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18/03/2018 15:09 hs

Cómo cambió el debut sexual desde que existen las redes

Argentina - 18/03/2018 15:09 hs
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Cuán distinta es la primera relación sexual de un adolescente en estos tiempos. La preocupación de padres y maestros frente a fenómenos como la “selfie hot”.

Profesores que se quejan de que sus alumnos practican sexting (intercambio de mensajes, fotos y videos sexuales) en clase. Padres escandalizados por las selfies hot de sus hijos de sólo 13 años. Una y otra vez, son las redes sociales el factor común. Es que son ellas las que permiten hacer contactos tan fugaces como inmediatos. Finalmente, pareciera que Internet habilitara toda una parafernalia de dispositivos para anticipar el despertar sexual adolescente.

Entonces: ¿es la tecnología la que genera ansiedad por participar del sistema de oferta y demanda erótica de los adultos? ¿O simplemente se trata de una herramienta que visibiliza la cultura hipersexualizada en que vivimos hace varias décadas?

¿Son los nativos digitales la generación más precoz que haya existido?

En tiempos en que las fronteras entre lo íntimo y lo público empezaron a correrse, la sexualidad se exterioriza, escandalizando y preocupando a los padres y maestros, que muchas veces se distraen del problema de fondo: la incomunicación y la desinformación que atraviesa a todas las generaciones.

El imperativo de debutar ya. “Mi primera vez fue a los 15 años, con un novio un año mayor, con el que estuve solamente tres meses. De mis amigas del colegio, salvo dos, todas ya lo habían hecho. El me insistió mucho y a mí me pareció que ya era tiempo de hacerlo. Quedaba yo. La verdad, no estuvo muy bueno para mí. Y encima la segunda vez se nos rompió el preservativo. Me asusté mucho. Yo había escuchado sobre la pastilla del día después. Buscamos en Internet cómo se usaba y en foros, pero yo no estaba segura. El no quería que le dijera a mi mamá porque pensaba que se iba a enterar la suya. Una amiga me dijo que fuera a un hospital público, pero me daba tanta vergüenza. Al final, le conté a mi mamá y no se enojó para nada, es más, ella misma me llevó a una ginecóloga a la que sigo yendo hasta hoy. Por suerte, no estaba embarazada, pero la pasé muy mal y mi novio como si nada, dandole like en Facebook a otras, haciéndose el lindo en las fotos de perfil. Me hizo daño seguirlo en las redes. Ni bien se resolvió todo, me empezó a mandar videos porno para que viéramos juntos. Me puse mal, me enojé y cortamos. Por mucho tiempo no quise estar con nadie más. Tengo una amiga de 17 que sigue siendo virgen y le da mucha vergüenza. En cambio, cuando pienso en lo que me pasó a mí, me digo que yo tendría que haber esperado más, hasta encontrar un chico mejor”.

(Sofía, estudiante, 18 años)

La última Encuesta Nacional sobre Salud Sexual y Reproducción (ENSSyR) sostiene que el 62% de los varones y el 54% de las mujeres de entre 15 y 19 años de todo el país ya han tenido su primera relación sexual. De éstas, el 17% tuvo su debut antes de los 15 años; 60%, entre los 15 y 16 años y el restante 23%, entre los 17 y 19 años. Según Evangelina Narvaja, becaria doctoral del CONICET que investiga el sexting entre adolescentes, desde 1999 hasta hoy, la edad media de iniciación sigue siendo alrededor de quince años para chicos y chicas. “Puede que haya aumentando un poco el porcentaje de los más precoces, pero el promedio se mantiene. Lo que es innegable es la información a la que los teenagers tienen acceso a través de Internet, que incluye el consumo de pornografía”, advierte.

Internet es una especie de intemperie de la data sexual: a veces la pornografía llega sin que se la llame. Según Narvaja, “muchas veces uno quiere descargar una película y aparece como una incitación a ver pornografía, incluso sin buscarlo. Particularmente los varones son los más expuestos. Un estudio hecho en los Estados Unidos vincula el consumo de estos contenidos con la posibilidad de que tengan actitudes menos progresistas en relación a roles de género, y en casos extremos, podría alimentar la tendencia a cometer acoso sexual”.

