Hasta ahora, las personas identificadas como tales (aquellas cuya identidad sexual biológica no se corresponde con su identidad de género) quedaban englobadas dentro del epígrafe de "desórdenes mentales", cuestión ampliamente criticada y reivindicada por el colectivo LGBT.
La nueva versión del CIE-11, el actual estándar para la clasificación de enfermedades, lo cambiará. Al fin.
La novedad. A partir de ahora, tales identidades de género quedarán definidas como "condiciones" dentro de la salud sexual. El matiz es importante porque anula el estigma tradicional asociado a las enfermedades mentales, abriendo una nueva vía para la normalización transgénero. Permanece en el CIE, sin embargo, porque las personas transgénero tienen "significativas necesidades sanitarias que pueden ser mejor combatidas si la condición sigue codificada dentro del CIE-11".
Una larga petición. La cuestión ha sido uno de los principales caballos de batalla del movimiento LGBT por su evidente carácter estigmatizante, y coincide con la máxima penetración de los discursos identitarios dentro de la esfera pública. La última actualización del CIE-10 databa de 1990, un tiempo en el que la visibilidad del colectivo LGBT era mucho más limitada (y el año en que la homosexualidad, en otro hito histórico, también abandonó el listado de enfermedades).
Una "condición". Su permanencia dentro del CIE está relacionada con la intensa ansiedad que las personas transgénero se enfrentan a lo largo de su vida. Sin embargo, dicha ansiedad no está relacionada con el mero hecho de definir su género de forma alternativa a las etiquetas tradicionales, sino con el rechazo social asociado a su identidad. La OMS se ha valido de diversos estudios para evidenciar que su sufrimiento está determinado por factores externos, no por su sola existencia.
¿Qué hacía ahí? Es la pregunta que los transgénero se llevan haciendo desde 1990. En gran medida, subyacía una profunda ignorancia social hacia las identidades de género. Similares problemas afrontó el DSM, el manual estadístico sobre enfermedades mentales, que llegó a incluir a la homosexualidad como tal en 1973. Por aquel entonces un epígrafe titulado "sexual orientation disturbance" respondía a una idea preconcebida de la sociedad sobre sexualidad no normativa.
La categoría no desapareció hasta 1987. Como en casi todos los demás casos, la lucha del movimiento transgénero recogió sus frutos más tarde: siguió siendo considerada un "disorder" (una enfermedad) hasta 2013 (el DSM se actualiza con más celeridad que el CIE), cuando pasó a ser definida como "disforia de género".
El proceso. Se han requerido de treinta años de activismo e investigación científica para cambiar el CIE. El proceso es muy lento, lo que explica que aún hoy la identidad transgénero fuera considerada una enfermedad por el manual. La OMS se vale de comisiones de expertos y de trabajos académicos para retocar el estándar (de carácter mundial), y a menudo queda desactualizado y al albur tanto de la investigación médica como del ritmo social. Y de ahí su retraso aún en 2017.