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02/04/2018 11:26 hs

"Él estaba ahí": el conmovedor dibujo sobre una madre y su hijo caído en Malvinas

Argentina - 02/04/2018 11:26 hs
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José Garay, un dibujante entrerriano, capturó un momento único en el cementerio de Darwin.

Durante 35 años, Emilio fue apenas un “soldado sólo conocido por Dios”. Su madre había partido este fin de semana desde Villa Ángela, en Chaco, con destino a las Islas Malvinas junto al resto de los familiares. Esta vez, y luego de la identificación de 90 combatientes por su ADN, tendría la oportunidad de sentarse frente a la tumba de su hijo.

Emilia, su madre, pudo finalmente despedirse de su hijo. Se sentó frente a la tumba en silencio y se la vio conmovida.

La imagen llamó la atención de José Garay, un dibujante de Villa Elisa, Entre Ríos, quien retrató el momento en un conmovedor dibujo que se viralizó.

“Él estaba ahí”. Lápiz sobre papel.

LV16.com |

Con este breve texto acompañó Garay el dibujo, que rápidamente se esparció por Facebook, Twitter e Instagram.

Emilia contó que pretende que los restos de su hijo estén en la Argentina: “Quiero traerle una flor y prenderle una vela y si está tan lejos no voy a poder”.

También dijo que por las noches se preguntaba dónde estaba su hijo, una y otra vez. Los 35 años de incertidumbre quedaron finalmente atrás.

Un homenaje que esperó 35 años

El lunes de la semana pasada, cerca de las 8 de la mañana, los familiares de los 90 caídos en la guerra que habían sido identificados en 2017 entraban a un remodelado cementerio de Darwin para homenajear a sus seres queridos.

La llegada empezó con llantos desgarradores: "Ay, Dios; ay, hijo mío, ¿dónde estás?", gritaba entre lágrimas y casi arrastrándose Julia, la mamá de Ángel Benítez, uno de los soldados identificados por el Comité Internacional de la Cruz Roja y el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

La ceremonia estuvo repleta de momentos emotivos, y dejó testimonios conmovedores.

Cada familia hacía su propio ritual. Unos se quedaban largo tiempo acostados en el piso con "el suyo".

Y a los familiares que lo requerían les daban sillas para quedarse a contemplar las cruces. Pero no hubo una sola de las 230 tumbas que no fuera recorrida por el grupo.

Foto: José Garay

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