En los súper, el kilo de sardo no baja de $ 140, mientras que en las distribuidoras se lo puede conseguir a la mitad. El cremoso, desde $ 50.
Para la picadita, para la pizza, para las tartas, para las pastas... Además de ser riquísimo, el queso, por su aporte de proteínas y calcio, es un pilar fundamental de cualquier dieta alimentaria. Hasta ahí todo bien, el problema aparece cuando hay que ir a comprarlo.
El kilo de cualquier tipo dentro de los duros (reggianito, sardo) no baja de 150 pesos en los supermercados y entre 51 y 90 pesos en las distribuidoras (ver “Tablita”).
A los semiduros (Holanda, pategras) es imposible hallarlos por menos de 120 pesos en súper y despensas, mientras que en el Mercado se lo consigue entre 55 y 80 pesos. Entre los blandos, donde la vedette es el cremoso y el que más se vende de todos, hay que pagar de 50 pesos para arriba para saborear algo bueno.
Según relevó Día a Día entre comerciantes del Mercado Norte, los precios se “tranquilizaron” en las últimas semanas, después del reajuste de principios de año tras el desbarajuste que produjo la devaluación. “Habían aumentado entre 30 y 40 por ciento y ahora hace casi un mes que no hay cambios de listas”, contó Guillermo, puestero del Mercado.
Muy cerquita de ahí, en otro clásico local de venta de lácteos, Ignacio, a cargo del comercio, aportó que “la brecha frente a los súper sigue siendo importante. Comprando en esta zona la gente se ahorra más del 30 por ciento”, aseguró.
Para tener una idea, una “cuñita” de sardo, para rallar, está en 40 pesos en las góndolas de los supermercados. Los quesos de “marca”, que se venden fraccionados, están a valores prohibitivos: un cuarto de fontina roza los 50 pesos.