“Del trabajo a casa y de casa al trabajo”, la consigna de Perón cada vez se cumple menos, es que las agendas siguen cargadas después de la jornada laboral y para cumplir con las obligaciones y disfrutar del ocio se resignan horas de sueño.

Según un estudio de Regus, el 28% de los empresarios y empleados argentinos están durmiendo menos de lo que quisieran para equilibrar su vida personal y laboral. Acostarse más tarde o levantarse más temprano parecen ser las únicas opciones accesibles para ganarle a las jornadas laborales extendidas. Sin embargo los empleados tienen otras ideas mejores, para el 34% de ellos destinar menos tiempo a los desplazamiento hacia y desde el trabajo sería una buena solución; mientras que para el 22% la flexibilidad en la ubicación (poder elegir desde dónde trabajar) funcionaría como un paliativo. Los efectos de dormir poco o mal “son devastadores”, señala Mirta Averbuch, jefa de la Unidad de Medicina del Sueño del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, ya que produce “cambios en el carácter, mayor tendencia a engordar e incremento en las posibilidades de contraer enfermedades porque durante el sueño se activa el sistema inmunológico”, explica. El cansancio también afecta las funciones cognitivas, por eso “las personas con somnolencia tienden a cometer mayor número de errores en el trabajo”, indica Averbuch. Los rubros donde la falta de sueño es más común son de los más sensibles: “médicos de guardia, enfermeras y vigiladores”, detalla la especialista. “Hace poco atendí a un paciente, piloto de una aerolínea, que me consultaba porque se queda dormido durante los vuelos”, cuenta a modo de ejemplo.

Pero según el estudio de Regus, son pocas las firmas que se preocupan por el descanso de sus empleados, ya que sólo el 41% de las empresas implementa un entorno de trabajo flexible en su base administrativa. Al imponer estos esquemas también se beneficiarían ellas mismas, ya que el trabajo flexible mejora la productividad en un 77% y ayuda a la retención del personal en un 82% de los casos.

Claro que unas décadas atrás, el sueño no era un motivo de preocupación para los empleadores. “Diversos estudios demostraron que en promedio se duerme unas dos horas menos que hace 60 años”, cuenta Daniel Vigo, investigador del CONICET en el laboratorio de Neurociencias de la Facultad de Ciencias Médicas de la UCA.

Parece que el sueño quedó desprestigiado frente al avance tecnológico: el teléfono celular, Internet y la televisión fueron restándole horas al descanso para sumarlas a la vigilia. “Se trata de una verdadera “mutación ambiental”, por la que se ha perdido en gran medida la experiencia de un día y una noche diferenciados, y para la que nuestro cuerpo no está preparado”, explica Vigo.

¿Cuánto se necesita dormir por noche? La respuesta depende de cada uno.

“En promedio, un adulto joven necesita entre 7 y 8 horas de sueño, pero algunos requieren más y otros menos”, sostiene Vigo. Las diferencias radican en los genes: diversos trabajos científicos demostraron la relación entre el dormir poco y la variación en la secuencia de algunos genes. Un estudio de la Universidad Ludwig Maximilians descubrió que las personas portadoras del gen ABCC9 necesitan dormir más. Hasta que las empresas ofrezcan un esquema de trabajo más flexible, los empleados pueden hacer uso de las siestas energéticas, de no más de media hora que otorgan beneficios probados: aumentan la capacidad de concentración, estimulan la creatividad y mejoran el humor.