decepciona que Matt haya decidido no formar parte de la vida de Elizabeth hasta el momento y que el año pasado prefiriera desvincularse de cualquier responsabilidad mutua respecto al bebé", escribió. "Creo que la vida comienza en la concepción y de ahí florece. Asumo la responsabilidad de mis actos y haré todo lo que pueda, como adulta y madre, para proteger y proveer a nuestra hija".
Dubay recurrió, pero su apelación fue desestimada nuevamente. Nancy Gibbs, entonces redactora y actualmente editora de TIME, describió el caso como una "maniobra jurídica", pero señaló que "como forma de llamar la atención sobre el doble rasero y las consecuencias no deseadas, la campaña tiene su lógica".
En otras palabras, Dubay nunca tuvo la oportunidad de ganar, pero el caso suscitó un debate interesante. ¿Deberían los hombres tener el mismo derecho a controlar sus vidas reproductivas y sus futuros económicos como las mujeres?
Según algunos expertos, hombre y mujer deberían ser capaces de decidir lo que quieren hacer, en función de sus propias circunstancias y creencias, y ninguno debe interferir en la decisión de la otra persona
Por un lado está el argumento de que debe haber un equilibrio: mujeres y hombres deben tener el derecho de optar por no ser padres si así lo desean. Una mujer puede elegir abortar para no tener un hijo, sin que el hombre involucrado interfiera en su elección. Sin embargo, si ella decide tenerlo, el hombre debe tener el derecho de elegir si quiere ser padre y asumir los derechos y responsabilidades jurídicas que eso conlleva. Ambos deben ser capaces de decidir lo que quieren hacer, en función de sus propias circunstancias y creencias, y ninguno debe interferir en la decisión de la otra persona. Básicamente, se trata de que ambos sexos alcancen la igualdad reproductiva y la autonomía.
La forma en que esto funcionaría en la práctica es un poco más enredada. Frances Goldscheider, profesora jubilada de Sociología de la Universidad de Brown, fue una de las primeras académicas en presentar una propuesta para lo que ella denominó un "aborto financiero".
Funcionaría más o menos así: se le notificaría a un hombre cuando un niño fuera concebido accidentalmente, y él tendría la oportunidad de decidir si quiere asumir o no los derechos y responsabilidades jurídicos de la paternidad. La decisión tendría que hacerse en un corto periodo de tiempo y una vez que el hombre hubiera tomado su decisión, tendría esa obligación durante toda su vida. Esto significa que un individuo no podría negarse a ser padre unos años después de nacido el hijo, cuando ya no le conviene. La decisión también se registraría oficialmente, tal vez en la partida de nacimiento del niño, o en una orden judicial.
Pero los críticos señalan que los derechos reproductivos iguales para hombres y mujeres simplemente no son realistas. Como concluyeron los jueces en el caso de Dubay, el derecho de una mujer a abortar y el derecho de un hombre a rechazar la paternidad no son análogos. Con el aborto, una mujer decide si va a traer o no un niño a este mundo. El derecho del niño a una relación jurídica con su padre —y, en concreto, el derecho al sustento económico para ayudar con la educación del niño— debería superar el derecho de un hombre a no querer involucrarse. Además, a fin de cuentas, ambos padres fueron responsables de la concepción del niño, por lo que ambos deberían asumir la responsabilidad de este cuando nazca.
Susan Appleton, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Washington, ha escrito extensamente sobre la reproducción y el arrepentimiento, más recientemente en el Yale Journal of Law and Feminism. Me dijo que en Derecho Familiar hay un componente importante de "responsabilidad personal". En otras palabras, "Dubay tomó la decisión de tener relaciones sexuales heterosexuales sin usar la anticoncepción por sí mismo, asumió el riesgo de convertirse en padre cuando eyaculaba", comentó Appleton.
Appleton enseña casos como el de Dubay contra Wells a los estudiantes en su curso de Derecho Familiar. "Ellos entienden los argumentos de Dubay sobre la injusticia y la desigualdad, pero casi siempre llegan a la conclusión de que ningún otro resultado es posible".
Otorgar derechos reproductivos a los hombres abriría las puertas a que un número sin precedente de hombres optaran por no aceptar la paternidad
Diez años más tarde, el statu quo que Dubay desafió sigue vigente en la actualidad y no ha habido muchos casos similares desde entonces, en parte debido al precedente establecido por el fallo del juez en este caso.
Los políticos también han rechazado proponer cambios legislativos que permitan a los hombres tener derechos reproductivos, quizás debido a la suposición de que hacerlo abriría las puertas a que un número sin precedente de hombres optaran por no aceptar la paternidad. En el futuro previsible, por lo menos, la idea del derecho de un hombre a elegir seguirá acumulando polvo en los libros de historia jurídica.