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25/04/2018 10:02 hs

Lou Andreas-Salomé la musa del psicoanálisis

Internacionales - 25/04/2018 10:02 hs
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«Es la persona más inteligente que he conocido en mi vida», dijo Nietzsche. Para Rilke fue «una mujer extraordinaria» sin la cual «no habría podido desarrollarme ni ser capaz de tomar los caminos que han llevado a muchas cosas». Y Freud la describió como «la persona entendida por excelencia».

Que una de las mujeres más libres de la Historia haya quedado reducida, para esa misma Historia, a una mera acompañante de los hombres que pasaron por su vida debería decirnos algo de nuestra forma de construir ídolos. Lou Andreas-Salomé (San Petersburgo, 1861 - Gotinga, 1937) fue una prolífica novelista en lengua alemana, autora de varios ensayos sobre la literatura de su tiempo y pionera del psicoanálisis. Sin embargo, en la mayoría de los textos, aparece como la amiga de Friedrich Nietzsche, la amante de Rainer Maria Rilke o la colaboradora de Sigmund Freud.

Es curioso que sea así, porque quienes tenían la sensación de estar acompañando a alguien extraordinario eran ellos. «Es la persona más inteligente que he conocido en mi vida», dijo Nietzsche. Para Rilke fue «una mujer extraordinaria» sin la cual «no habría podido desarrollarme ni ser capaz de tomar los caminos que han llevado a muchas cosas». Y Freud la describió como «la persona entendida por excelencia».

La historiografía moderna va, poco a poco, desmontando esa figura de musa que inspiró a grandes hombres sus grandes obras. Sobre todo, porque esa figura de musa -pasiva, inactiva- siempre desagradó a Salomé. Es lo que ha intentado contar la directora Cordula Kablitz-Post en Lou-Andreas Salomé, el biopic cinematográfico sobre la pensadora que se estrena este viernes en España.

Con Katharina Lorenz como Lou, la película sigue su peripecia vital a partir de la recopilación que hizo de sus recuerdos al final de su vida Ernst Pfeiffer. Desde sus orígenes en la Rusia imperial, hija de un patrimonio de origen alemán y criada en la educación luterana, Salomé vivió siempre consciente del poder que ejercía sobre los hombres. Su tutor durante su adolescencia, el sacerdote protestante Henrik Gillot, le introdujo en la filosofía y después le pidió matrimonio, a pesar de que ya estaba casado y tenía hijos de la edad de Lou. El desengaño intelectual con una persona en la que confiaba le hizo tomar una decisión: «Me juré no enamorarme y renunciar para siempre a toda experiencia erótica».

Se instaló en Zúrich para estudiar en la universidad, aunque tuvo que abandonarla por problemas de salud. Viajó al sur, a Roma, donde conoció a un filósofo no muy conocido, Paul Rée, y otro que acabaría siendo uno de los más importantes del pensamiento, Friedrich Nietzsche.

Los tres se hicieron amigos e iniciaron un viaje por el norte de Italia. Durante las vacaciones, Lou les propuso la idea de formar una comuna creativa, a partir de «una camaradería con el objetivo de alcanzar la perfección intelectual». En Italia se fotografiarían con ellos amarrados a un carro que ella maneja con látigo, un remedo de las mitologías dionisiacas que tanto gustaban al autor de Así habló Zaratustra.

Pero los filósofos no eran tan elevados como creían ser. Sus instintos le llevaron acortejarla constantemente y a pedirle matrimonio. Pero ella no quería saber nada de eso. «Según Lou, renunciar a la satisfacción carnal libera la creatividad intelectual», le dijo Rée a Nietzsche para desalentarle. Ella tenía su propia respuesta ante los pretendientes: «Quiero ser libre e independiente, algo imposible con marido e hijos».

Nietzsche la invitó a pasar un verano juntos, pero la tensión entre ambos fue en aumento, azuzada por la hermana de él, Elizabeth, que no veía con buenos ojos la relación. Salomé se fue entonces a vivir a Berlín con Ree, quien tampoco pudo soportar el pacto de «hermano y hermana» que ella había propuesto.

Finalmente, Lou terminó aceptando el matrimonio de conveniencia que le propuso el orientalista Friedrich Carl Andreas, de quien tomó el apellido, y con quien permaneció casada hasta la muerte de él, en 1930.

Fue durante su matrimonio cuando conoció a un jovencísimo Rene Maria Rilke, a quien tomó bajo su protección, introdujo en los círculos literarios y le cambió el nombre por el más viril de Rainer. Él fue su primer gran amor, con quien descubrió su sexualidad.

A pesar de la diferencia de edad, Lou y Rainer permanecieron juntos hasta 1900, momento en el cual empezó a volcarse con el psicoanálisis de la mano de Sigmund Freud. No sólo se convirtió en la primera mujer sujeto (y no objeto) de la disciplina, sino que fue, en cierta forma, la heredera de las enseñanzas del austriaco.

Como él, sufrió el acoso de los nazis. En los últimos años de su vida, retirada en su casa de Gotinga y sin poder ejercer el psicoanálisis tras ser prohibido por Hitler como «ciencia judía», se dedicó a recordar y recopilar. Tras morir, en 1937, milicias del Reich quemaron su biblioteca.

Cordulia Kablitz-Post habla de Lou Andreas-Salomé como «una Nina Hagen o una Madonna» de hace casi un siglo. «Tenía la misma energía, esa actitud tan guay y, sobre todo, quiso siempre tomar sus propias decisiones de lo que era bueno para ella». Y no sólo eso, apunta la directora: «No aceptó ninguna de las morales de su tiempo. Por eso, creo que fue una de las primeras mujeres emancipadas de verdad».

El Mundo 

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