El Obispo Uriona realizó la homilía en la Iglesia de Reducción, que celebra al Cristo de la Buena Muerte. En su discurso hizo referencia a la doctrina social de la Iglesia, donde expresó que los problemas de la ocupación reclaman las responsabilidades del Estado “al cual le compete el deber de promover políticas que activen el empleo, o sea favorezcan la creación de oportunidades de trabajo en el territorio nacional, incentivando el mundo productivo”.
Uriona vertió importantes consideraciones para los peregrinos que llegaron al lugar, donde manifestó que “el deber del Estado consiste en secundar las actividades de las empresas, creando condiciones que aseguren oportunidades de trabajo, estimulándola en donde sea insuficiente o sosteniéndola en momentos de crisis”.
El Obispo interpeló a los gobernante que llevan adelante el destino del país a tomar responsabilidades en cuanto a la situación actual, “es necesario que los que tienen la misión de conducir los destinos de nuestra Nación promuevan la creación de fuentes de trabajo, dado que el trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él.
La plena ocupación es un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común.
En nuestra Patria es un anhelo que parece estar lejos pero que tenemos que seguir trabajando y luchando por él”.
El obispo Adolfo Uriona dijo en su evocación al Cristo de la Buena Muerte que en el caminar “lo hacemos con otros, y eso nos ha de comprometer a acompañar y ayudar a los hermanos que están a nuestro lado”.
Llamó a defender la vida “desde su concepción hasta el momento del encuentro con el Padre”.
Informe16
HOMILÍA FIESTA DEL JESÚS DE LA BUENA MUERTE
Queridos hermanos:
Con espíritu de humildad y gozo al mismo tiempo hemos venido a honrar al Señor de la Buena Muerte en este Santuario de Reducción.
Lo hacemos como peregrinos. Muchos de ustedes movidos por la fe han hecho un largo trecho a pie, caminando toda la noche a fin de encontrarse con el Cristo que nos estaba esperando amorosamente con sus manos clavadas al madero y sus brazos abiertos.
El Cristo Crucificado, que es también el Resucitado, nos recibe con amor, escucha nuestras plegarias, consuela nuestras penas y nos da ánimo para seguir adelante en la vida en medio de las numerosas dificultades que vivimos en estos particulares momentos de nuestra historia argentina.
En una cultura que nos condiciona a vivir sólo lo inmediato como si fuera un absoluto, los cristianos debemos ser testigos de que la auténtica condición del hombre es andar, caminar…
El peregrinar nos recuerda que la vida del hombre es un caminar hacia una meta: el cielo, la casa del Padre. El Cristo de la Buena Muerte, con su presencia silenciosa, nos impulsa a no detenernos en el camino sino a seguir siempre adelante.
Venimos al Santuario a tomar gracia y a pedir la fuerza para continuar con fe el trajinar de la vida sostenidos por la esperanza de alcanzar un día la meta. En nuestra marcha no caminamos solos lo hacemos con otros y eso nos ha de comprometer a acompañar y ayudar a los hermanos que están a nuestro lado con verdadero espíritu de solidaridad.
Cuando llegamos y contemplamos a Cristo crucificado nuestro corazón ha de renovar también la fe en Aquel que ha resucitado. Nosotros seguimos a Alguien que ha vencido a la muerte y vive. Esa certeza nos confirma que nuestro paso por este mundo tiene un sentido, que el ser humano no tiene un destino de muerte sino que está llamado a una vida plena. Por ello los cristianos valoramos y defendemos la vida, desde el instante de su concepción hasta el momento del encuentro con el Padre.
En este día también celebramos a San José Obrero, el padre adoptivo de Jesús que trabajó con sus propias manos y así lo enseñó a su hijo. La Iglesia, por tanto, lo proclama como patrono de los trabajadores. Particularmente rezamos por todos ellos, por sus esfuerzos y fatigas y también por los que buscan trabajo.
Como lo expresa la Doctrina Social de la Iglesia creemos que: “Los problemas de la ocupación reclaman las responsabilidades del Estado, al cual compete el deber de promover políticas que activen el empleo, es decir, que favorezcan la creación de oportunidades de trabajo en el territorio nacional, incentivando para ello el mundo productivo.
El deber del Estado consiste sobre todo en «secundar la actividad de las empresas, creando condiciones que aseguren oportunidades de trabajo, estimulándola donde sea insuficiente o sosteniéndola en momentos de crisis ».
Es necesario por tanto que los que tienen la misión de conducir los destinos de nuestra nación promuevan la creación de fuentes de trabajo dado que: “El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él. La «plena ocupación» es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común”…
Así se lo pedimos con fe a nuestra Madre la Virgen María y al Señor de la Buena muerte a quien hoy celebramos.