“Viejos son los trapos”, asegura el dicho popular. Täo Porchon-Lynch y sus 98 años lo confirman: se trata de la profesora de yoga más longeva del mundo (marca avalada por el Libro Guinness de los Récords 2012), que no sólo ejerce su profesión apasionadamente sino que disfruta del buen vino, usa tacos altos y no renuncia a la coquetería.
Nació en India en 1918 pero vive en Nueva York, aunque pasa gran parte de sus días viajando por el mundo de la mano del yoga. En una entrevista a la
BBC, dejó sentada su filosofía de vida: "Nada es imposible, es como cuando te levantás y te decís que éste va a ser el mejor día tu vida. Y lo será. Si ponés tu pensamiento en algo positivo, se podrá materializar. No pienses en cosas malas. Eso me ayudó".
Su relación con la disciplina surgió, quizás sin saberlo, de modo contestatario y con profundo espíritu feminista. A los 8 años, vio gente contorsionando en la playa. "Fui a lo de mi tía y le pregunté: '¿Ellos me dejarían hacerlo?'. Ella me respondió: 'Eso no es un juego, es yoga, y no es para las niñas'. Entonces fue cuando empecé a hacerlo", dijo al
New York Times.
Sus 98 años y su nivel de actividad no son lo único que la convierten en un personaje único. Se codeó, entre otros, con Mahatma Gandhi, Nöel Coward y el Dalai Lama. Además, participa en competencias de baile de salón con parejas de hasta 70 años menos que ella.
Por su parte, su actitud y su nivel de actividad no le hicieron esquivar determinados problemas de salud: "Tuve tres artroplastias de cadera y los doctores me dijeron que no iba a poder hacer una serie de cosas. Les demostré que lo podía hacer y lo sigo haciendo. Tal vez no de la misma manera que cuando era más joven, pero tomo una respiración profunda y hago que sea posible", afirmó.
Según Porchon-Lynch, su mayor alegría al ser la profesora de yoga más longeva del mundo no pasa por una cuestión personal ni de ego. Su verdadero logro, dijo, es ayudar a quienes creen que no pueden, a convencerse de que van a lograrlo.