A los análisis físicos y biológicos se le suman los mentales, para evitar que se transmitan trastornos psíquicos; la opinión de médicos, psicólogos y la mirada desde la bioética.
Ser donante de semen o de óvulos ya no es tan simple. Las clínicas dedicadas a estos tratamientos cada vez se vuelven más exhaustivas: no basta con tener ciertas condiciones físicas y estar sano biológicamente; además, hay que pasar ciertos análisis mentales, que incluyen desde test que miden el nivel intelectual, hasta la detección de trastornos depresivos, esquizofrenia, bipolaridad del donante y sus familiares. El objetivo es controlar el máximo de variables para que el bebe de probeta sea lo más saludable posible.
Los futuros padres exigen ciertas garantías y los profesionales que se dedican a la fertilización asistida quieren reducir riesgos y garantizar calidad en su servicio. El director de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer), Sergio Papier, señala que es una recomendación de esta institución de referencia que los centros de fertilización tengan una mirada multidisciplinaria para seleccionar al donante de semen o de óvulos. "Es tan importante lo físico como lo psíquico", dice. Se explaya en esto último: "Tenemos la obligación de detectar afecciones psiquiátricas como esquizofrenia, por ejemplo, ya que esa predisposición genética se puede trasladar al bebe".
Además de la esquizofrenia, en los centro de fertilización consultados, psicólogos y psiquiatras intentan detectar trastornos del ánimo como bipolaridad, depresión, ansiedad, ataques de pánico, etc; también, indagan en los postulantes -y en sus ancestros- adicciones como alcohol, drogas, problemas de bulimia y anorexia, alzheimer, entre otros; hacen una especie de screening de la personalidad para evitar rasgos conflictivos; y, por último, miden el nivel intelectual.
El doctor Fernando Neuspiller, director de la Clínica de Infertilidad IVI Buenos Aires, miembro de Samer, señala que en su centro privado realizan estudios clínicos, médicos, análisis de sangre, genéticos y psicológicos. "Las receptoras tienen alta inquietud en saber quién dona. Nos parece justo contarles que el donante tiene determinado perfil para tranquilizarlas", dice. "Cada vez le damos más importancia a lo psíquico porque hay una serie de trastornos que podrían ser hereditarios y se puede evitar esa reproducción. Cada vez es más estricta la selección de donantes".
Quien se ocupa personalmente de los análisis en IVI es la psicóloga Claudia Azar, que explica: "Así como antes había sólo un protocolo médico para detectar enfermedades físicas, ahora tenemos un protocolo psicológico que trata de descartar enfermedades mentales más controlables". Para acceder a la mente del paciente realiza varias entrevistas y test. "Si bien no está comprobado científicamente que se transmitan genéticamente, puede haber predisposición, es decir, que el medio ambiente va a determinar que se desarrolle o no. Son datos importantes para nosotros a modo de prevención".
Para la psicóloga Pilar Regalado, al cargo del área de salud mental del banco de semen Reprobank, también la salud psíquica es una de las áreas fundamentales de los candidatos a donar. "En el banco hay que pensar en las personas que reciben. Tenemos que ofrecerles donantes con una salud óptima en todo sentido, por eso se evalúa la salud integral: sangre, semen, estado físico y ajuste psicológico", enumera. Se detiene en la evaluación de lo que considera la salud mental de los donantes, su especialidad. "La valoración psicológica es exhaustiva: se busca la existencia de psicopatologías graves y de tratamientos psiquiátricos o psicológicos a lo largo de la vida para hacer un historial de psicopatologías; para evaluarlo tenemos como una Biblia", dice.
En este punto, ejemplifica con algunos aspirantes que no pasaron la prueba. "Hemos tenido hombres que estaban medicados con antipsicóticos por esquizofrenia. Hubo uno que incluso estaba bien medicado, pero le expliqué que los medicamentos pueden afectar la calidad de los espermatozoides. Lo entendió", cuenta Regalado.
La especialista de Reprobank agrega que también se busca medir "el ajuste o estabilidad psicológica actual", es decir, se explora en detalle las motivaciones de ser donante. Finalmente, se evalúa al candidato en función de las posibles emociones, dudas o titubeos que pueda tener durante el proceso de donar.
Evitar arrepentidos
Sobre esta última cuestión hace especial énfasis la psicóloga especialista en fertilidad Rut Willner. Para explicarlo hace un poco de historia. Recuerda que la donación de semen es una práctica muy antigua que data de fines del siglo XVIII y que, en un principio, los donantes eran personas allegadas a los matrimonios en los que los maridos no lograban embarazar a sus mujeres.
