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04/04/2016 10:06 hs

Golshifteh Farahani, la actriz iraní que desafía a los ayatolás

Internacionales - 04/04/2016 10:06 hs
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La intérprete siempre se ha opuesto a las injusticias y a la violencia contra las mujeres. Como relataba a principios de enero a la publicación india 'The Hindu', con 16 años se afeitó la cabeza para no llevar velo.

Hay un poema del sufí Farid al-Din Attar (siglo XII) que relata la reacción de tres mariposas frente a la llama de una vela. La primera se limita a acercarse y asegura: "Sé de amor". La segunda roza suavemente el fuego con las alas y afirma: "Sé cómo el amor puede quemar". Y la tercera se lanza al corazón mismo de la luz y se consume, conociendo así el amor verdadero.

Cuando le preguntas a la actriz Golshifteh Farahani (Teherán, 1983) por su espíritu desafiante, se compara a la mariposa temeraria. La intérprete siempre se ha opuesto a las injusticias y a la violencia contra las mujeres. Como relataba a principios de enero a la publicación india 'The Hindu', con 16 años se afeitó la cabeza para no llevar velo. De día acudía a clase tocada con pañuelo, pero al caer la tarde se transformaba en su alter ego masculino, Ameer, y salía a la calle a jugar al baloncesto.

El teatro entró en su vida a los seis años, y el cine, a los 14. Al cumplir 25 se convirtió en la primera actriz iraní en rodar en Hollywood tras la Revolución Islámica. El hito se produjo en la película 'Red de mentiras' (Ridley Scott, 2008), protagonizada por Leonardo DiCaprio. Tras el estreno, Golshifteh fue retenida en su país y se le retiró el pasaporte. Los censores le reprochaban el atrevimiento de actuar sin velo y pasear a rostro descubierto en la alfombra roja del estreno en Nueva York. Tras meses de interrogatorios y presiones, periodo en el que se le impidió viajar a Londres a rodar la superproducción 'El príncipe de Persia' (Mike Newell, 2010), la intérprete escapó del régimen de los ayatolás durante la promoción de la película 'About Elly', de Asghar Farhadi, ganadora del Oso de Plata al mejor director en Berlín.

Desde entonces vive en Francia, y su curriculum adquiere cuerpo con la alternancia de proyectos independientes y grandes producciones. El próximo 1 de abril estrena Altamira, del director de 'Carros de fuego', Hugh Hudson. El drama, que relata el descubrimiento de las primeras pinturas prehistóricas, está protagonizado por Antonio Banderas. Y en el horizonte tiene la nueva película de Jim Jarmusch, Paterson, y un rol en la quinta entrega de la franquicia Piratas del Caribe.

"He vivido mi vida en el exilio, pero los dictadores me hicieron el mayor regalo, porque al perder mi país, gané el mundo. Estoy muy agradecida por todas las cosas horribles a las que me sometieron, ya que me dieron la oportunidad de acceder a un universo mayor. Y en esta libertad nadie puede arrebatarme Irán", clamó la actriz durante la presentación en el pasado Festival de Cannes de Les Deux Amis, debut en la dirección de su exnovio y ahora gran amigo Louis Garrel.

En el primer borrador del guión interpretaba a una iraní que no podía regresar a su país. Pero Farahani estaba muy afectada y no quería encarnar a alguien marcado por su origen y su pasado, de modo que decidieron que su personaje disfrutara del tercer grado penitenciario. "Con la idea del régimen abierto evité ser encasillada por el lugar de donde procedo, algo que sucede habitualmente en Francia. Mi objetivo es romper esa barrera y convencer al espectador de que puedo ser tan solo un ser humano, sin las anclas de mi procedencia", aspira la actriz.

Golshifteh ha salido victoriosa en su lucha contra el encasillamiento. Su filmografía es un crisol de nacionalidades. Ha interpretado a personajes de la India, Líbano, Egipto, EEUU, España, Kurdistán, Francia, Afganistán...

Afirma que utiliza el cine como medio de evasión. "Ponerme delante de la cámara me sirve de terapia. El oficio de actor es pura espiritualidad, implica estar conectado con momentos presentes de verdad absoluta. No hay enjuiciamiento en la mente de nadie, porque en ese instante te conviertes en el personaje que interpretas", describe.

