Hubo marchas en San Pablo y Río a pesar de que varios alcaldes anularon la suba en el transporte; "Estamos escuchando el mensaje de la gente", dijo Dilma.
El gobierno de Brasil no pretendió negar la realidad. Sin demoras, buscó ayer aplacar los agitados ánimos para desactivar el riesgo de un estallido social mayor, pero las marchas y los incidentes continuaron en varias de las principales ciudades, entre ellas, Río de Janeiro y San Pablo.
Apenas unas horas después de las mayores protestas desde el regreso de la democracia, la presidenta Dilma Rousseff se comprometió a escuchar los reclamos de mayores inversiones en educación, salud y otros servicios públicos. Además, las autoridades de varias de las grandes ciudades dieron marcha atrás o prometieron revisar los recientes aumentos en las tarifas de transporte, reivindicación que dio origen a esta sorpresiva ola de indignación.
"Mi gobierno está escuchando estas voces por el cambio. Mi gobierno está empeñado y comprometido con la transformación social. Ese mensaje directo de las calles es de repudio a la corrupción y al uso indebido del dinero público", afirmó la presidenta, y destacó el carácter pacífico de la mayoría de los más de 250.000 manifestantes que protestaron anteayer en 18 ciudades. Lo contrastó con la violencia y el espíritu destructivo de pequeños grupos
Anteanoche, en Río de Janeiro, uno de esos grupos invadió y causó destrozos dentro de la Asamblea Legislativa estatal.
En San Pablo, varias personas intentaron tomar el Palacio dos Bandeirantes, sede del gobierno estatal, mientras que la mayoría de los manifestantes prefirió dejar solos al grupo de violentos y cubrió la avenida Paulista.
En Brasilia, centenares de jóvenes ocuparon por un par de horas la terraza del Congreso y en Porto Alegre hubo serios enfrentamientos con la policía.
"Sabemos, gobierno y sociedad, que toda violencia es destructiva, lamentable y sólo genera más violencia. No podemos aceptar jamás convivir con ella", agregó Rousseff, quien no hizo mención a la exagerada represión policial con la que, el jueves último, en San Pablo, se respondió a una marcha en rechazo al alza de los boletos de colectivos, subte y trenes, que pasó de 3 a 3,20 reales (de 1,5 a 1,6 dólares).
Con las autoridades aún sorprendidas por la amplia participación que tuvieron las protestas anteayer, y con los manifestantes envalentonados, anoche se realizó una nueva concentración en la céntrica Praça da Sé, en San Pablo, que reunió a por lo menos unas 50.000 personas.
Más allá del reclamo original para que se congele el aumento de la tarifa de transporte, se volvieron a ver carteles en contra de la corrupción y con cuestionamientos hacia las multimillonarias inversiones que implican tanto la organización de la actual Copa de Confederaciones, como el Mundial de fútbol del próximo año y los Juegos Olímpicos en 2016.
"Disculpe los trastornos, estamos cambiando Brasil" y "Más salud, menos estadios" eran algunas de las consignas que se pudieron leer entre los jóvenes manifestantes que marcharon de manera pacífica. Sin embargo, al pasar frente al edificio de la Alcaldía, un grupo intento invadirlo, rompió ventanas y protagonizó enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Después buscó saquear comercios vecinos, desde bancos a negocios de electrodomésticos.
Ante estos desmanes, otra parte de la multitud intentó contener a los más radicales. Pero la mayoría de los manifestantes se alejó de los violentos y marchó en forma pacífica hacia la céntrica avenida Paulista.
De cualquier forma, el alcalde, Fernando Haddad, del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), no se encontraba en el lugar. Estaba en esos momentos en el aeropuerto de Congonhas, reunido con Rousseff y con el padrino político de ambos, Luiz Inacio Lula da Silva.
El histórico líder petista, que tiene sólidos antecedentes en liderar protestas callejeras, compartió con ambos algunos consejos.
Ya más temprano, Haddad había mantenido una reunión con representes del Movimiento Pase Libre, que organizó las protestas de los últimos días a través de las redes sociales, y salió de allí con la promesa de que revisaría los números con el Consejo de la Ciudad para considerar una rebaja en el precio del transporte público. "Me voy a subordinar a la voluntad de las personas porque soy el alcalde de la ciudad, para lo que la ciudad quiera que haga. Hay un pueblo en la calle pidiendo soluciones y nadie puede descansar ahora hasta encontrarlas", dijo.
En el mismo tono conciliador, abierto al diálogo, pero más osadas, se expresaron las autoridades de las ciudades de Recife, Porto Alegre, João Pessoa y Cuiabá, que anunciaron ayer la rebaja inmediata del boleto de transporte.
"Si la presidenta dice que apoya el movimiento, el primer cambio que tiene que hacer es acabar con la inflación, que continúa alta [6,5% en los últimos doce meses] y está por detrás de todo esto", señaló el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, del opositor Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), quien junto con el precandidato presidencial de la agrupación, el senador Aécio Neves, pidió cautela. "Ese Brasil rosado que el PT intenta mostrar no existe", sentenció Neves, ya en clara campaña para arrebatarle la reelección a Rousseff en los comicios presidenciales del próximo año.
Por otra parte, una encuesta realizada por el Instituto Ibope reveló que el 72% de los brasileños respalda las protestas y el 60% cree que las manifestaciones continuarán hasta que el aumento del precio de los pasajes sea anulado.
Jóvenes educados y sin afiliación partidaria
Jóvenes con educación superior y sin afiliación política componen el grueso de los manifestantes que anteayer participaron en la masiva protesta de San Pablo contra el alza del transporte y los gastos del Mundial 2014 en Brasil. Así lo reveló un sondeo de la firma Datafolha, publicado ayer, según el cual un 84% de los manifestantes de esa ciudad declaró no tener preferencia por algún partido político. En tanto, un 77% dijo tener un nivel de educación superior y un 22%, ser aún estudiante.
Poco más de la mitad, un 53%, dijo tener menos de 25 años, y un amplio 71% participó anteayer por primera vez de la ola de protestas en San Pablo. Por otro lado, un 56% dijo que la principal razón para salir a la calle es el aumento del pasaje en el transporte público, que subió de 1,5 a 1,6 dólares.
Dilma, "orgullosa" de las manifestaciones
En un discurso en Brasilia, dijo que las marchas fortalecen al país
"Brasil amaneció más fuerte. La grandeza de estas manifestaciones demuestra la energía de nuestra democracia. La fuerza de la voz de la calle es el sentido cívico de nuestro pueblo"
"Es muy bueno ver a tantos jóvenes y adultos (...) juntos con la bandera de Brasil, diciendo con orgullo «soy brasileño» y defendiendo un país mejor. Brasil está orgulloso de ellos"
"Esas voces de las calles deben ser escuchadas. Ellas trascienden los mecanismos tradicionales, de las instituciones, de los partidos políticos, de los gremios y de los propios medios"