El delantero que dejó el fútbol para donarle el hígado y salvarle la vida a su sobrino
- 23/07/2017 18:34 hs
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Lulo Benítez se retiró y le dio parte de su hígado a Milo, de apenas nueve meses y quien sufría una grave enfermedad.
Alejandro Benítez siempre soñó con ser famoso, con que sus goles se pasaran por televisión y con que los periodistas hicieran cola para entrevistarlo. Lulo, como todos le dicen en Larroque, el pintoresco municipio de la provincia de Entre Ríos en el que nació, creció y aún vive, también es consciente de que nada es sencillo. Y que a pesar de ser uno de los goleadores históricos de Central Larroque (del Torneo Argentino C) la popularidad no se consigue fácil. Sin embargo, por estas horas, lo logró: se convirtió casi en una celebridad. Y el motivo es conmovedor: decidió abandonar el fútbol para donarle parte de su hígado a Milo, uno de sus sobrinos, y, así, salvarle la vida.
De ojos saltones, Milo tiene nueve meses. Y es el tercer hijo de Natalia, la hermana mayor de Alejandro, y de Willy, su cuñado. Apenas nació, los médicos notaron que algo no iba bien. Y al poco tiempo comprobaron que tenía una obstrucción de los conductos que transportan la bilis desde el hígado hasta la vesícula. Es por eso que el único camino para salvarlo era realizarle un trasplante.
Luego de los primeros exámenes, la familia se enteró de que Natalia, la mamá del nene, era compatible. Sin embargo, rápidamente quedó descartada como donante por haber sido operada del corazón. ¿El plan B? Lulo, sí. "Cuando me lo dijeron ni lo dudé. Tenía claro que debía abandonar el fútbol. Pero no me importó. Es más, jamás me voy a arrepentir de lo que hice", contó el ya ex futbolista, desde una cama del hospital Austral, ubicado en Pilar, donde se realizó la intervención.
"Cuando entré al quirófano surgieron un par de inconvenientes. Y los médicos hasta pensaron suspender todo. Gracias a Dios no lo hicieron. Eso sí, en lugar de las tres horas que iba a durar la operación, fueron como siete", relató Benítez en diálogo con TN. Y agregó: "Más duro fue lo de Milo, que estuvo 12 horas. Pero por suerte ya está mejor que yo. Eso me pone feliz".
Con dos drenajes y algunos dolores, Lulo cuenta los minutos para que le den el alta. Aunque siempre destaca que lo primordial es que se la den a su sobrino. "Entró muy mal al hospital, estaba desnutrido, de color verde... Pero ya está recuperando. Creo que si sigue así, va a terminar jugando él en Central Larroque, ja, ja, ja".
La contención que le dio su familia, cuenta, es clave. Y también la de sus compañeros del club, el cuerpo técnico, los dirigentes y hasta sus jefes en la fábrica de pollos en la que trabaja. "Apenas les conté lo que nos estaba pasando, me dijeron que nos tomáramos los días que fueran necesarios. Y que volviéramos cuando nos dieran el alta", detalló. ¿Por qué utiliza el plural? Porque Willy, su cuñado y el papá de Milo, también trabaja allí.
Habituado ya a los análisis y al estricto control de parte de los médicos para ver su evolución, Lulo explicó que cree ser un buen paciente. "Hago caso en todo", dijo. Pero este lunes lo espera un examen muy especial: una ecografía. Aunque no a él, sino a su pareja, quien a fin de año lo hará papá por primera vez en su vida.
"Sí, ella está embarazada. Y estamos muy contentos, muy ilusionados. ¿Qué vamos a tener? Todavía no sabemos, ojalá que en la próxima ecografía se deje ver", aclaró. Y como si su caso fuera uno más, avisó que no sabe si algún día le contará a su futuro hijo/a la historia con Milo. "Es un acto de amor. Si se entera será porque alguien más le contó. Creo que es lo que cualquiera haría por un ser querido".