Cuando a Jonathan y Marine les dijeron que su hija Naëlle, de cuatro años, sufría cáncer de riñón, se les vino el mundo encima. Primero, por la gravedad de la situación: su pequeña debía ser operada de urgencia y someterse a un largo tratamiento. Segundo, por la logística: esta pareja de franceses no cuenta con la ayuda de ningún familiar directo que les pudiera ayudar en tan complicada situación. 

Pero Jonathan recibió una mano amiga de un lugar inesperado: Sus compañeros de trabajo se organizaron y le cedieron 350 días de vacaciones para que pudiera acompañar a su hija.

En el país galo, las leyes permiten a los trabajadores regalar días de sus vacaciones a otros trabajadores que estén en una situación de dificultad. Así, si existe algún contratiempo que excede el límite de baja legal, no es necesario pedir una excedencia -en la que no se cobraría el sueldo- ni tampoco haría falta abandonar un puesto de trabajo.

Así que de acuerdo a la ley vigente desde 2014, los trabajadores de la fábrica de cristales en la que trabaja el padre de familia decidieron reunirse con el director de Recursos Humanos y acordaron ceder algunos de sus días de vacaciones para Jonathan. En total, 350 días que harán que Jonathan no vuelva a trabajar hasta prácticamente dentro de un año.

Durante todo este tiempo, el padre podrá acompañar a su hija en las operaciones, la quimioterapia y la recuperación. “Ya había gastado todas las vacaciones en las pruebas y en las primeras sesiones del tratamiento” , relata el padre al diario Le Réveil. “Estaba agobiado, pero cuando leí el correo electrónico en el que mi jefe explicaba lo que habían hecho mis compañeros, me emocioné. Ya no tendremos más problemas para cuidar a Naëlle ni para desplazarnos”. En el mismo diario se revela que el tratamiento de la niña está teniendo éxito y que su cáncer se encuentra en remisión.



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