El asesinato de un hombre que ejercía está práctica volvió a poner en foco a este fenómeno de la diversidad sexual, que aparece en los primeros años de vida. Quiénes lo cultivan y cuál es el lugar en Buenos Aires en el que se asesoran.
Las crossdressers son hombres que se visten de mujer sólo en ciertas ocasiones, pero viven sus vidas como varones, por lo que se diferencian de travestis y transexuales, y quienes lo practican tienen un lugar en Buenos Aires que los asesora para cumplir su fantasía.
Se trata de hombres "que cultivan la feminidad como valor en la estética visual y el fetiche de las ropas de mujer en el cotidiano", explicó el sociólogo Carlos Fígari en su texto "Todo sexo es político".
Allí detalló que, en general, sólo se visten para reuniones íntimas y nunca dejan de considerarse hombres, si bien aclaró que una crossdresser puede identificarse como heterosexual, gay o bisexual.
"La transgresión en el campo erótico está en la apariencia, que incluye la vestimenta pero también la gestualidad y los comportamientos sexuales. Una crossdresser heterosexual no pretende un par masculino en la cama sino una mujer", escribió Fígari.
Claudia Molina es vestuarista y maquilladora y dueña de Crossdressing Buenos Aires, donde ella brinda asesoramiento estético a hombres que "tienen la fantasía, el fetiche de vestirse como mujer", contó a Télam.
"Mis clientes no son travestis. Lo que hago es ayudarlos en su transformación femenina sin que exista contacto sexual", añadió.
Ella comenzó hace 12 años, cuando la crisis económica social del 2001 en el país la dejó sin trabajo.
"Un amigo me contó, con mucha culpa, que le gustaba vestirse de mujer y que no existía un lugar donde los hombres pudieran hacerlo sin tener sexo. Luego de trabajar mis propios prejuicios y de informarme, comencé con este trabajo, del cual vivo", compartió la profesional.
Molina los ayuda a encontrar un estilo, les facilita ropa, los maquilla, les prueba pelucas y hasta les regala fotos.
"Tengo clientes desde los 18 años, pero el promedio es de 25 a 65. Han venido hombres de 70, porque ahora gracias a las redes sociales, conocen mi trabajo y me contactan. Algunos me dicen: "No quería morirme sin hacer la experiencia".
Para Molina, lo importante es que "cada hombre se informe para que pueda elegir".