Está demostrado que cuanto menor es la edad de una adolescente al tener su primer encuentro sexual, más crece la proporción de debuts no deseados y hasta forzados. La ENSSyR registra que el 8% de las chicas hubiera deseado iniciarse más adelante y el 4% dijo haber sido forzada. Para la ginecóloga especialista en adolescencia María Eugenia Escobar es frecuente escuchar a pacientes que se consideran raras por haber empezado a tener relaciones sexuales a los 18 años con su novio: “Hay un mensaje social subliminal: ‘Consumí sexo. Cuanto más temprano, mejor. Sino te la perdés, sos anormal, no la pasás re bien…’ Lo cierto es que si vamos a lo que significa el placer, pocas chicas tienen orgasmos y les da vergüenza decirlo y consultar por eso”, comenta, ratificando que, aun en el siglo XXI y entre las más jóvenes, la anorgasmia sigue siendo una cuestión no superada.

Sobre sexting, selfies y redes. “A mí mis viejos nunca me hablaron de sexo. Jamás. Tuve mi primera relación a los 18, en el viaje a Bariloche, con un pibe de mi división, como tantas, pero jamás conté eso en casa. Me moría de vergüenza de sólo pensar en tener una conversación del tema con mis padres. La evitaba. Calculo que por eso y porque me gustaría que mi hija no creciera nunca, postergué el asunto todo lo que pude con ella. Julia tiene 15 años y me cuesta dejar de verla como una nena. Pero cuando empezó el secundario, me cayó el primer baldazo de agua fría: en el colegio se armó un escándalo porque empezó a circular en grupos de WhatsApp un video de su compañera de banco haciendole sexo oral a un chico de cuarto año. Por primera vez, le empecé a controlar el celular. Fue ahí que le encontré fotos en ropa interior y en poses provocativas que intercambiaba con sus amigas. Me puse como loca. Le empecé a decir que, por favor, me dijera si ella también se había iniciado, cómo y con quién. Ella me juraba que no, me cuestionaba por qué tenía que hablar eso conmigo y me acusaba de haberla invadido. ‘¡Vos mentís con la edad, te hacés la linda con los tipos en Facebook y yo no te digo nada!’, me dijo. Nunca antes me había desafiado así.”

(Marisa, contadora, 49 años)

El fenómeno de las selfies provocativas arranca desde la infancia, en un marco social que todo lo sexualiza, incluso las publicidades y los productos culturales como los videos musicales para los niños. “Un componente importante remite a los medios de comunicación, que encontraron un gran mercado en la población infanto juvenil, que es la que más consume. Y si no consumen, quedan fuera de un lugar de pertenencia que los reconozca como sujetos. Reforzado por las redes sociales virtuales en donde predomina un culto a la imagen con alto componente de hedonismo”, opina Liliana Moneta, psiquiatra y psicoanalista infanto juvenil. Para esta profesional, cada vez son más frecuentes las consultas de los padres por las selfies insinuantes de sus hijos: “La autoestima de los adolescentes pasa por la imagen, y cuanto más likes recaban, más populares se sienten, y por ende su autoestima se eleva, sin medir las consecuencias implícitas. En este culto al hedonismo convergen dos elementos que son explosivos: sus padres, muy preocupados por su propia imagen, y los medios que envían mensajes permanentemente de que lo importante es el envase”, analiza.

