Viajaron más lejos que nadie, pero lo pagaron caro. Los astronautas del programa espacial Apolo sufren problemas cardiovasculares debidos a la radiación cósmica galáctica que recibieron cuando salieron al espacio. Tanto es así que el 43% de los que ya han fallecido murieron por este motivo. Es hasta cinco veces más de lo que sucede entre astronautas que no han volado o lo han hecho más cerca de la Tierra. Así lo afirma un estudio de la Universidad Estatal de Florida (Estados Unidos) que publica la revista Scientific Reports.
El programa Apolo estuvo en marcha entre 1961 y 1972 y bajo su paraguas se llevaron a cabo 11 vuelos tripulados en sus últimos cuatro años. Nueve de esas expediciones llegaron más allá de la órbita de la Tierra y se adentraron en el espacio profundo. El profesor Michael Delp, decano de la Escuela de Ciencias Humanas de la entidad académica americana donde se ha realizado el que es el primer estudio sobre la mortalidad del Apolo, explica que quienes formaron parte de las misiones lunares se expusieron a niveles de radiación como ningún otro astronauta. "Sabemos muy poco de los efectos de la radiación del espacio profundo en la salud humana, en particular, sobre el sistema cardiovascular", dice Delp, pero asegura que esta investigación es el "primer vistazo a sus efectos adversos".
Para entender mejor este proceso, el equipo de Delp analizó el efecto de una radiación similar en ratones durante seis meses -el equivalente a 20 años humanos-. Pasado ese tiempo, los ratones mostraban un defecto en las arteriasque se sabe que conduce al desarrollo de enfermedades arterioscleróticas en humanos. "Lo que muestran los ratones es que la radiación del espacio profundo es dañina para la salud vascular", apunta Delp.
Un estudio con vistas al futuro
La investigación de Delp llega en un momento clave. La NASA ha desvelado sus planes para orbitar la Luna entre 2020 y 2030 como preparación para los vuelos tripulados a Marte. Rusia, China y la Agencia Espacial Europea, por su parte, también están estudiando futuras misiones lunares. Y por si fuera poco, SpaceX, la empresa norteamericana de transporte aeroespacial propiedad de Elon Musk, se ha propuesto enviar humanos a Marte para 2026. De ahí la necesidad de llevar a cabo estudios de este tipo.
En la Tierra también estamos expuestos a otro tipo de radiación. El problema es que, "a la misma dosis, la radiación espacial es mucho más dañina para los tejidos corporales", explica Delp a EL MUNDO. "Sin embargo, en la Tierra se usan dosis más elevadas de radiación en clínica, como los rayos X o la utilizada en tratamientos contra el cáncer, que a las que se exponen los astronautas", matiza. "El transporte aéreo expone a la gente a mayores niveles de radiación cósmica, sobre todo, a aquéllos que viajan con frecuencia o los que lo hacen a través de los círculos polares", añade Karen Jonscher, investigadora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado (EEUU).
"Quizás nuevos diseños de naves espaciales podrán ofrecer un mejor blindaje contra la radiación cósmica", aventura Delp y, aunque reconoce que ése no es su campo de trabajo, indica que "uno de los retos para futuros vuelos espaciales es encontrar maneras para mitigar los efectos de la radiación". "La principal forma de proteger a los astronautas en el espacio profundo es mejorar el blindaje y limitar el tiempo de exposición a la radiación", añade Jonscher. En cualquier caso, a la vuelta a la Tierra, se puede tratar de revertir estos efectos: "La dieta y el ejercicio pueden ser efectivos; en particular, la comida rica en antioxidantes", apunta este investigador.
No es un problema exclusivo del espacio
El exigente entrenamiento al que se someten todos los astronautas y su acceso a tratamientos médicos de alto nivel implica que su estado de salud suele ser mejor que el de la población general, de ahí la importancia que los autores del estudio atribuyen a estos datos. En cambio, para el vicepresidente de la Fundación Española del Corazón, José Luis Palma, no es tan relevante: "En Estados Unidos, en torno al 35% de las muertes se deben a problemas cardiovasculares, y en ese porcentaje están incluidos todos los grupos de edad. Hay que tener en cuenta que buena parte de estos astronautas fallecieron a edades avanzadas, cuando la probabilidad de sufrir este tipo de dolencias es mayor".
De los 24 hombres que viajaron al espacio profundo en las misiones lunares del Apolo, ocho ya han fallecido y siete de ellos entraron a formar parte del estudio. A juicio de Palma, se trata de un número pequeño para extraer conclusiones y, además, echa en falta otro tipo de estudios adicionales: "Lo sorprendente sería que en la necropsia de estos astronautas se viera que las lesiones, por ejemplo, en las arterias coronarias fueran diferentes al proceso arteriosclerótico común". Salir al espacio, en cualquier caso, parece que no sale gratis en términos de salud.
Los otros males del espacio
Los problemas cardiovasculares no son el único peaje que los astronautas pagan por salir de la Tierra. 13 días y medio bastaron para que unos ratones enviados al espacio incrementasen los niveles de grasa almacenada en su hígado y perdiesen retinol, una forma de vitamina A. Como consecuencia, evidenciaban signos de esteatohepatitis no alcohólica, un indicador del inicio de la fibrosis y que no en todos los casos puede revertirse. La pérdida de masa ósea es otro de los efectos adversos, dado que el esqueleto apenas sujeta el cuerpo; esta disminución es similar a la causada por la osteoporosis, enfermedad asociada al envejecimiento. Para minimizar estos efectos, los astronautas deben ejercitarse a diario y tomar suplementos de calcio; con todo, pueden llegar aperder entre el 20 y el 30% de masa ósea. El aumento de la presión intracraneal, arritmias, bajadas en la presión arterial y los trastornos del sueño son otros de los problemas a los que los astronautas deben hacer frente.