Cuando se consume la compra, como ya habíamos apuntado hace dos años, Monsanto habrá muerto.
Porque si algo sabe Bayer es que Monsanto es una de las marcas con peor imagen corporativa del mundo. Durante años, entre manifestaciones y protestas, el gigante norteamericano ha sido la bestia negra del ecologismo. Hay muy pocas empresas con una imagen pública tan quemada ante la opinión pública. Por eso no sorprende que Bayer haya decidido prescindir de ella.
El nacimiento de un gigante
Solo se salvarán algunas marcas comerciales que, por su popularidad, mantendrán su nombre. El resto de la empresa desmembrada, vendida o integrada en la matriz alemana desaparecerá como la conocemos. Esto es importante porque no debemos olvidar el escenario en el que se consuma esta compra.
Tras años de bajadas continuadas de los precios agrícolas a nivel mundial, la presión por “ganar escala y reducir ineficiencias” ha llevado a una auténtica carrera por reorganizar el mercado: Syngenta apostó por unirse con ChemChina, Dow por fusionarse con Dupont y BASF busca reorganizarse para sobrevivir al tsunami (una reorganización que, como veremos, conlleva quedarse con parte del conglomerado de Bayer-Monsanto).
Porque, como parte de las exigencias de las autoridades europeas y norteamericanas, con la marca de Monsanto se irán 9.000 millones de dólares, 6.000 de los cuales son de la división de semillas y herbicidas Liberty que comprará la también alemana BASF, otro de los grandes jugadores del mercado agroquímico internacional, para obtener el visto bueno del regulador.
La otra gran pata que se pierde en el acuerdo de Monsanto-Bayer es el negocio de digitalización del campo. Esto sí parece una complicación para el nuevo gigante agroquímico. En los proyectos iniciales, Climate Corporation (una empresa californiana propiedad de Monsanto) parecía destinada a coordinar los esfuerzos de digitalización de la nueva compañía. Con este movimiento del regulador, hay dudas sobre lo que ocurrirá.
Pero, sea como sea, la competencia mundial por la ‘digitalización del campo’ estará más abierta. Algo fundamental porque todo parece apuntar que la transformación digital del mundo agrícola está a punto de cambiar para siempre los campos de todo el mundo. Un cambio en el que, por primera vez en décadas, no estará Monsanto.