Estas fotos se comparten por aplicaciones de mensajería instantánea o se suben a redes sociales como Instagram o Snapchat, en donde estas imágenes pertenecen a historias pasajeras y son efímeras: sólo duran 24 horas, o menos. Si bien entre adolescentes no está difundido el uso de aplicaciones de citas para concretar encuentros sexuales con extraños, como sí hacen los adultos a través de Tinder o Happn, los más jóvenes hacen un uso diferenciado del WhatsApp. “En mis trabajos de campo me ha llamado la atención que se agregan masivamente a grupos en los que hay muchos desconocidos. Lo usan como red social porque cambian la foto de perfil y pueden poner estados. Se convierte en una posible herramienta para buscar contactos de amistad y, en muchos casos, una “amistad” con fines sexuales. También existen los grupos de Facebook donde ellos dejan sus teléfonos diciendo que buscan personas con determinadas características. Su discurso está altamente sexualizado, pero eso no tiene que ver con los chicos, sino con que reproducen el discurso de los adultos”, aporta por su parte Evangelina Narvaja.

Tecnologías nuevas, prejuicios viejos. “Doy talleres de educación sexual en escuelas públicas y privadas de la ciudad de Buenos Aires. ¿Qué es lo que compruebo? Que los chicos hoy tienen influencias de todo lo que reciben por Internet, pero también de los medios de comunicación y los videojuegos, por ejemplo, que no tienen ninguna regulación y son mucho más subidos de tono que una página inocente. En las charlas muchos problematizan el hecho de que las compañeras suban a Internet fotos sugestivas, pero desde una mirada condenatoria: les dicen putas. Ellas son las que más se exponen, defienden su derecho a mostrarse con el argumento de que es su cuerpo, pero muchas veces desconocen los riesgos. Y, entre los varones, un insulto frecuente es decirse virgen como algo peyorativo, porque continúa la presión del debut sexual para ellos. El que no debutó será víctima del bullying. También los varones siguen estando más habilitados a hablar de sexo que ellas. Por ejemplo, de temas como la masturbación. Si bien no existe una app de citas como Tinder para adolescentes, sobre todos los varones agregan a pibas desconocidas en Facebook o Instagram aunque no necesariamente después se concrete un encuentro real. Es lo mismo que la generación anterior hacía con ICQ o Messenger. Y tienen las mismas inquietudes de toda la vida, acceden al mismo contenido que antes se llegaba mediante revistas que compraban en kioscos, les prestaban los compañeros, o les robaban a un adulto, pero como ahora es vía Internet y por un video que se ve en la misma computadora donde se hacen los deberes, es más sofisticado y muchos se impresionan. No hay una educación en el marco del respeto propio y del otro”.

(Julieta, profesora, 32 años)

Los profesionales coinciden: las cuestiones de fondo no han cambiando. La erotización temprana responde a estímulos sociales y culturales que exceden las redes e Internet.

La desinformación de adolescentes y adultos es el verdadero flagelo, como hace décadas. “Hay mitos que persisten y son transmitidos de una generación a otra. Yo viajo por todo el país dando charlas de sexualidad, prevención, embarazo para adolescentes. Tengo más de 2 mil preguntas clasificadas, pero los temas son siempre los mismos”, revela la ginecóloga María Eugenia Escobar.

Más que la brecha tecnológica entre padres e hijos, a esta profesional le preocupa la brecha en la comunicación: “No es obligación manejar las redes. Si es una inquietud personal genuina, adelante, pero no para controlar a los hijos o incluso competir con ellos. Es un error querer invadir el espacio propio de los adolescentes o de mostrarse el adulto igual a su hijo, al mismo nivel. Es bastante frecuente escuchar: ‘¡Somos amigos!’, ‘¡Uso su ropa!’, ‘Voy a bailar a los mismos lugares’, ‘Lo sigo en las redes’. Así los dejan sin referente adulto: igualarse es un gran error”, opina.

Para la psiquiatra Liliana Moneta, en general los padres ni se plantean el tema de la sexualidad de sus hijos: “Mi sugerencia es que no deleguen tanto en mano de otros sujetos o instituciones esa oportunidad única, esencial y trascendental, que es generar un espacio de confianza en donde el hijo adolescente pueda contar acerca de lo que le sucede. Pero para eso es menester comenzar a realizar esta noble tarea desde los más tempranos años. No cuando ya sus hijos se encuentran 'al borde de…' Entonces ya es demasiado tarde”.

María Florencia Pérez

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