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05/06/2014 21:00 hs

Dilma sale en defensa de la Copa ante la ola de críticas

Internacionales - 05/06/2014 21:00 hs
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Dijo que el torneo fortalecerá al país en el escenario internacional y que las protestas son de una "minoría"

Corría 1970. Agentes de la dictadura militar brasileña habían arrestado a Dilma Rousseff, entonces integrante de un grupo incipiente de guerrilla urbana, la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares. En la prisión donde estuvo detenida en San Pablo, se había desatado un caldeado debate entre los reclusos: ¿tenían que apoyar a Brasil en la Copa del Mundo de ese año, en México?

"En aquel momento, muchos opositores al gobierno inicialmente cuestionaban que un apoyo al equipo de Brasil terminaría fortaleciendo la dictadura -dijo Rousseff en una entrevista concedida anteayer-. Yo no tenía ese dilema."

Y agregó que esas resistencias entre los prisioneros se fueron disipando a medida que Brasil se acercaba a la victoria final por el campeonato, en un partido contra Italia que se jugó en Ciudad de México.

Ahora que Brasil enfrenta un descontento generalizado por los preparativos para el Mundial, Rousseff hizo una inusual referencia a su encarcelamiento de hace décadas, cuando fue torturada durante tres años por los interrogadores del centro de detención. Frente a un vaso de jugo de naranja y picoteando castañas de cajú en su oficina, Dilma defendió los créditos otorgados por bancos estatales para la construcción de nuevos estadios para el torneo, y recalcó que los brasileños que planean boicotear el evento constituyen "una pequeña minoría".

Mientras se acerca el puntapié inicial del Mundial, el próximo jueves, Rousseff debe lidiar con una ola de huelgas, una economía que languidece y una campaña presidencial que la enfrenta a dos rivales que crecieron en las encuestas de intención de voto. Si bien Dilma aún es la favorita para las elecciones de octubre, sobre su gobierno llueven las críticas por la demora en las obras para la Copa del Mundo y de otra gran variedad de proyectos de obras públicas que están estancados.

Un sondeo divulgado anteayer por el Centro de Investigaciones Pew reveló que el 72% de los encuestados está descontento con el rumbo de las cosas en su país. Esa cifra era del 55% poco antes de que estallaran las protestas callejeras que sacudieron a las urbes brasileñas en junio del año pasado.

La actual encuesta, realizada en abril, también revela que dos de cada tres encuestados creen que la economía de Brasil está mal, y que un 61% piensa que ser sede de la Copa del Mundo fue una mala idea, ya que desfinanció los servicios públicos, incluidos la salud y la educación.

A ese pesimismo se suman los escándalos en la empresa petrolera nacional, Petrobras, y una ralentización plurianual del crecimiento económico.

La economía de Brasil creció apenas un 0,2% en el primer trimestre de este año, menos aún que el 0,4% que se registró en el trimestre anterior.

DEFENSA

Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), la agrupación de izquierda que gobierna Brasil desde 2003, hace, sin embargo, una vigorosa defensa de las cifras económicas de su gestión.

Al mencionar los proyectos contra la pobreza que elevaron a millones de personas hasta la clase media durante la última década, la mandataria dijo que los ingresos de los brasileños más pobres crecieron por encima del índice de inflación, y compara los progresos de Brasil para reducir la pobreza con la experiencia de España tras la muerte del dictador Francisco Franco, en 1975.

Dilma señaló que el aumento de ingresos en Brasil generó nuevos desafíos, lo que se reflejó en las masivas manifestaciones que fueron dando paso a protestas más reducidas, en general lideradas por grupos de activistas pro vivienda o antisistema. La presidenta dijo que muchas de las quejas de los manifestantes sobre la baja calidad de los servicios, tanto públicos como privados, eran comprensibles.

"Los servicios crecieron menos que los ingresos", dijo, y dio como ejemplo el exponencial aumento del acceso a los viajes aéreos en Brasil, que hace que muchos pasajeros se descorazonen ante la sola idea de tener que lidiar con la lamentable infraestructura aeroportuaria del país. Esa clase media ampliada, dice Dilma, tiene "más deseos, más anhelos y más demandas".

"Es algo intrínseco al ser humano en la sociedad en que vivimos -dijo-. Quien consigue algo quiere más, y eso es bueno."

Más allá de los desafíos que enfrenta su gobierno de cara a la Copa del Mundo, con un refuerzo de la seguridad ante la posible repetición de protestas a gran escala por los gastos del torneo, Rousseff dice que el evento deportivo representa una oportunidad de fortalecer la posición de Brasil en el escenario internacional. (La Nación)

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