Ricardo Carrera era militante de la JUP (Juventud Universitaria Peronista). “Cuando comienza el 24 de marzo comienzan las detenciones y nos empezó a preocupar la arbitrariedad que había en esas detenciones”, recordó.
Por esto tomó la decisión de retirarse de la Universidad y se mudó a Villa Huidobro, donde se enteró de una vacante en una escuela. Así fue que empezó a dar clases en una escuela agro técnica cuando el 2 de septiembre a media mañana mientras estaba con sus alumnos, se presentó una comisión policial de la provincia de Córdoba.
“Me preguntaron si había hecho una actualización de domicilio, les dije que no, entonces me dijeron que estaban identificando a las personas de esa localidad y que iba a tener que hacer un reconocimiento, una identificación y que luego podría seguir dando clases”, indicó Ricardo Carrera.
Pero no fue así, recordó. Lo detuvieron y recién a los 7 años recuperó la libertad. Estuvo detenido en la sede policial de calle Belgrano (20 días), luego en la cárcel de Río Cuarto (menos de un año), luego a la Unidad Penitenciaria Nº1 de Córdoba y desde allí lo trasladaron con un grupo de 70 presos políticos en un avión Hércules a La Plata (hasta agosto de 1983).
“En todo momento me dijeron que mi presencia era solicitada por los militares”, señaló.
Daniel Olarticoechea y Ricardo Carrera.
Por su parte
Daniel Olarticoechea, ex preso político y abogado. Recordó el “Navarraso” y el derrocamiento del gobernador Obregón Cano y la asunción de Navarro, quien era jefe de la policía. “A partir de ahí hubo un cambio de paradigma importante en la provincia de Córdoba”, aseguró.
Lo detuvieron en diciembre del 1974 y lo trasladaron a un centro clandestino de detención en Córdoba.
“Era una cosa terrible. Nos vendaban los ojos, estábamos atados con una persona y sentados todo el día. Solo dos veces al día podíamos ir al baño, comíamos lo que podíamos y nos traían y nos sometían a torturas cada noche”, recordó en su doloroso testimonio Daniel Olarticoechea, quien a diferencia de Carrera, no estaba bajo las órdenes del poder ejecutivo nacional.
“Dejamos de ser personas y pasábamos a ser un número porque estábamos bajo las órdenes de una persona de civil con una pistola a la vista”, remarcó Olarticoechea y concluyó: “El centro clandestino de detención en definitiva era un ablande para nosotros. Dejábamos de ser persona, nos deshumanizaban y pasábamos a ser un número”.
Desafíos
En cuanto a los desafíos Carrera consideró necesario cuidar la memoria y seguir construyendo más democracia. Por su parte Olarticoechea, recordó que a los tres meses de salir de ese “infierno” la Triple A le colocó una bomba por lo que tuvo que exiliarse en España hasta el final de la dictadura. “Tenemos que valorar, mantener y defender a la democracia”, consideró por último.