Paleontólogos hallaron en la Antártida los restos de un pingüino gigante que, calculan, vivió hace 35 millones de años.
La paleontóloga Carolina Acosta Hospitaleche comentó a la Agencia CTyS que “se trata del esqueleto más completo que se tenga conocimiento, lo cual permitió comparar ciertas estructuras del cuerpo de los pingüinos gigantes que no estaban disponibles y evaluar si realmente existió la cantidad de especies que se creía hasta ahora”.
Los pingüinos más altos de la actualidad pueden alcanzar los 1,20 metros de altura, muy lejos de lo que medían sus ancestros. Justamente, la doctora Acosta Hospitaleche fue la encargada de estudiar el ejemplar más grande que se haya descubierto hasta hoy, el cual superaba cómodamente los 2 metros de altura.
Cuesta pensar que existieran pingüinos de tal estatura. Lo cierto es que la similitud en el tamaño de los distintos ejemplares hallados puede dar a los científicos cierta idea sobre si pertenecen a la misma especie, si bien no es un factor muy preciso ni definitivo.
Por ello, que en este caso se hayan encontrado partes del ala, como así también fragmentos de sus patas y no sólo de la caja torácica, permite echar luz sobre la clasificación de los pingüinos gigantes.
”Antes de esta investigación, solamente se disponía de huesos dispersos y había una gran confusión acerca de la anatomía de Palaeeudyptes, el género de pingüinos al cual es asignado este ejemplar, y que posee cuatro especies”, afirmó la investigadora del Museo de La Plata y del CONICET. Y agregó: “Pero el estudio de este esqueleto nos indica que en Antártida podría haber habido una sola especie de Palaeeudyptes en aquellos tiempos”.
Previo a este descubrimiento, la clasificación de pingüinos, incluyendo los del género Palaeeudyptes, estaba basada en los caracteres presentes en un elemento de la pata (el tarsometatarso). Por este motivo, los paleontólogos debían encontrar un ejemplar con ese mismo elemento del esqueleto para saber si pertenecía a la misma especie, como así también para poder compararlos y notar las similitudes y diferencias en sus morfologías.
“La ventaja que tenemos a partir de este hallazgo, es que no solo contamos con el tarsometatarso, sino que podemos estudiar la morfología de los restantes huesos del esqueleto y así reconocer la especie a partir de otros elementos”, valoró Acosta Hospitaleche.
En este sentido, la investigadora aseguró que “este estudio indica que muchas especies que se creían distintas, en verdad, podrían ser la misma, y que las diferencias que se notan entre unos y otros ejemplares pueden ser atribuidas a variaciones naturales, como las que existen entre los machos y hembras, o a las distintas tallas que pueden haber entre los individuos de una misma especie”.
Los restos fósiles fueron encontrados durante la campaña de verano 2011-2012 y, a partir de allí, comenzó un estudio cuyos resultados preliminares fueron presentados en las Jornadas Argentinas de Paleontología de Vertebrados celebrado en La Rioja en el mes de mayo. Asimismo, prontamente, se publicará el paper en una revista científica especializada en paleontología.
Acosta Hospitaleche, autora principal de este trabajo, destacó que el hallazgo y la consiguiente investigación de este esqueleto fue muy importante, porque permitió entender las relaciones entre las distintas estructuras del mismo y resolver algunos de los interrogantes sobre el género completo de los pingüinos gigantes Palaeeudyptes.
El posible origen de los pingüinos
La investigadora del CONICET comentó a la Agencia CTyS que, durante el Eoceno, hace unos 40 millones de años, los pingüinos antárticos habrían iniciado olas migratorias por la costa del Pacífico, aprovechando las corrientes frías, y así habrían llegado hasta las costas del Perú, donde recientemente también se encontraron ejemplares.
“Los pingüinos son buenos nadadores y por tierra también son capaces de desplazarse distancias considerables, en parte toboganeando, que es cuando se arrojan de panza y se deslizan por pendientes”, describió la especialista.
No se sabe con exactitud en qué área surgieron los pingüinos. Se hallaron especies con caracteres muy primitivos en Nueva Zelanda, pero que no presentaban todas las adaptaciones en su esqueleto que se ven en los pingüinos actuales. En cambio, también se conoce una especie en la Antártida, casi de la misma antigüedad, de más de 50 millones de años, que ya tenía una estructura física relacionada con el hábito de buceo.