Donald Trump, se sabe, es un excéntrico multimillonario del real estate devenido presidente electo de los Estados Unidos. Pero además de sus lujosas torres erigidas en todo el mundo y su flota de autos de colección, también es el dueño de un Boeing 757 que tiene todos los lujos dignos de un hombre con un patrimonio valuado en más de USD 4.500 millones.
A Trump le gusta viajar con estilo, y durante estos meses de campaña, su avión ha sido prácticamente su segundo hogar. Las amenities que ofrece son varias; por ejemplo, cuenta con una exclusiva suite privada para relajarse con almohadas y almohadones adornados con su escudo familiar. ¿Los materiales usados para decorar este lugar? El mármol y el oro.
La aeronave fue apodada por la prensa como la "Trump Force One", un juego de palabras que se refiere al Air Force One, el avión presidencial de Estados Unidos. Este Boeing fue adquirido por el magnate en 2001, y reemplazó a su avión anterior, un Boeing 727 de 1969. Sin embargo, la renovación no fue suficiente, y necesitó que le fueran realizados algunos ajustes.
Este Boeing también posee un baño con ducha privada y apliques y terminaciones realizadas en oro de 24 kilates, material que predomina en esta nave y del que también están hechos los cinturones de seguridad. Abundan también las pantallas planas gigantes para seguir las noticias minuto a minuto durante esta campaña electoral o para desconectarse (viaja con una colección de más de mil películas).
El Boeing 757 tiene espacio para 43 suertudos pasajeros, que vuelan gracias a motores Rolls-Royce RB211, que no son los más eficientes a la hora del consumo de combustible, pero son increíblemente poderosos. Los asientos disponen de sistemas de entretenimiento personales, y se transforman en camas. Además, posee un comedor y una habitación privada para invitados.
A pesar de todo este lujo, Trump confesó que le encanta comer fast food abordo de su avión, ya que "al menos uno sabe lo que tiene adentro". ¿Sus comidas preferidas? El combo Big Mac con papas fritas –aunque tampoco le dice que no a un balde de Kentucky Fried Chicken– y, sorprendentemente, Coca-Cola Light.