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12/05/2014 08:35 hs

Cada ocho horas, una denuncia por abuso sexual

Córdoba - 12/05/2014 08:35 hs
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Durante 2013 se radicaron en la ciudad de Córdoba 1.186 denuncias por abusos sexuales, según datos oficiales. En el 55% de los casos, la víctima tiene menos de 16 años.

Es considerado uno de los delitos más aberrantes. Tiene múltiples formas, pero siempre deja huellas indelebles. En 2013, la Unidad Judicial de la Mujer y el Niño recibió una denuncia cada ocho horas por distintos tipo de abusos, 1.186 en todo el año, y más de la mitad de las víctimas (55 por ciento) fueron menores de 16 años.

Mientras que en 2012 hubo 969 denuncias de abuso sexual simple y con acceso carnal, en 2013 esos mismos delitos concentraron 746 casos del total de las denuncias, una cifra sensiblemente menor que no alcanza para creer que las violaciones están en decadencia. El dato se desprende de las estadísticas elaboradas por el Departamento Análisis de Comportamiento Criminal de la Policía Judicial, que desagrega a su vez que el 87 por ciento de las denunciantes son mujeres.

Alicia Chirino, a cargo de la única fiscalía de instrucción que concentra las investigaciones de delitos sexuales, sostiene que “el abuso no se supera”. “Se trata, se sobrelleva, pero no se supera, deja huellas imborrables en la psiquis de una persona, que trasciende generaciones”, sentencia. Aún con una pequeña merma en la cantidad de denuncias, la Fiscalía de Distrito 3 Turno 2 trabaja a destajo: son muchas causas, y complejas.

En los extremos. Las adolescentes de entre 13 y 16 años son el blanco de la mayoría de los ataques, con 230 denuncias. En los varones, en cambio, la franja más afectada son los niños de 5 a 8 años.

Por otra parte, hay muy pocas denuncias realizadas por hombres de 21 años o más: sólo 12 de las 1.186. Al respecto, la perito psicológica forense Marcela Scarafía afirma que no es que no existan abusos en esta franja, sino que los varones adolescentes y adultos generalmente los ocultan. “Son muy pocas las veces que un varón adolescente o adulto denuncia una violación, porque se lo vincula directamente con la homosexualidad y esa situación los enfrenta a sus propios prejuicios”, explica.

“En los niños no ocurre tanto el ocultamiento, sí en los más grandes”, agrega, y refuerza que las mujeres son el blanco principal de los abusos “por una cuestión biológica y fisiológica”.

Tanto Chirino como Scarafía coinciden en describir al abusador como una persona pensante que planea sus ataques. “Los abusos suelen ser planificados, incluso los intrafamiliares”, precisa la fiscal. La perito, en tanto, describe distintos tipos de abusadores: los que sistemáticamente están buscando una víctima; los que abusan cuando tienen una posible víctima “a mano” y luego desarrollan el hábito; y los eventuales, que son los que menos suelen reincidir.

“Hay una creencia equivocada de que el abusador reincide muchísimo, pero no es el abuso el delito que denota mayor reincidencia”, aclara Scarafía.

Durmiendo con el enemigo. Cada año, las estadísticas muestran que una buena porción de las víctimas convive con sus verdugos. En 2013, de las 746 denuncias por abuso sexual simple y con acceso carnal, 369 víctimas dijeron convivir con sus abusadores, lo que representa un 49 por ciento. Pero si se tiene en cuenta otros tipos de vínculos afectivos, y no sólo la convivencia, la cifra es mucho más alta aún. Esta situación es más extensa cuando se trata de víctimas menores: el 63 por ciento de los niños de hasta 4 años que denunciaron abusos vive con sus agresores.

“Los principales abusadores intrafamiliares son los padrastros, y en el segundo lugar están los padres biológicos. Le siguen los tíos, amigos, y por último otros allegados a la familia”, especifica la perito, y refuerza que el abusador infantil generalmente tiene fácil contacto con el niño. “Tiene que tener un vínculo de confianza que le permita asegurarse que va a poder acceder a la víctima”, apunta.

Una de las estrategias más perversas que utiliza el victimario es crear un vínculo de intercambio con el abusado. “Yo juego con vos, yo te presto atención, yo te doy lo que vos necesitás, pero al mismo tiempo abuso de vos. En ese ‘juego de seducción’ es cuando la víctima resulta más afectada, porque queda atrapada en una relación de sometimiento, y desarrolla un patrón de conducta que une la tolerancia al sufrimiento con una recompensa”, explica Scarafía.

Cuatro años. Las denuncias, que incluyen delitos como abuso sexual simple, con acceso carnal, corrupción de menores, exhibiciones obscenas, facilitación de la prostitución, rapto y otros contra la integridad sexual, sumaron el año pasado 1.186. En 2012 habían sido 1.601, y un año antes, 1.574. En 2010, los mismos delitos totalizaron 1.656 denuncias, el número más alto de los últimos cuatro años.

Una mentira que se vuelve verdad. A los investigadores de delitos sexuales les preocupa que cada vez más son utilizados los niños para entorpecer litigios matrimoniales, con consecuencias gravísimas en la psiquis infantil. Una madre peleada con su ex que manipula a un niño para que denuncie abusos por parte de su papá. O un papá, dolido por la separación, que manipula al niño para que denuncie a la actual pareja de su mamá. Esos son los contextos más frecuentes en los que se dan estos casos de “memoria implantada”, que hacen perder mucho tiempo a los investigadores y que producen un daño inconmensurable en los chicos, víctimas de disputas ajenas.

Generan dilemas porque el niño cuenta un relato creíble, pero las pericias no acusan signos de abuso. “Antes pasaba en el 1 por ciento de los casos, pero ahora es cada vez más frecuente. Nos ha hecho cambiar de paradigma: hace algunos años sosteníamos que creerle al niño era primordial, ahora sabemos que es indispensable también hacer una buena exploración del caso y sumar la valoración acerca de la salud mental de los padres”, cuenta la perito Marcela Scarafía, quien lleva 23 años trabajando en la Justicia.

“Siempre es perturbador, tanto cuando se trata de una situación que no ha existido nunca pero que la mamá se la cuenta al niño tantas veces que éste acaba por creer que efectivamente sucedió, como cuando se le atribuye una interpretación maliciosa a un hecho”, explica.

“A lo mejor, un papá estaba jugando con su hija, y en se contexto le hace cosquillas y le muerde la cola, pero la mamá le hace creer a esa nena que su papá le mordió la cola porque es malo, y que eso que hizo es muy malo, y la nena le va a atribuir una valoración emocional negativa y hasta puede desarrollar traumas”, ejemplifica Scarafía.

Redacción Laura Giubergia - diaadia.com.ar
 

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