El Papa visitó la que desde hace 500 años es la residencia veraniega de los pontífices, donde tomó contacto con la población local y con los 55 trabajadores de la Villa Pontificia.
“He venido para pasar una jornada de encuentro con los ciudadanos de Castel Gandolfo, con los peregrinos y todos los visitantes que aman este lugar, están encantados con su belleza y encuentran aquí un momento de distensión, dijo el Papa en la ceremonia de recibimiento. Pero he venido también para expresarles a ustedes, que trabajan en esta Villa Pontificia, mi gratitud por vuestra preciosa obra”.
La visita a Castel Gandolfo se inició a las 9 y media de la mañana –en un domingo caluroso y húmedo- en el Palacio Pontificio donde Francisco fue recibido por las autoridades civiles y religiosas de la ciudad.
El Papa alentó a la población que acudió a verlo a estar “llenos de esperanza y de paz, siempre atentos a las personas y a las familias en dificultades”.
A los empleados de la villa, les habló de sus antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI: “Muchos de ustedes han podido encontrarlos y acogerlos, conservando un precioso recuerdo. Su testimonio les ha sido siempre un aliento en la fidelidad cotidiana a Cristo y en el esfuerzo continuo por llevar adelante una vida coherente con las exigencias del Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia”
Esta es la segunda vez que Francisco visita Castel Gandolfo: la primera fue para saludar a su antecesor, Benedicto XVI, que se había retirado allí luego de su renuncia para pasar unas semanas de descanso antes de regresar al Vaticano.
A las 12, al rezar el Ángelus, Francisco volvió a referirse a “la famosa parábola del Buen Samaritano”, para destacar especialmente la actitud misericordiosa del hombre que se detuvo en el camino para auxiliar al herido. “Le tuvo compasión, dice el Evangelio, subrayó el Papa. Lo cuidó, es el ejemplo del amor al prójimo”.
“Jesús –siguió diciendo Francisco- elige un samaritano como protagonista porque los samaritanos eran despreciados por los judíos, pero Jesús hace ver que el corazón de ese hombre era bueno y generoso, que pone en práctica la voluntad de Dios que quiere la misericordia, y no andar condenando a todos, porque Él es misericordioso, sabe entender nuestras miserias, dificultades y pecados”.
Y recordó: “Dios nos dio a todos un corazón misericordioso. El Samaritano es el que imita la misericordia de Dios hacia aquellos que la necesitan”.
A continuación, el Papa evocó la proximidad de la Jornada de la Juventud en Río de Janeiro, que se inicia el 22 de julio: “Yo partiré en 8 días, pero muchos jóvenes viajarán hacia Brasil antes. Recemos por este gran peregrinaje, para que Nuestra Señora de Aparecida guíe los pasos de nuestros participantes y abra su corazón para recibir la misión que Cristo les dará”.