En mayo alcanzó el 6% y compite por ser la más alta del mundo; ya hay medidas de racionamiento.
Venezuela conquistó ayer, de forma provisional, un campeonato mundial que nadie quiere. Varios economistas adelantaron, de forma extraoficial, que el índice de inflación del mes de mayo se disparó hasta un estratosférico 6 por ciento.
"Venezuela tiene la mayor tasa de inflación del mundo. Habían previsto un 15% y con una inflación en mayo del 6%, equivalente al 35,1% anual, tiene la mayor tasa de inflación del mundo", desveló el profesor José Guerra, convertido en el martillo de los errores económicos del gobierno bolivariano.
Ya en abril, la desproporcionada inflación provocó la alarma. Un mes después, el nuevo dato tritura el récord anterior: 1,7 puntos por encima de los 4,3% marcados entonces. "Los efectos más visibles son el deterioro del salario, la ruina de los ahorristas y la pérdida de la competitividad", explicó Guerra.
De esta forma, Venezuela, pese a los más de 100 dólares que cuesta el barril de petróleo y contando con las mayores reservas de oro negro del planeta, lucha codo a codo con Sudán e Irán para evitar el primer lugar mundial de lo que otro economista, Jesús Casique, define como estanflación: la suma de estancamiento más alta inflación.
El líder de la oposición, Henrique Capriles, no dejó pasar la oportunidad para pegarle al chavismo. "¡6% de inflación en mayo! ¡La realidad además es peor! ¡Se botó el Enchufado Mayor [Maduro], cada día se hunde más!, tuiteó.
Los nuevos datos echan por tierra los vaticinios de Nelson Merentes, ministro de Finanzas, que apostó por una desaceleración en el segundo trimestre. El Banco Central de Venezuela (BCV) anunció la semana pasada que sólo se había crecido un 0,7% de enero a marzo, lo que supone un freno respecto al 5,7% de crecimiento del mismo período en el año anterior. De esta forma, y con los peores meses por medir, el país se sitúa al borde de la recesión.
Los síntomas de la economía venezolana son, en efecto, los de un enfermo muy grave al que no se sabe cómo curar. Empezando por el mercado paralelo de divisas, al que Maduro ha sentenciado en diversas ocasiones, pero que esta semana disfruta de otro momento de esplendor: rozando los 30 bolívares por dólar, un 476% por encima del cambio oficial (6,3 bolívares por dólar). La lechuga verde, como la llaman, más exuberante del planeta.
Más preocupante aún son la escasez y el desabastecimiento de productos básicos, que agobian a una sociedad que durante semanas ha luchado para encontrar harina, pan, carne, papel higiénico e incluso vino para misa. Las carencias de la producción nacional son de tal calibre, tras una década de constantes ataques a la agroindustria, que Venezuela necesita importar hoy entre 5 y 7 millones de toneladas de alimentos para satisfacer su mercado interno.
Las interminables colas, que evocan a las sufridas por los cubanos, escandalizan a un país que en las últimas horas mira con preocupación la implantación de un sistema automatizado en Maracaibo para regular la compra de 20 alimentos básicos. "Aquí no estamos en Cuba, chico", se defendió Francisco Arias Cárdenas, gobernador de Zulia, que ha puesto en marcha la medida y que no acepta que la comparen con la vilipendiada cartilla de racionamiento del castrismo. Con ella se pretende evitar el contrabando de alimentos fuera de las fronteras venezolanas, según explicó ante la expectativa nacional.
"No estamos racionando, estamos garantizando todo lo que quieras para comer", insistió uno de los militares más poderosos de la revolución. Pero su contundencia no evitó las críticas, como las de Pablo Pérez, que le precedió en el cargo y que bautizó la iniciativa como "el plan comunismo alimentario 2.0". Otros, menos irónicos, lo traducen como una "planificación centralizada, donde el Estado decide cuánta leche, arroz, harina, azúcar o pasta de dientes puedes consumir".
El sistema, que determinará el tiempo que debe transcurrir para comprar de nuevo el producto elegido, comenzará a funcionar el lunes en la capital zuliana. Pero para Ismael León, líder de Voluntad Popular en Caracas, no hay que irse hasta el occidente del país para encontrar "una libreta de racionamiento. Son precisamente los cubanos quienes mandan e imponen la política alimentaria en Venezuela".
La organización opositora denunció las colas en supermercados caraqueños y la prohibición de "comprar más de un paquetito de harina de maíz, papel higiénico o un litro de aceite". De hecho, en la cadena estatal Mercal hay productos que sólo se entregan en unidades contadas y de semana en semana a los consumidores.
El tsunami que sufre Venezuela contradice la declarada "soberanía alimentaria", de la que alardeó el "comandante perpetuo".