Atrás quedaron la playa y el paseo cultural; ahora los viajeros buscan experiencias como ser DJ en Ibiza o hacer croissants en París.
"Cada vez que tomo un café en una de las tazas que yo misma hice durante mis vacaciones, me acuerdo de Barcelona. Es más que un suvenir." Susanna Girolamo vive en Bahamas y viajó una semana a España para aprender nuevas técnicas de su gran afición, la cerámica. Pertenece a ese grupo creciente de turistas que buscan experiencias enriquecedoras en sus viajes. Y además quieren sentirse parte de la vida cotidiana, las costumbres y la cultura de un lugar a través del contacto con la gente local. Dos tendencias en una misma dirección, la búsqueda de lo auténtico.
El llamado turismo creativo existe desde hace años. En 2004 la Unesco creó una red de ciudades creativas cuyos miembros definieron este fenómeno como la tercera generación turística, después del sol, la playa y del turismo cultural centrado en museos y rutas monumentales. La esencia de esta nueva manera de viajar es la inmersión en la cultura viva del lugar que se visita. Siempre estuvo al alcance de los viajeros más sofisticados, pero hasta hace poco la oferta era demasiado escasa como para permitir que se popularizase.
Las propuestas disponibles hoy se adaptan prácticamente a cualquier presupuesto y son de lo más variadas. Aprender a elaborar croissants con expertos panaderos en París, introducirse en los secretos de la cocina tailandesa o hacer un curso de artes marciales en Bangkok, perfeccionar la mirada fotográfica de la mano de un profesional en Londres o aprender a pintar con acuarela al norte de Austria son algunas de las ideas con que se encuentra quien opta por esta modalidad vacacional. Sin salir de España, las opciones también son cada vez más numerosas. Una casa rural de la Ribeira Sacra orensana propone, por ejemplo, aprender el oficio de la cestería y en Ibiza uno puede convertirse en DJ. En blogs como Creativelena se relatan experiencias de convivencia con las comunidades indígenas del lago de Titicaca, en Perú, o de aprendizaje de tango en Buenos Aires.
Según Greg Richards, profesor de la Universidad de Tilburg, en Holanda, "la demanda creciente de este tipo de experiencias está vinculada a la necesidad del consumidor de definir su propia identidad a través de lo que consume, con el deseo de expresarse y de conectar con otros, aunque estén lejos. Las vacaciones ya no son un mero paréntesis para el descanso, se han convertido en espacios para el aprendizaje y el desarrollo personal", dice.
Entre los movimientos surgidos en torno de esta modalidad viajera surgen reclamos como meet the locals (conoce a los residentes locales) o like a local (como un vecino) y, como no podía ser de otro modo, Internet y las redes sociales son los lugares idóneos para informarse. La oferta de planes se multiplica con alternativas que van desde una visita de pocas horas hasta viajes de varias semanas. "No se trata de un turismo superlativo. Estos viajeros no se angustian si no lo ven todo. La experiencia creativa es el motivo y se convierte en el recuerdo más importante del viaje", dice Caroline Couret, de Creative Tourism Network. Insiste, además, en las ventajas de esta fórmula turística para los destinos: no necesita inversión, rentabiliza infraestructuras existentes, alarga las temporadas turísticas, evita la masificación, ayuda a mantener las tradiciones y tiene un efecto positivo en la autoestima de los residentes. La singularidad y la calidad de las actividades es lo que más valoran los viajeros. "Quien prueba una vez, repite", asegura Couret.
Biot, una villa de la Costa Azul de unos 9000 habitantes, se sumó a Creative Tourism Network hace menos de un año, y su Oficina de Turismo ha reclutado a una veintena de artistas y artesanos de la zona dispuestos a compartir tiempo y conocimiento con los visitantes. Nadine Pedemarie, responsable de turismo de la localidad, piensa que se trata de una buena manera de distinguirse de otros destinos cercanos. Aprender durante cinco días junto a un experto en soplar el vidrio es una de las opciones.
Oficinas de Turismo como la de París reúnen información práctica en Webs como Creative Paris, donde se multiplican los cursos de arreglos florales o de creación de perfumes. Otras veces son las propias empresas o particulares los que se afanan por promocionar sus propuestas. Ponle Cara al Turismo, por ejemplo, organiza excursiones de un día por Galicia con guías que acercan al viajero a la cultura local visitando fábricas de conservas o pastelerías. Y Studia in Italia recopila desde cursos para pintar al fresco en Florencia hasta una semana para aprender cerámica en Taormina.
Francis Blasco, profesora de comportamiento del consumidor turístico de la Universidad Complutense de Madrid, explica que el fenómeno florece con la unión de tres factores: la creciente cultura turística de los viajeros, un sector cada vez más profesionalizado, y la falta de recursos debido a la crisis. "Quien se puede permitir un viaje, elige mejor. El número de días se reduce, y no queremos perder el tiempo", dice. Experiencias como convivir durante unos días con monjes budistas en Corea del Sur o, incluso, trabajar mano a mano con los cultivadores de arroz en Tailandia.
Hay quienes quieren empaparse de la cultura local, pero sin tener que hacer un curso, simplemente pasando un rato con alguien de la zona que esté dispuesto a mostrarle la ciudad, contarle sus costumbres, tomar una copa o dormir en su sofá. Para este tipo de viajero también hay oferta, de la mano de quienes han decidido actualizar la ancestral costumbre de hacer de cicerone para nuestros amigos.
Gloria Molins tomó esta idea como base para crear Trip4real, una plataforma online donde recoge propuestas de actividades en España, desde cenar con unos barceloneses hasta surfear un día en Lanzarote con un aficionado local a este deporte. "Las personas que conoces en un lugar y las experiencias que vives con ellas es lo que más se recuerda de un viaje", dice Molins. De ahí que proliferen las páginas con propuestas de este tipo, a lo largo y ancho del planeta: Gidsy, Canary Hop y Vayable, donde encontramos desde rutas para comer los mejores tacos en Los Ángeles hasta una tarde de compras en el Gran Bazar de Estambul.
En Berlín existen varias experiencias curiosas. Open Doors Berlín, por ejemplo, abre las puertas a casas para conocer cómo viven los berlineses. Turismo de la vida real, lo llaman. Y el hotel Plus One Berlin facilita a sus huéspedes el contacto con berlineses que compartan intereses con ellos. Clare Freeman, la impulsora de este servicio, dice: "No son guías, sino acompañantes culturales, y lo mismo te llevan a su restaurante favorito a cenar con unos amigos que sales de marcha o a una galería donde expone un amigo suyo". Ahora quiere exportar la idea a otras capitales europeas con Plus 1 Locals.
El profesor Greg Richards piensa que el turismo creativo tiene aún mucho camino por delante. Representa, además, una alternativa a esas ciudades convertidas en parques temáticos y a las colas interminables para echar un vistazo a la Mona Lisa. "Nuestra visión sobre qué es auténtico ha cambiado desde que la cultura sale cada vez más de los museos y ocupa las calles. Consideramos auténticas las relaciones, los encuentros con amigos y el contexto en que se dan -dice Richards-. Las relaciones humanas no son un recurso limitado como lo puede ser la Sagrada Familia, aunque, obviamente, también hay un límite: no todo el mundo quiere tener a un viajero durmiendo en su sofá o cenando en su casa".