Habla desde el dolor y el conocimiento de causa. A partir de que se instalara en Francia han sido muchos los juicios públicos a los que se ha sometido. En 2012 la actriz mostró uno de sus pechos en un vídeo promocional para los premios César. La campaña destacaba a diversas estrellas emergentes del cine francés exhibiendo diferentes partes de su físico, en una metáfora de su compromiso en cuerpo y alma con el Séptimo Arte.

El furor y la controversia que despertó su aparición a lo Libertad guiando al pueblo, de Delacroix, fue tal que días después de la emisión su padre recibió la llamada de un oficial de la Corte Suprema de la República Islámica amenazándole con llevarle los pechos de su hija en una bandeja en caso de que a Golshifteh se le ocurriera regresar a Irán. Su progenitor es un director de teatro curtido como disidente tanto bajo el régimen del Sha como en el de Jomeini, pero no pudo resistir la presión y acabó ingresado en el hospital.

"La gente de mi país vive asustada, porque este régimen es terrible. Pero cualquier movimiento supone sacrificios, hay una causa y un mensaje mayores en mis actos. A pesar de todo, sé que no tocarán a mi familia, porque muchos hijos de los dictadores están en contra de sus padres. De modo que si quieren aplicar leyes en que las acusaciones a los hijos sean pagadas por sus progenitores, tendrán que ejecutar a sus propios vástagos. Irán no está tan mal. No es Corea del Norte", concluye Farahani.

Lejos de amilanarse tras aquella llamada telefónica, la mariposa que aletea en su interior no atenuó el batir de sus alas. La actriz respondió desnudándose en un posado para el magazine galo 'Egoiste'. Durante su participación el año pasado en Cannes -en uno de los paneles de discusión de las jornadas 'Women in Motion', en pro de la igualdad de las mujeres en el cine-, manifestó que su intención con ese reportaje era clamar: "¿Cuál es vuestro problema? Miradme. ¿Soy una amenaza? ¿Por qué existe tanto temor hacia las mujeres? ¿Por qué todo consiste en cubrirnos con un velo?".

Desde que la actriz dejó su país, hace ya siete años, se ve con sus padres en tierras extrañas. Uno de los últimos encuentros tuvo lugar en Goa, en enero. Y es que, siempre que sus rodajes se lo permiten, Golshifteh pone rumbo, preferiblemente, a destinos donde la gente haya renunciado a vivir en sociedad. "Solía ir mucho a la India y ahora visito Brasil y Australia. Nadie te pregunta de dónde procedes o a qué te dedicas, ni siquiera cuál es tu nombre. Aprendí las mayores lecciones de mi vida de personas que no eran importantes en la sociedad, sin techo y pastores del desierto. Voy donde la humanidad es un gran valor".

Es su fórmula para reencontrarse, para, en sus propias palabras, evitar las trampas de su oficio, que pasan por "volverse egocéntrica, perder el contacto con la realidad y terminar tomando pastillas y loca, suicida o estúpida".

Una de sus vías de escape es la música. De hecho, su primer amor no fue la interpretación, sino el ritmo. A los cuatro años tocaba el piano. "Me dejan en una habitación llena de instrumentos y terminó haciéndome con la mayoría. Siempre he pensado que soy músico antes que actriz, porque mi relación con el entorno surge sobre todo a través de los oídos. Para mí la divinidad está en la música y la naturaleza".

Hoy por hoy no tiene piano, pero asegura que conseguirá hacerse con uno en el futuro. Siempre la acompaña, en cambio, un hang, instrumento de percusión que toca en la calle. "Es mi vida paralela, bastante ajena del glamour de las alfombras rojas", explica.

Pero este privilegio de vivir a espaldas de la fama tiene visos de inminente evanescencia. En 2017 se estrenará una nueva entrega de las aventuras de Jack Sparrow, en la que Golshifteh interpretará a una bruja: "Una ley no escrita te obliga a participar en estos taquillazos para luego hacer lo que quieres, que en mi caso es cine independiente".

La Elizabeth Taylor persa, como ha venido en llamarla la novelista gráfica y directora iraní Marjane Satrapi, piensa de corazón que el cine puede ayudar a su tierra. "Es especialmente beneficioso en aquellos países que viven bajo una dictadura, porque el arte y la cultura son el fuego que arde en los corazones de la gente y los peores dictadores pueden quemarse en esa llama", concluye.

El Mundo
 

Una foto publicada por Golshifteh Farahani (@golfarahani) el

 

#RoseWater

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With Irfan Khaan

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