Grupo de WhatsApp. Uno como tantos. Se termina la noche de diversión y es hora de volver a casa. Se escriben mensajes comunes, algunos más graciosos, otros más expresivos producto del consumo de alcohol. Pero al momento del cierre, de culminar la velada, en muchos de esos grupos se toma asistencia. Asistencia de regreso. De regreso sin problemas e inoportunos. “Llegue”, “estoy yendo”, “voy en remis”, “me lleva Lucas”. Hasta que todas no fichan su retorno, el resto siente intranquilidad.
Día a día mueren mujeres y nadie parece tomar conciencia de lo que sucede. Los violadores descargan su sed de locura y a veces -muy de vez en cuando- los atrapan, pero en general, recuperan la libertad al poco tiempo. Pasa algo parecido con los energúmenos que exteriorizan sus problemas asesinando chicas por algún mambo personal. En esa clase de sociedad se vive hoy.
Cuando los problemas trascienden la voluntad propia y colectiva, se espera que la Justicia y el Estado tomen la iniciativa, reaccionen, trabajen para encontrar una solución. Dicho en otras palabras, se espera que muevan el orto. Pero como eso no sucede, como las instituciones fallan y los gobiernos prefieren tomar una decisión en función de un voto y no del bien de los ciudadanos, empezamos a quedarnos solos.
Este fin de semana fue
Anahí Benítez. Hace dos semanas
una pequeña de Tío Pujio que fue al kiosco de la esquina de su casa y meses atrás fueron unas cuantas más. Ahora, en este momento, otra mujer puede estar siendo víctima.
En una parada del colectivo, en el boliche, en el colegio o en sus casas. Chicas, por favor, déjense cuidar. No importa la hora, no importa el lugar. Siempre digan dónde están, hacía dónde se dirigen y cuánto tiempo van a estar allí. Avisen a sus padres, a un hermano, a una amiga u otro familiar. No importa si tienen 12, 17, 25 o 40 años. No anden solas por ahí.
El Estado y la Justicia no las protegerán. Por eso, al menos entre ustedes, chicas, niñas, mujeres y señoras, por favor, déjense cuidar.
Por Nicolás Grimalt