Un nuevo estudio actualiza los datos de informes anteriores, que señalaban que el fenómeno se daría en miles de años; el cambio climático, la causa.
Hace medio siglo que los climatólogos catalogan el casquete polar del sector occidental de la Antártida como una especie de espada de Damocles que pende sobre la civilización. Estiman que ese vasto manto de hielo, más grande que México, podría derretirse por el cambio climático, lo que provocaría que los niveles de los océanos se eleven 3,5 metros o más. Los investigadores suponen que el fenómeno tardaría cientos o miles de años en producirse, aunque un nuevo estudio plantea que el escenario se daría mucho antes de lo previsto.
Según un informe publicado hace unas semanas en la revista Nature, la emisión sostenida de gases de efecto invernadero podría desencadenar la desintegración de esa capa polar en las próximas décadas. Para fines de este siglo, la cantidad de agua que se liberaría a los océanos haría subir el nivel de los mares casi un metro.
El estudio reveló que, sumado al derretimiento del hielo en otras regiones, el ascenso total de las aguas podría ser para 2100 de entre 1,5 y 1,8 metros. La cifra duplica el aumento que hace apenas tres años informó un panel de especialistas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y es tan alta que quizá genere una profunda crisis humanitaria.
Según los investigadores, la situación se agravaría incluso más allá de 2100. Se prevé un ascenso de los mares a un ritmo de 30 centímetros por década durante el siglo XXII. "No estamos diciendo que definitivamente va a ocurrir", dijo David Pollard, investigador de la Universidad Estatal de Pensilvania y coautor del nuevo informe con Robert M. DeConto, de la Universidad de Massachusetts. "Pero nuestra intención es apuntar a que existe el riesgo, al que se debería prestar mayor atención", señaló.
El efecto en el largo plazo sería el hundimiento de las costas de todo el mundo y de muchas grandes ciudades. En el peor de los escenarios pronosticados, por ejemplo, las chances de Nueva York de sobrevivir otros 400 años parecen muy remotas. Miami, Nueva Orleans, Londres, Venecia, Shanghai, Hong Kong y Sydney correrían la misma suerte. En principio, sería posible construir defensas costeras para proteger las ciudades más densamente pobladas.
Un trabajo minucioso
La nueva investigación surge de una versión mejorada del modelo de simulación computarizado de la Antártida y su complejo paisaje de rocas y glaciares. Esto se usa para detectar los factores que amenazan la estabilidad del casquete polar. La nueva versión permitió, por primera vez, reproducir los niveles de los océanos en otras épocas. El dato fue fundamental para proyectar los registros futuros de los niveles de los mares.
Varios especialistas que no participaron del estudio destacaron su relevancia. Y hasta lo catalogaron como un "hito científico". Pero, aun así, estiman que no es determinante. En una entrevista concedida hace un par de semanas, DeConto relató los años de trabajo frustrante. El modelo computarizado que diseñaron logró explicar de manera sofisticada el comportamiento actual de la capa de hielo, aunque falló al analizar el pasado.
En la simulación, por ejemplo, salvo que se elevaran las temperaturas mundiales a extremos poco realistas, el hielo no se derretía como para hacer subir las aguas al mismo nivel que alcanzaron en eras geológicas anteriores, cuando la atmósfera o el océano eran más cálidos.
"Sabíamos que nos faltaba algo", confesó DeConto. Ahí apareció el especialista en glaciaciones de la Universidad Estatal de Pensilvania, Richard B. Alley, con una recomendación: que los científicos consideraran lo que ocurriría si el aumento de la temperatura afectara a las vastas plataformas de hielo flotante que son barrera de contención del casquete polar. Si se perdiera esa protección, lo más probable sería la formación de gigantescos riscos de hielo. Para Alley, serían tan altos que en algunos puntos se volverían inestables. Además, el calentamiento de la atmósfera probablemente aceleraría el derretimiento de su superficie durante el verano, debilitándolos aún más.
Alley presupone que el resultado podría ser una veloz contracción del casquete polar por el desprendimiento de los riscos, que caerían al mar.
En funcionamiento
Cuando DeConto y Pollard desarrollaron los algoritmos necesarios para calcular la inestabilidad de los riscos, el modelo empezó a funcionar. El paso siguiente fue calcular lo que ocurriría si el cambio climático avanzaba. La respuesta fue que el sector occidental de la Antártida empezaría a desintegrarse a partir de 2050.
Tarde o temprano, también las partes altas, vulnerables y más frías del casquete polar del sector oriental comenzarían a colapsar en 2500. Así, se registraría un aumento de 14 metros en el nivel de los mares, junto con la llegada de agua de otras partes del planeta.
Con un esfuerzo real y constante para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, se podría salvar la Antártida. De este modo, el informe no permite llegar a la conclusión, como lo hacen otros, de que la desintegración gradual de la Antártida es irreversible.
Efecto dominó
Según el doctor Jorge Codignotto, si el nivel de los océanos ascendiera 1,5 m, desaparecería lo que está por debajo de las barrancas en San Isidro, Parque Lezama, Quilmes... En el Río de la Plata ya se registró un ascenso de 20 cm. Mañana, a las 18, el científico disertará sobre estos temas en la Academia Argentina del Ambiente, Av. Santa Fe 1445.