Una vasta red de antiguas ciudades interconectadas, descubierta mediante escáneres LiDAR, fue el hogar de millones de personas.
En un logro que se ha descrito como un «gran avance» en la arqueología maya, un equipo de investigadores ha identificado las ruinas de más de 60.000 casas, palacios, calzadas elevadas y otras estructuras artificiales que llevaban siglos escondidas bajo las junglas del norte de Guatemala.
Los expertos han empleado una tecnología revolucionaria conocida como LiDAR (que significa Light Detection And Ranging) para retirar digitalmente la cubierta forestal de una serie de imágenes aéreas del paisaje, ahora despoblado, revelando así las ruinas de una extensa civilización precolombina que era mucho más compleja y estaba mucho más interconectada de lo que suponía la mayoría de especialistas en la civilización maya.
«Las imágenes de LiDAR dejan claro que esta región fue un asentamiento cuya escala y densidad de población habían sido sumamente subestimadas», afirmó Thomas Garrison, arqueólogo del Ithaca College y explorador de National Geographic que se especializa en el uso de tecnología digital para la investigación arqueológica.
Garrison forma parte de un equipo de investigadores que participan en el proyecto, dirigido por la Fundación Pacunam, una ONG guatemalteca que apoya la investigación científica, el desarrollo sostenible y la conservación del patrimonio cultural.
El proyecto ha cartografiado más de 2.100 kilómetros cuadrados de la Reserva de la Biosfera Maya en la región guatemalteca de Petén y ha producido el mayor conjunto de datos de LiDAR obtenido en investigación arqueológica.
Los resultados sugieren que en Centroamérica existió una civilización avanzada que, en su apogeo hace unos 1.200 años, era más comparable a culturas sofisticadas como la antigua Grecia o China que a las ciudades estado dispersas y escasamente pobladas que había sugerido durante años la investigación sobre el terreno.
Además de cientos de estructuras previamente desconocidas, las imágenes de LiDAR muestran carreteras elevadas que conectan centros urbanos y canteras. Complejos sistemas de irrigación y terrazas sustentaban una agricultura intensiva capaz de alimentar a los trabajadores que remodelaron drásticamente el paisaje.
Los antiguos mayas nunca usaron la rueda ni los animales de carga, pero «esta era una civilización que literalmente movía montañas», afirmó Marcello Canuto, arqueólogo de la Universidad de Tulane que participó en el proyecto.
«Desde la arrogancia occidental, creíamos que las civilizaciones complejas no podían prosperar en los trópicos, que los trópicos eran los lugares donde las civilizaciones venían para morir», declaró Canuto, que lleva a cabo investigaciones arqueológicas en un yacimiento guatemalteco denominado La Corona. «Pero con las nuevas pruebas de LiDAR de Centroamérica y Angkor Wat [en Camboya], ahora debemos tener en cuenta que las sociedades complejas podrían haberse formado en los trópicos y se habrían abierto camino a partir de ahí».
Una revelación sorprendente
«LiDAR está revolucionando la arqueología del mismo modo que el telescopio espacial Hubble revolucionó la astronomía», afirmó Francisco Estrada-Belli, arqueólogo de la Universidad de Tulane y explorador de National Geographic. «Necesitaremos 100 años para analizar [todos los datos] y entender realmente lo que estamos viendo».
Sin embargo, el estudio ya ha desvelado una información sorprendente sobre los patrones de asentamiento, la conectividad interurbana y la militarización de las tierras bajas mayas. En su momento de apogeo en el periodo clásico maya (aproximadamente entre el 250 y el 900 d.C.), la civilización ocupaba una superficie que casi duplicaba el tamaño de la Inglaterra medieval, pero estaba mucho más densamente poblada.
«La mayoría de personas se sentían cómodas con estimaciones demográficas de unos 5 millones [de habitantes]», dijo Estrada-Belli, que dirige un proyecto arqueológico multidisciplinario en Holmul, Guatemala. «Con estos nuevos datos, ya no es irracional pensar que había entre 10 y 15 millones de personas allí, entre ellas las que vivían en zonas bajas y pantanosas que muchos considerábamos inhabitables».
Prácticamente todas las ciudades mayas estaban conectadas por calzadas lo suficientemente anchas como para sugerir que estaban muy transitadas y que se usaban para el comercio y otras formas de interacción regional. Estas carreteras eran elevadas para facilitar los desplazamientos durante la estación lluviosa. En una parte del mundo donde suele haber demasiadas o muy pocas precipitaciones, el flujo del agua se planificaba meticulosamente y se controlaba mediante canales, diques y embalses.
Uno de los hallazgos más importantes es la ubicuidad de las murallas defensivas, los baluartes, las terrazas y las fortalezas. «La guerra no solo tuvo lugar hacia el final de la civilización», afirmó Garrison. «Fue a gran escala y sistemática, y duró muchos años».
El estudio también reveló miles de pozos excavados por saqueadores modernos. «Muchos de estos nuevos yacimientos son nuevos para nosotros; pero no son nuevos para los saqueadores», afirmó Marianne Hernández, presidenta de la Fundación Pacunam.
La degradación medioambiental es otra de las preocupaciones. Guatemala pierde cada año más del 10 por ciento de sus bosques y la pérdida de hábitat se ha acelerado a lo largo de su frontera con México a medida que se quema y se despeja la tierra para la agricultura y el asentamiento humano.
«Al identificar estos yacimientos y ayudar a entender quiénes eran estos pueblos antiguos, esperamos crear conciencia sobre el valor de proteger estos lugares», afirmó Hernández.
La investigación es la primera fase de la Iniciativa LiDAR de Pacunam, un proyecto de tres años que finalmente catrografiará más de 14.000 kilómetros cuadrados de las tierras bajas de Guatemala, parte de un sistema de asentamientos precolombinos que se extendieron hasta el norte del golfo de México.
«La ambición y el impacto de este proyecto es sencillamente increíble», dijo Kathryn Reese-Taylor, arqueóloga de la Universidad de Calgary y especialista en la civilización maya que no participó en el estudio de Pacunam. «Tras décadas peinando los bosques, ningún arqueólogo se había encontrado con estos yacimientos. Y lo más importante es que nunca habíamos contado con la gran perspectiva que nos ofrece este conjunto de datos. La verdad es que nos ha abierto los ojos y nos ha ayudado a ver la civilización tal y como la veían los antiguos mayas».
«El imperio perdido de los mayas», se estrena el martes 6 de febrero a las 22.00 horas.