En el epílogo de la campaña agrícola del 2015, el sector agropecuario empieza a escribir el prólogo de un año comercial que muestra señales que será al menos complicado.

Los principales ingresos de los productores de la zona provienen de la cosecha gruesa, ya que desalentados por falta de incentivos y reglas claras para sembrar trigo, son muy pocos los que se arriesgan a sembrar este cereal y concentran sus esfuerzos en el maíz y la soja.

En el principio del final de un ciclo político que se caracteriza por profundas diferencias entre el Gobierno y el Hombre de Campo este se encamina a enfrentar un año comercial difícil, aunque con esperanzas que el próximo año será mejor. Prueba de esta traumática relación, ayer el campo empezó con un cese de comercialización de tres días con una mesa de enlace hoy fraccionada, debilitada por la constante lucha que mantiene desde el 2008.

Si quisiéramos definir el escenario del 2015 podemos enumerar algunas características que lo hacen inusualmente complejo.

El tipo de cambio oficial se mantiene atrasado, por debajo de las perspectivas que todos esperaban en la época de siembra, con insumos que pagó con valores cercanos al tipo de cambio informal. Este dólar “barato” desalienta la producción debido a que recibe menos pesos por su cosecha.

Una inflación creciente en pesos que elevó sus costos en esta moneda, los salarios, la mano de obra, reparaciones y los gastos de subsistencia, el productor hoy necesita vender mayores cantidades para cubrir los mismos costos.

Una elevada tasa interés que se mantiene a los efectos de retirar circulante del sistema para evitar que la gente destine sus excedentes financieros como una medida tendiente a mantener controlada la inflación.

Un mercado invertido, durante la campaña 2014-2015 se sembró con un valor superior de los granos que los que muestran los futuros cercanos para la época de recolección.

La apreciación del Dólar en los mercados internacionales desalienta la demanda de los productos agropecuarios que cotizan en esta moneda.

Para completar esta tormenta perfecta se suma a la escenografía los innumerables problemas provocados por una sequia en algunos cultivos de primera, granizo en el desarrollo e inundaciones de fin de ciclo que no solo dañaron los cultivos, también afectaron toda la red de caminos rurales que provocan demoras en la logística de la recolección.

Sin embargo toda esta realidad no es muy diferente a la que se enfrentó el sector los últimos años donde los precios record de los comodities no pudieron ser aprovechados para fortalecer la economía del sector agropecuario en un modelo donde se prioriza la producción industrial con un fuerte transferencia del hombre de campo al industrial. Parece una paradoja pero cada vez que llueve sopa en el campo, al productor argentino lo agarra con tenedor.

A pesar de la falta de estímulos y que el productor ya sabía en parte a lo que se enfrentaría este años, estamos en vísperas de una producción record, una especie de paro “a la japonesa” provocando un exceso de oferta que también afecta a los precios.

Si nos preguntamos entonces porque sembró y buscamos una explicación racional podemos argumentar que lo hizo pensando en que una evolución en el tipo de cambio oficial, que no se dio, aunque yo se que lo hizo porque está en su naturaleza humana el rol de producir y ser cada vez más eficiente, vaya mis felicitaciones por este comportamiento que ante escenarios adversos la respuesta siempre fue apostar a una mayor producción.

|Juan Vasquetto, Especialista en Agronegocios