Experimento social. Hollywood nos enseñó a recelar de los robots. ¿Pero cómo es al revés? ¿Podrían los robots confiar en los humanos? Ésta es la pregunta que se planteó Frauke Zeller, robotista de la Universidad de Ryerson, en Canadá. Para responderla, creó, junto con David Harris Smith, de la Universidad de McMaster, también en Canadá, un experimento muy simple. ¿Lograría un robot cruzar el país haciendo dedo?
Así nació HitchBOT, incapaz de moverse -excepto uno de sus brazos, para hacer dedo-, pero hábil en socializar y mantener conversaciones con los buenos samaritanos que se ofrecieran a llevarlo. El viajero, conectado por 3G, podía asimismo tuitear y subir fotos a Instagram -sumó así más de 34.000 seguidores-, e inició su azarosa travesía de más de 6000 kilómetros el 27 de julio, cuando simplemente lo dejaron al costado de una ruta en Halifax, en el este canadiense.
Un par de minutos después, había logrado su primer viaje. El sábado, 22 días después de su partida, y con el solo recurso de su capacidad de hablar y mostrar expresiones en una rudimentaria pantalla, llegó sano y salvo, con sólo un par de desperfectos, a Victoria, sobre el océano Pacífico. Por lo visto, entonces, los robots pueden confiar en los humanos. Al menos en Canadá. Y, sobre todo, si se los puede rastrear por GPS, como fue el caso de HitchBOT.