No es una idea nueva. Ya en el siglo V a. C., Antifonte de Atenas escribió que se trata “de un concepto o una medida”. En esa tradición, el físico británico Julian Barbour cree que el universo no es otra cosa que una gran colección de momentos –lo que él llama el montón– y cada uno de ellos, una colección de cosas. No tiene sentido querer ordenar cronológicamente esos diferentes momentos. Simplemente están y punto.
Para entender su razonamiento, Barbour propone la siguiente analogía. Imagina que pones “Lo que el viento se llevó” en un reproductor de DVD que aleatoriamente salta hacia adelante y hacia atrás: estás contemplando la escena donde Scarlett O’Hara jura que jamás volverá a pasar hambre y, a continuación, Scarlett aparece conociendo a Rhett Butler. Los protagonistas no encuentran ningún problema: ellos hacen lo que tienen que hacer, y siempre lo hacen. Si pudieras parar el DVD y preguntarles acerca de lo que piensan en ese momento, te responderían exactamente lo mismo que si estuvieras viendo la película en un aparato sin ninguna tara.
Así, cada instante en el espacio-tiempo es como una de las secuencias de “Lo que el viento se llevó”. Tu vida, que en esencia consiste en tu memoria y tus recuerdos, es como un conjunto de diapositivas que provocan la sensación de paso del tiempo. Es más, dicha sensación no requiere de la existencia de escenas previas, de momentos previos: todo está contenido en esa diapositiva particular del universo.
Si lo pensamos con detenimiento, nos encontramos con algo que puede parecer mentira: no tenemos instrumentos que midan el paso del tiempo. Usamos el movimiento para medirlo, del mismo modo que cuantificamos la temperatura mediante un intermediario: la dilatación de los cuerpos por acción del calor. La teoría dice que el espacio y el tiempo nacieron hace unos 13.900 millones de años, el momento mágico en que nuestro universo comenzó a existir debido a una gran explosión. Ahora bien, sabemos que transcurren los segundos, los minutos y las horas porque vemos cambios a nuestro alrededor. ¿Y si no hubiera nada?
La teoría cuántica, que explica lo que sucede al nivel de átomos y moléculas, dice que no hay nada parecido a relojes perfectos en el mundo subatómico: todos están sujetos a la llamada incertidumbre cuántica, lo que hace que su funcionamiento sea impredecible; incluso podrían marchar hacia atrás. Lo único que tiene un carácter absoluto y fijo son las leyes de la física.
En su reciente libro “Time Reborn”, el físico neoyorquino Lee Smolin postula una idea mucho más radical: que es el tiempo lo único que existe. Las a priori inmutables leyes de la física cambian, evolucionan. Smolin piensa que los físicos se encuentran “hechizados por la belleza y el éxito de los modelos matemáticos, que los confunden con la realidad”.