La cadena filmaba un documental sobre la vida de Robert Durst, excéntrico heredero de una gran fortuna; sin saber que tenía el micrófono, confesó sus crímenes solo en el baño.
Conocedor, como pocos, del margen exacto que le da la letra de la ley, Robert Durst, heredero de una de las mayores fortunas de Estados Unidos, supo esconder sus crímenes durante 20 años. Pero eso se acabó este fin de semana, cuando HBO reveló un audio en el que se lo escucha hablar para sí delante de un espejo, en la soledad del baño, y confesar: "Los maté a todos, por supuesto".
Lo hizo sin percatarse de que sus dichos estaban siendo recogidos por el micrófono que llevaba encima, como parte del documental sobre su vida que estaba grabando.
Un olvido que, en su caso, significó una curva fatal: anoche ya dormía en la cárcel de Nueva Orleáns, mientras los abogados discutían si sus palabras son definitivamente inculpatorias. La discusión legal sobre el valor de la más curiosa autoincriminación de que se tenga memoria reciente era, anoche, el nuevo costado en la rocambolesca historia que rodeó la tantas veces buscada detención de Durst.
Se lo acusa de la muerte nunca aclarada de, por lo menos, tres personas. La primera de ellas es la de su esposa, en 1982. Él reportó su desaparición después de que el matrimonio pasara un fin de semana en el campo, pero siempre quedó bajo sospecha, aunque nunca fue acusado. La segunda víctima fue una amiga muy cercana, Susan Berman, que llegaría a ser vocera de Durst. Berman fue asesinada de un tiro en la nuca en 2000, poco antes de que la policía la interrogara sobre la desaparición de Kathleen.
La tercera víctima fue un circunstancial vecino en un edificio de departamentos de Texas. Una muerte que ocurrió cuando el millonario, escondido de la policía, que lo buscaba una vez más por la desaparición de su esposa, vivía disfrazado de mujer y en busca de una nueva identidad que le permitiera volver a la luz del día.
Durst, de 71 años, modales suaves y cara angelical, podrá buscar refugio en cualquier lado menos en su familia, una de las más ricas del estado de Nueva York. "Por fin lo detuvieron. La noticia es un gran alivio y no nos queda más que agradecer a todos los que ayudaron", dijo Douglas, hermano menor y responsable de los negocios familiares.
Entre los agradecidos figuran dos productores de Hollywood que filmaban un documental por entregas para la taquillera cadena HBO sobre la vida "y las muertes" de Durst y que fue, al final, lo que terminó llevándolo a la cárcel. Una especie de informe con mezcla de "serie policial", pero con protagonistas de verdad, donde todo lo que ocurrió fue, cuando menos, extraño.
Primero, porque Durst acepta participar y ser entrevistado en la serie de programas que no tenía más objetivo que inculparlo.
Segundo, porque los realizadores fueron capaces de apostar pruebas y testimonios sumamente comprometedores que ningún investigador oficial descubrió durante años. Confrontado con esos nuevos indicios -entre ellos, una carta manuscrita muy comprometedora-, Durst se pone nervioso y pide ir al baño. Pero lo hace sin darse cuenta de que lleva aún encima y encendido el micrófono del set.
El aparato registra todas sus palabras cuando, en la soledad del recinto, se mira al espejo y pronuncia la más comprometedora de las frases: "Ahora sí que me descubrieron y yo. ¿qué demonios hice? Los maté a todos".
La entrevista tuvo lugar en 2012, y recién en junio pasado los productores la escucharon mientras editaban el material. Después de ser dada a conocer el fin de semana, la frase se encaminaba ayer a quedar registrada como el inapropiado soliloquio para un sospechoso de triple asesinato. Uno que lo asoma al banquillo que, con tanto éxito, esquivó durante años.
"¡Esto es increíble"!, repetían una y otra vez las cadenas de televisión, donde continuamente se pasaba la historia de lo ocurrido. Más allá de la confesión, lo que estaba mucho menos claro es su valor legal, abierta la disputa sobre si un testimonio en tan curiosas circunstancias vale como prueba o no ante un tribunal norteamericano.
Chip Lewis, el abogado de Durst, ya dijo que no tiene valor alguno. "Mi cliente aceptará ser trasladado y someterse a los nuevos pasos judiciales. Pero lo ocurrido no cambia su situación de inocencia", anticipó.
Justamente lo contrario piensa la fiscal Jeanine Pirro, que desde hace 15 años vine tratando de esclarecer el crimen de Berman, cuyo padre estuvo asociado a los mafiosos Bugsy Siegel y Meyer Lansky. "Por fin, todo terminó", dijo la fiscal al conocer la rara peripecia del locuaz sospechoso.
Hace años que la sombra de Durst viene dando que hablar a los norteamericanos. No sólo por lo esquivo que ha sido de la justicia, sino por su historia: heredero de una fortuna de miles de millones de dólares en negocios inmobiliarios, hasta su padre sospechaba de su raro comportamiento y prefirió al menor de los hermanos, Douglas, para hacerse cargo de la firma familiar. Algo que en Robert no encajó bien.
Pero la historia seguramente no termina acá. Anoche seguía la duda sobre el valor de su rara confesión frente al espejo.