"A partir de la posibilidad de criopreservar espermatozoides, la donación fue tornándose cada vez más anónima. Antes, cada varón que acercaba su muestra a un banco de semen era entrevistado haciendo especial hincapié en sus hábitos de vida y en su historial de salud, intentando detectar posibles conductas de riesgo que podían llegar a explicar ciertos hallazgos de laboratorio. Incluir a un hombre en el registro de donante de semen implicaba la firma de un consentimiento informado, a través del cual se le esclarecía acerca de los alcances de su accionar y se dejaba constancia de que la donación era anónima, lo que implicaba que el donante no tenía derechos ni obligaciones para con el futuro niño que pudiere nacer gracias a su aporte".
El proyecto de reforma del Código Civil cambia las reglas de juego. Establece el derecho de todo niño a conocer su origen genético, lo cual incluye los datos filiatorios de los donantes, en aquellos casos en que se hubiere recurrido a semen de banco. "Los donantes, más allá de su historia médica y de la información sobre su salud que provean, deberán estar preparados para comprender las implicancias de la donación, como así también consentir un posible contacto con la persona que naciere a través de su semen a partir de la mayoría de edad", informa Willner. Para poder tomar esta decisión, agrega, "se requiere de personas que estén en condiciones psíquicas y afectivas de comprender la información que se les provée y consentir o rechazar la donación de sus gametas. Para esto existen las evaluaciones y los criterios psiquiátricos de exclusión".
Willner analiza a los actores y sintetiza. "Desde el punto de vista de los pacientes receptores de las gametas, la ausencia de indicadores de psicopatología severa constituye una tranquilidad por evitar la transmisión de enfermedades psiquiátricas graves y también al considerar la factibilidad un posible futuro acercamiento del hijo que pudiere nacer con su genitor. Desde el punto de vista de los donantes, la intervención de un agente de salud mental les permite dimensionar su acción y las implicancias de la misma en un futuro. Desde el punto de vista de los bancos de semen y de los centros de reproducción, contar con este screening de psicopatología, los estaría eximiendo de responsabilidades sobre posibles actitudes y conductas derivadas de la salud mental de los donantes".
El planteo ético
En Un mundo feliz, la obra de A. Huxley, se anticipaba el desarrollo en tecnología reproductiva, cultivos humanos e hipnopedia que, combinados, cambiaban radicalmente la sociedad. Avanzada tecnológicamente, la humanidad iría hacia un lugar más saludable, aunque con el riesgo de reducir la diversidad en todas sus formas.
Estos exámenes cada vez más exhaustivos en los métodos de reproducción artificial, ¿no implican un modo de selección de especie donde sólo tienen permiso de nacer los más fuertes? ¿Qué mirada se puede dar desde la ética?
El obispo auxiliar de La Plata, Alberto Bochatey, especializado en Bioética, considera que la fertilización asistida tiene un problema ético de base, "que es la sustitución del acto procreativo". Se explaya: "Incluso todo el dinero y esfuerzo de investigación que se destina a esas técnicas no se ha volcado para tratar de eliminar la esterilidad. Se trata de sustituir un problema y no curar una enfermedad".
Al detenerse en la selección cada vez más estricta de donantes, señala: "Esto nos va demostrando cómo la comunidad científica encuentra dificultades cada vez mayores para poder realizar estas técnicas que van en contra de la naturaleza, que son demasiado artificiales y no dan buenos resultados". Habla del "fracaso" de los tratamientos y cuestiona los controles cada vez más exhaustivos. "Tienen la fantasía de controlar variables que no dependen de la genética", dice. Y ejemplifica: "Están viendo si un adulto fue depresivo para dejarlo afuera de esta técnica, cuando no necesariamente hay ahí una cuestión genética sino que está condicionado por el ambiente. Si no están corroboradas científicamente estas presunciones, allí también hay una falta de ética".
Con una mirada menos crítica, la investigadora de Conicet y directora del programa de Bioética de la Flacso Florencia Luna sostiene: "Me parece un poco fuerte pensar que estas tecnologías van a ayudar a una nueva forma de selección de la especie. Pero llama la atención ver todo lo que se le solicita a un donante". Agrega que es evidente que lo que se busca es un donante considerado "sano". Y afirma: "La salud mental es tan importante como la física y así como se estudia al donante para evitar que transmita ciertas enfermedades genéticas u otras, creo que es correcto también evitar transmitir enfermedades mentales que se transmiten por herencia".
Al problematizarse sobre la cuestión ética, la ex presidenta de la International Association of Bioethics, apunta: "En realidad uno podría leer toda la historia de la medicina como una lucha contra lo natural (las enfermedades y la muerte son lo natural); la medicina trata de 'salvarnos' de esas enfermedades, discapacidades o muertes y se centra, fundamentalmente, en la búsqueda de la salud. Esta selección del donante se inscribe dentro de esta lógica". Y enfatiza: "No es reprochable éticamente. Se trata de evitar hacer daño a un tercero: primum non nocere [lo primero es no hacer daño]".
En este sentido, rescata que esta postura es totalmente afín a la ética médica.
Fuente: La Nación