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05/12/2017 17:13 hs

Guns N' Roses en Argentina: el recital de las "fake news", la histeria y una tragedia familiar

Argentina - 05/12/2017 17:13 hs
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Hace 25 años, el debut de los Guns N' Roses en el país estuvo precedido por una saga increíble y se convirtió en un tema de Estado: rumores, paranoia, ombliguismo argentino y un drama en una casa de Temperley.

Se llama “Costumbres argentinas” y dice así...

Rumores que salen de la nada Y que nos ponen en el centro del universo, cruces pasionales y una grieta intensa en la que todos opinan. Oportunismo, histeria y sólo algunas voces sensatas. También una fiesta, porque por algo el argentino se autoproclama como “mejor público del mundo”. Y, finalmente, una tragedia. Hace 25 años, la llegada de una banda de rock al país, simplemente eso, reveló muchas de las caras de una sociedad imposible de entender. Casi, casi un manual de argentinidad.

Esa banda era Guns N' Roses, que hace hoy un cuarto de siglodebutó en la Argentina en el pico de su popularidad, empujada por las ventas millonarias de sus discos Use your illusion. El contexto era propicio: el 1 a 1 alentaba la producción de shows de artistas extranjeros y el empresario Daniel Grinbank tenía suficiente musculatura para aprovecharlo. Pero pronto el ruido tapó a la música.

La saga arrancó con un par de “fake news”. Un matutino porteño publicó unas supuestas declaraciones del cantante Axl Rose, nunca verificadas y luego desmentidas hasta el cansancio, acerca de que iba a limpiarse el barro de sus botas cuando abandonara la Argentina. Como la “noticia” tuvo eco, apareció otra que daba de lleno en el ombliguismo argentino: durante un show en París, el propio Axl había quemado una bandera argentina sobre el escenario.

Sin pruebas, muchos hicieron un acto de fe patriótica. No importaba la falta de lógica en que un grupo ofendiera gratuitamente a un país en el que iba a presentarse semanas después. Y dieron por ciertas las dos versiones.

Los días previos a la llegada de los Guns se vivieron con uno de esos aludes de opinología que hoy se asientan en las redes, pero de cocción más lenta, a tono con los tiempos. Para colmo, antes del primer recital de la banda estadounidense, un hecho autóctono facilitó la asociación entre rock y violencia.

El 1 de diciembre se había organizado un festival benéfico por el Día Mundial de Lucha contra el Sida en la 9 de Julio. Y anunciaban como cabezas de cartel a Soda Stereo, Charly Gracía y Fito Páez. Fueron 45 mil personas y cuando se confirmó que ninguna de esas estrellas iba a tocar empezaron los incidentes. Más de 200 heridos, negocios saqueados y una medianoche de terror.

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Luego, llegaron los Guns al país.

Desde la cárcel, el líder carapintada Mohamed Alí Seineldín repudió la presencia de la banda y habilitó tácitamente a sus seguidores a actuar. En la pantalla de ATC, al cierre de un noticiero, una periodista de larga trayectoria soltó: “No se olviden que estos son los que quemaron una bandera argentina”.

El entonces presidente Menem olfateó indignación popular y se enganchó: “Son unos forajidos. Lo lógico hubiera sido prohibirlos, pero esto en el mundo, con toda seguridad, hubiera servido para que nos criticaran y nos tildaran de autoritarios”. Y sí.

Grinbank hacía gestiones diplomáticas e iba a la fuente de cada rumor de represalias contra la banda y sus seguidores. Debió reunirse con “El Abuelo”, entonces jefe de la barra de Boca, para garantizar que de ese sector no habría problemas. También con emisarios de otras barras.



“Se armó una bola de nieve irresponsable, que no hace otra cosa que insertar ideas falsas en una sociedad con resabios de pacatería”, escupía Grinbank ante los micrófonos.

Frente al Hyatt, decenas de jóvenes con remeras, vinchas y banderas de los Guns se juntaban para ver a sus ídolos. Una de ellas tenía 16 años y se llamaba Cynthia Tallarico. Había faltado al colegio para estar ahí y llegó a aparecer ante una cámara hablando de su emoción por la llegada del grupo.

A su alrededor, una grieta: en algún momento las decenas de jóvenes fans, en su mayoría chicas, quedaron enfrentadas con otro grupo que llevaba sus caras pintadas de celeste y blanco y algunas remeras alusivas a Malvinas. Entonaron varias veces el Himno e incluso prendieron fuego una bandera de la banda. Grinbank, que debió atravesar esa marea humana, recibió gritos que iban del “Judío de mierda” al “Aguante, Daniel”. Y del “Gracias por traerlos” al “Hacé algo nacional”.

El temor y la paranoia se apoderó de muchos padres, incluyendo al de la joven Cynthia. Y empujó a Axl Rose, reacio a los medios, a sobreactuar la defensa. Algo poco usual, dio una entrevista a Telefe, que se esforzaba por edulcorar la imagen de la banda que era su “artista exclusivo”. Tema de Estado, la fórmula elegida por el Gobierno fue la siguiente, anunciada por el secretario general de Presidencia, Eduardo Bauzá: si había incidentes en el primer show en River, se iba a impedir el segundo.

El primer recital fue el 5 de diciembre de 1992. El conductor Bobby Flores salió antes del show de Pappo, uno de los teloneros, para hablarle a la multitud: “Podemos taparle la bocaza a un montón de medios que están hablando giladas. Hay un montón de personas necias que están esperando que alguien haga una cagada para hablar de eso durante años”.



Durante el show, Axl Rose lució camiseta argentina y frenó en seco cualquier intento de alterar la calma. Primero cayó sobre el escenario una piedra. Después un perchero de baño, de loza, que golpeó pesadamente. La banda estaba tocando “Nightrain” y el cantante paró el tema para retar. Volvió a detener el show poco después, cuando sonaba “You could be mine”. Después de esas tenues chispas, todo transcurrió con normalidad.

Finalmente, el único herido de consideración no estuvo abajo del escenario sino arriba. Juanse, cantante de Los Ratones Paranoicos, otro de los soportes, sufrió una fractura expuesta de tibia y peroné tras dar un salto en el escenario.



Parecía que la espuma se disipaba, pero al día siguiente se conoció la tragedia. Cynthia Tallarico, esa chica que vivía en Temperley y había aparecido emocionada a las puertas del Hyatt, había planeado pasar la noche del viernes 4 en el estadio de River, en vigilia para el show de los Guns, pero su padre se lo había prohibido.

Hija única, con una madre enferma y responsabilidades que excedían a su edad, se mató de un balazo. La encontró su padre. Desesperado, el hombre se mató con el mismo revólver.

El domingo, la banda dio su segundo show en River y se fue rápidamente del país. Atrás quedó el tendal de disparates, rumores, histeria. Y entre todo eso, una familia que ya no fue.

Guillermo dos Santos Coelho / Clarín

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