El costo por producirlos supera al precio pagado por los productos. No se cosecharían 80 millones de kilos de naranjas y mandarinas.
Los argentinos que se conmovieron con la triste imagen de millones de kilos de peras y manzanas que se pudrían en las chacras de la Patagonia norte, ahora deberían volver su mirada hacia el Litoral, donde hay cerca de 80 millones de kilos de naranjas y mandarinas que tampoco serían cosechadas esta año por falta de rentabilidad, según estimaciones de los propios productores.
Es algo más del 5% de la oferta nacional. Los citricultores de Corrientes y Entre Ríos ya habían advertido a principios de setiembre que su actividad se encontraba en una situación terminal, pues cobraban por cada kilo de fruta solo 0,50 pesos, cuando el costo de producirla llegaba a 1,50 pesos. Ahora desde Federcitrus, la entidad nacional, se advirtió que al menos 50.000 toneladas de mandarinas y 30.000 toneladas de naranjas quedarían colgando de los árboles.
Es fruta que no se podría exportar por falta de competitividad, pero tampoco se podrá volcar a un mercado interno saturado, que paga este año precios menores a los de 2014.
El año pasado la Argentina produjo unas 486.000 toneladas de mandarinas y poco más de un millón de toneladas de naranjas. A diferencia de las peras y manzanas del Alto Valle, que tienen como principal destino la exportación, el 50% de la producción de mandarinas y el 65% de las naranjas se destina al consumo local.
Pero los negocios con el extranjero son claves para sostener un sector que solo en el Litoral cuenta con 2.000 productores y genera 40.000 puestos de trabajo. Este año los envíos han caído fuertemente porque la Argentina persiste con un dólar barato mientras sus principales clientes -especialmente Rusia y la Unión Europea- devaluaron fuertemente sus monedas. Es decir, convertidos a pesos los valores de exportación también resultan menores a los de 2014.
Como sucede en muchas otras economías regionales, los citricultores se lamentan por la “ausencia” de medidas de socorro por parte de un Estado y denuncian que, por el contrario, el gobierno insiste en aplicarles una “asfixiante presión tributaria” y hasta se apropia de recursos que no le pertenecen al demorar sin mayores explicaciones la devolución del IVA a las firmas exportadoras.