La última década fue testigo de tendencias que llegaron para quedarse. En un mundo en donde el ser humano es propenso a seguir una dieta sin restricciones de grupos alimenticios (la exclusión se da en aquellas personas que sufren enfermedades que los limitan a ciertos productos), veganismo, vegetarianismo y crudismo son algunas de las corrientes que trascendieron y ganaron importancia. Sus seguidores eligen estas dietas porque van más allá de ser una forma de alimentarse. Para ellos representa un estilo de vida. Y como toda rutina, genera efectos y consecuencias.
Una de ellas se da en la economía, ya que no todas afectan por igual el bolsillo de las personas que las siguen. Las tres tienen algo en común: precisan de productos específicos, en donde algunos se venden en lugares puntuales y su precio -muchas veces- no es accesible para todos los trabajadores. Ser crudista -por ejemplo- encuentra en su filosofía la idea de sumergirse en el mundo de alimentos muy específicos como el sashimi, carpaccio y los productos lácteos no pasteurizados. Esta corriente -a priori- es la más costosa de las tres.
El veganismo y vegetarianismo se diferencian del crudismo en varias cuestiones. Una de ellas es la accesibilidad económica a los productos que se incluyen en este tipo de alimentación. Una visita al supermercado dejando de lado la carne, el pescado, el queso, la manteca y otros alimentos concluirá en una compra menos costosa.
La nutricionista Denise Ferrero (MN 8.428) remarcó que es fundamental contemplar la calidad nutricional de cada uno de los tipos de insumos: "La dieta vegetariana, realizada de manera adecuada, no ocasiona inconvenientes vitamínicos. Todo lo contrario. Puede traer beneficios, como menor riesgo de hipercolesterolemia y enfermedad cardiovascular por su alto contenido de fibra soluble. La eliminación de un solo alimento de origen animal (las carnes) es significativo a la hora de recortar gastos y suplir el hierro, las proteínas y las vitaminascon otros alimentos más baratos".
"Los veganos no incluyen ningún alimento de origen animal (lácteos, carnes y huevos). El problema es la vitamina B12, esencial para el metabolismo de nutrientes, sólo se encuentra en esos alimentos. La vitamina B12 es fundamental, por eso, en estos casos es clave consumir alimentos fortificados con este nutriente, para cubrir la deficiencia. Al igual que en la dieta vegetariana, encontrar variantes económicas es mucho más factible", explicó la especialista Ferrero.
Para completar el grupo de tres, las personas crudistas se distinguen por comer sólo alimentos crudos y en su mayoría orgánicos. "Los alimentos sin cocción son menos digeridos que los cocidos y además tienen un alto riesgo de contaminación, ya que pueden permanecer microorganismos causantes de enfermedades que son destruidos por el calor. Teniendo en cuenta que los insumos orgánicos son mas costosos -por su menor oferta y su producción en volúmenes pequeños- en cualquier dieta que se los incluya, aumentará su costo", dijo Ferrero.
La licenciada en nutrición Laura Romano (MN 5.972) sostuvo que "por el momento no existen estudios científicos que demuestran que una dieta a base de alimentos crudos sea más beneficiosa para la salud que una que contenga tanto crudos como cocidos. Por el contrario, varios estudios indican que no sólo puede ser peligrosa debido al mayor riesgo de las intoxicaciones alimentarias, sino que también pueden aparecer deficiencias en algunos micronutrientes como la vitamina B12, hierro, zinc y vitamina D".
(Infobae)