A los 74 años murió afectada por un cáncer de páncreas la ex ministra del gobierno menemista.
La ex secretaria de Medio Ambiente María Julia Alsogaray murió en la madrugada de hoy a los 74 años, informaron a la agencia de noticias Télam allegados a la familia.
María Julia Alsogaray, que en octubre hubiera cumplido 75 años, había estado internada semanas atrás en el sanatorio Los Arcos a raíz de un cáncer de páncreas y había vuelto a su casa donde compartió sus últimos días con su familia y sus amigos, indicaron las fuentes.
Como si fuera una epifanía, Alsogaray anticipó cuál sería su legado para la posteridad desde la cúspide del poder, hace veintiséis años. “Yo no tengo proyecto político. Mi proyecto es el de Menem y si fracasa..., bueno habrá dos o tres generaciones perdidas. Se lo aseguro”, sentenció en una entrevista con la revista Gente. En efecto, Alsogaray no tuvo otro proyecto que su lealtad al ex Presidente, aunque le costara la prisión.
Debió superar el trauma de ser la hija de su padre, pero logró trascenderlo. Si Alvaro, su padre, el ingeniero, hizo que durante décadas su apellido de estirpe se convirtiera en símbolo del liberalismo y la ortodoxia económica en la Argentina, María Julia logró que el apellido quedara emparentado a un lastre más pesado: la corrupción. Su parábola sirve para iluminar las razones del descreimiento generalizado sobre la política.
Cuando se sumó al gobierno del caudillo riojano en 1989 tenía un patrimonio acotado: un departamento con cochera, y dos automóviles de 8 y 10 años de antigüedad. Su liquidez también era escasa: apenas 30 mil australes. Cuando dejó el poder, contaba con 2 departamentos y un pequeño petit hotel en Recoleta, uno en Flores y otro en Nueva York frente al Central Park, un auto Mercedes Benz, una 4x4, una bóveda en Recoleta, cuentas en Uruguay y en la Argentina y una lapicera francesa de 30 mil dólares. Sus gastos con tarjeta de crédito pasaron de 23.325 en 1991 a 228.539 en 1999. “La faltan algunos ceros de un lado y le sobran del otro”, cuentan que le dijo uno de sus contadores cuando presentó unas de sus Declaraciones Juradas.
Fue intocable para el poder Judicial durante el menemismo y un blanco “fácil” en el llano posterior y solitario. Sumó condenas por 11 años. La primera llegó en 2004. Fue sentenciada a 3 años por enriquecimiento ilícito y obligada a devolver $ 3 millones. En 2013 fue condenada a 4 años por fraude en la contratación irregular de pasantes -que nunca ejercieron su cargo- para la secretaría de Medio Ambiente provenientes de la Universidad de Lomas de Zamora. La última llegó en abril de 2014, por un fraude en la privatización de Entel. Una rareza, cumplió 22 meses de cárcel y un año y siete meses de prisión domiciliaria. Debió cambiar los lujos de su petit hotel, que años después sería subastado, por una celda de 4 metros x 4 un televisor, un discman, un ventilador y un microondas. Nunca abandonó sus cremas de 200 dólares.
Su suerte quedó atada a la de Menem un día de 1989, cuando recibió un llamado telefónico del designado ministro de Obras Públicas Roberto Dromi. “Estoy buscando una primera espada para que maneje Entel y pienso que sos la persona indicada”, le dijo. Ella, la hija del fundador de la Ucedé -que supo formar a dirigentes influyentes de la política actual como Amado Boudou, Sergio Massa o Emilio Monzó- aceptó. El padre hizo lo mismo con el ofrecimiento como asesor presidencial de deuda.
Ingeniera de profesión, por entonces ya había probado un cargo como agregada comercial en Uruguay durante la dictadura, una diputación en 1985, fracasado en su intento por ser senadora en 1989 y sufrido un motín de su rival interna en el partido, Adelina de Viola. “Estoy enamorada de la privatización”, sostuvo luego de incrementar las tarifas un 400%. Lo mismo hizo con la siderúrgica Somisa. Junto a su padre y a Néstor Rapanelli, de Bunge y Born, echaron a andar la fantasía del movimiento liberal popular que -se suponía- venía a encarnar Menem.
Con su padre Alvaro compartía la profesión y también la aversión por los radicales. “El radicalismo es un enfermedad que afecta a todo el cuerpo y solo se cura con la muerte”, citaba a su progenitor luego de pedir la interpelación del ministro del interior radical Enrique “Coti” Nosiglia.
Menem la hizo secretaría de Medio Ambiente. La Fundación Vida Silvestre protestó, porque Julita no tenía pergaminos. Ella prometió limpiar el Riachuelo en 1000 días. Pasado el lapso y 35 millones de dólares después, la Cuenca Matanza-Riachuelo estaba peor. El único antecedente que podía exhibir en la materia era su matrimonio con Francisco Erize, el empresario ecologista, con el que tuvo dos hijos: Francisco y Alvarito. “Con Francisco tuve mi primera relación sexual porque lo admiro. La tuve dos años antes de casarme. Si lo hubiese conocido antes, la habría tenido antes, porque de nadie me había enamorado tanto como de él”, reveló a la revista Noticias.
Se separó luego de los rumores de numerosos amoríos, algunos de los cuales incluso apuntaban a Carlos Menem. “No voy a pasar por el trauma de otras mujeres que descubren de golpe que tienen que entrar a solas a una fiesta. Siempre fui sola a todas partes”, contó. Se jactaba de ser una pionera del topless al mismo tiempo que aseveraba que la liberación de la mujer era una elección individual.
Tuvo enemigos poderosos también en los 90. La resistía el grupo de los “celestes” de José Luis Manzano, Eduardo Menem, Eduardo Bauzá y a Erman González y Domingo Cavallo, a quien Alvaro Alsogaray llamaba “aprendiz de brujo”. Ella también consolaba al padre de la convertibilidad: “A mí me dicen bruja, directamente”. También la comparaban con la Dama de Hierro Margaret Thatcher. “Si es por lo que hizo, sería un elogio”, decía.
A la cumbre por el cambió climático de Kyoto llevó a su peluquero personal Diego impalgiazzo, que además tenía una extensión de su tarjeta de crédito. Como número 2 en la secretaría designó al ex peluquero de Menem, Enrique Kaplan, que corrió la misma suerte en los juzgados.
Símbolo de la corrupción y la ostentación, el fotógrafo de Noticias Osvaldo Dubini la retrató en Las Leñas para la posteridad insinuando una desnudez (falsa) que solo cubría un tapado de su amiga Graciela Borges.
Fue leal a Menem casi hasta el final y expuso en soledad los sobresueldos que cobraban los funcionarios. Solo atinó a calificar como "titubeantes y contradictarias" las declaraciones del ex Presidente frente a los jueces. Creía que la política tradicional -peronistas y radicales- se cubrían entre sí.
Su respuesta más lúcida la hizo en 1989 a Raúl Portal, acaso anticipando su devenir y legado. “El funcionario -decía María Julia- es esencialmente coimeable y vos caes en esa tentación, pero el sistema es así. Hay que cambiar el sistema”, reclamó.