El actor adelanta las novedades de la octava temporada de Peter Capusotto y sus videos.
Serán trece capítulos, los necesarios para darle espacio a los personajes ya consagrados -Violencia Rivas, Bombita Rodríguez, Micky Vainilla- y también a los que han desembarcado en el universo Capusotto durante los últimos meses y aún permanecen ajenos al gran público. El desfile de criaturas, en esta octava temporada de Peter Capusotto y sus videos, comenzará este lunes a las 20.10 por la Televisión Pública.
-¿Cuáles son las novedades de esta temporada?
-No va a haber reemplazos sino ingresos. Hay nuevos personajes que tienen que ver con el espíritu del programa. La expectativa que nosotros tenemos siempre es feliz, porque es lo que tenemos ganas de hacer y porque estamos sujetos a nuestra propia voluntad de hacerlo y de seguir compartiéndolo.
-Esta es la octava temporada...¿qué es lo que te motivó a encararla?
-El hecho de que hagamos sólo trece programas permite que podamos continuar y que no nos desgastemos. Supongo que eso debe rebotar también en la gente que lo mira. Y siempre está la posibilidad de que pueda sumarse más público y de no defraudar a los que lo vienen viendo. Apostamos, siempre, a que se siga generando esa comunión divertida con los que nos miran.
-¿No te cansaste del formato?
-No. Sigue siendo motivador para nosotros hacer el programa. Y después hay otras cosas que entran en el terreno personal, como por ejemplo que no tenemos ganas de hacer otra cosa; que sentimos que para esto servimos y para otras cosas no. Cuando sintamos que hay que correrse elegantemente del programa, lo haremos. Probablemente, como digo todos los años, sea el año próximo (o no). La clave está, creo, en grabar sólo trece programas. Así nos quedamos con la sensación de que nos quedan cosas por mostrar y por hacer. Esa carencia es la que hace que nosotros sigamos.
-Hablando de carencias, ¿considerás que la presencia que hoy tiene el humor en la tele es suficiente?
-(Piensa) No soy juez de la televisión. Tampoco siento, por otro lado, que hagamos falta.
-¿De los personajes que se agregan, hay alguno al que le tengas más fe?
-No, no hay uno en particular. Uno puede pensar que algo va a ser bárbaro y no lo es, así que lo mejor es abandonarse en ese misterio. Eso se verá cuando esté el programa en el aire, cuando las miradas ya no son nada más que las tuyas.
-¿Y hay alguno que estés disfrutando más hacer?
-Es que recién empezamos a grabar. Uno empieza a disfrutar más de los personajes cuando resuenan en la gente. Estás en un proceso en el que vos grabás, acumulás material y no sabés qué pasa en el afuera. Después, hay personajes que se van acumulando en el imaginario de la gente y se van nombrando, resuenan más que otros, y es entonces cuando finalmente le empezás a tomar cariño a ese personaje que resuena tanto en el afuera. Y ahí lo volvés a hacer con más ganas.
-¿Podés adelantarnos algo de los nuevos personajes?
-¡No! ¡No les adelanto nada! (risas). No, en serio, yo creo que no hay que ser policía de los propios personajes. Lo mejor es que la gente se encuentre con el programa pensando que va a ver más de lo mismo y se sorprenda con personajes que desconoce. Lo que sí puedo decirles es que el primer programa -salvo un número- todos los personajes que aparecen se nos han ocurrido para este ciclo. La gente se sorprende cuando aparecen cosas nuevas. No quiero hacer comparaciones, pero es como si Frank Zappa presentara un nuevo disco todos los años, seguramente será fiel a su esencia, pero no va a sacar un disco sólo con éxitos de su carrera sino que va a poner ahí lo que ha creado específicamente para ese disco.
-Esta es la octava temporada. Supongo que deben sentir la presión de seguir a la altura de un programa que ya se ha convertido en un clásico... ¿Cómo encararon el proceso creativo con ese condicionamiento?
-Cuando llegamos a este estadío en el que el programa está por salir al aire ya estamos más tranquilos. Nosotros sentimos que el programa sigue teniendo el mismo espíritu así que ya a esta altura no tenemos dudas. Estamos jugados. Ahora nos queda saber cómo lo recibe la gente. A algunos les gustará, otros pensarán que deberíamos hacer otra cosa (un programa de física nuclear, por ejemplo, pero nosotros de física no sabemos). Lo que sí tenemos es un cierto tino, una cierta elegancia de no tratar de imponer el programa y de que parezca más una ráfaga refrescante que una especie de disco triple que no se termina más. Además, no hay discos triples buenos.
-¿En qué se inspiran a la hora de crear los personajes?
-En la realidad.
-Algunos de los personajes que más pegaron tienen una cierta impronta violenta. ¿Vos ves ese germen en nuestra sociedad?
-Hay personajes que funcionan para la gente como si fueran dibujitos animados: no hieren y son casi indestructibles. Pueden permitirse todo pero no lastiman. Pomelo , por ejemplo, puede explotar en el aire y a los cinco minutos seguir hablando. Y por otro lado está Micky Vainilla , que tiene un discurso que tiene esa ambigüedad de lo siniestro. Yo no sé si son los que más pegan y a nosotros no son los que más nos gusta hacer. El caso de Violencia Rivas es distinto; yo creo que es alguien que se acerca bastante a lo que nosotros quisiéramos decir y la violencia del personaje es más bien producto de haber perdido los modos. Y eso es algo que, por negociar con la realidad, nosotros muchas veces no hacemos.
-¿No creés que, al igual que algunos de tus personajes, los argentinos tenemos el insulto y el prejuicio a flor de piel?
-Pero la puteada, muchas veces, es más interesante que la retórica. Lo que nos pasa es que ante alguien a quien no podemos definir, lo puteamos y nos lo sacamos de encima. Sí creo que lo que nos define como argentinos es la capacidad para decir cómo se deben hacer las cosas, aunque después hagamos todo lo contrario de lo que declamamos.
-¿Qué creés que despierta el programa en los fans?
-Supongo que tocamos una fibra común. Y que muchos piensan: "yo haría lo que estás haciendo". Pero como comunión, no como alguien que siente admiración. Yo siempre digo que es mejor ser querido que admirado, porque el admirador siempre está a punto de matarte. (Risas)
-¿Tenés miedo a que eso ocurra?
-No, miedo no, pero prefiero ser querido, porque creo que es algo más ameno y eso te iguala con el otro; te pone en un lugar de no tener que demostrar nada sino más bien de compartir.
-Con respecto al área musical, el año pasado cambiaron el formato de los videos. ¿Cómo lo encaran esta temporada?
-De los videos se encarga Marcelo Incodomis. El archivo es de su pertenencia. Si bien tiene que ver con la esencia y con la génesis del programa, él va investigado de acuerdo a su propio criterio. Él no es alguien que acerca información, es parte fundamental del programa. Las convenciones que tiene el programa son las mismas que tiene él y que tenemos nosotros: la nuestra es la de no excedernos en la cantidad de minutos de un sketch, y la suya, que los video dure cuatro minutos y no ocho.
-Hace décadas que trabajás con Pedro Saborido... ¿No se cansa el uno del otro?
-No, si fuéramos pareja sí nos aburriríamos.
-Pero a esta altura ya son como un matrimonio...
-¡No! Todo lo contrario. Pasamos por todos los estadíos, pero tenemos nuestra disciplina, también. Nos encontramos a principio de año, nos mostramos qué es lo que se nos fue ocurriendo y empezamos a pensar, también, entre los dos. No quiero ser demasiado contundente, pero la idea siempre es transformar la realidad en algo más ameno. Y eso es algo que nos pasa todo el año con Pedro.
-Hace un tiempo algunos medios publicaron que estabas distanciado de Fabio Alberti, tu compañero de Todo x dos pesos. ¿Qué hay de cierto en eso?
-La estupidez es una especie de tsunami que arrastra gente, casas... En el momento en que salió esa estupidez publicada en una revista, en la que decían, encima, que el enfrentamiento era porque yo soy kirchnerista y él no, estábamos los dos juntos en el canal trabajando.
-¿Te sorprendió que publicaran eso?
-No me sorprendió porque la estupidez no tiene límite. Si vos juntás diez personas en una esquina, estoy seguro de que cinco son pelotudos. Entonces, que se desparrame cualquier imbecilidad a mí ya no me llama la atención. Además, tengo 52 años, estoy grande... A esta altura no puedo hacerme cargo de lo que puedan decir sobre mi figura que exceda lo estrictamente ficcional.