Noche de plaza llena la cuarta de Festival de Folklore de Cosquín. Seguramente la presencia de Abel Pintos en la grilla de artistas fue determinante para la segunda vez de entradas agotadas en lo que va del festival. Público adolescente y en mayoría femenino con sus respectivos carteles colmó la Plaza Próspero Molina y sus inmediaciones, esperando ver al ídolo del momento.

Y pudo verlo sin esperar demasiado. Teniendo en cuenta el horario en que subieron al escenario los números centrales en las noches anteriores, Pintos tuvo su turno temprano: a las dos y cuarto de la mañana arrancó el primer suspiro de la noche.

Secundado por una banda sencilla pero contundente, Pintos cantó temas deSueño dorado y de Abel, su último disco, y mostró una vez más que es un artista diferente. Su dominio del escenario y las inflexiones de la voz lo llevan a menudo a territorios del pop; y eso al público le encanta y está muy bien que así sea. En realidad, si a cada rato aparecen grupos que se mandan unos cumbiones pampa, chorreantes de grasa, no vamos a entrar en disquisiciones sobre si lo que hace Pintos es Folklore o no. Por sus contenidos la suya es música para adolescentes, bastante bien lograda.

Una hora después del inicio de su show, Pintos daba su último bis conReevolución y se despedía con algunas reflexiones cósmicas, un llamado para ayudar a Rodeo en Catamarca y advertencias a su púbico sobre drogas y trata de personas, entre aplausos y grititos.Pintos cumplió una actuación breve y categórica, que entró completa en la franja televisada, cosa que aplacó un poquito las discusiones acerca de horarios y duración de las noches que se dieron en los últimos días.

En realidad, el problema de horarios y duraciones aparece siempre, inevitablemente, a la hora de armar una grilla, en Cosquín o en cualquier lado. Sin embargo, este año se da un problema adicional, que acaso es más grave. Sabemos que Cosquín no le teme a las maratones y mucho menos a los amaneceres. Es más, supo hacer de eso una épica y parte de su mejor tradición. El punto neurálgico de la cuestión entonces pasa por la calidad de los artistas. En lo que va del festival, hubo grillas demasiado cargadas con artistas muy parecidos entre ellos, con propuestas estandarizadas en el grito, el pedido de palmas, la balada o la cumbia, para no hablar de aquello que evidentemente no tienen "los papeles en orden" para subir a un escenario que en más de medio siglo de historia marcó el canon de lo que debía ser "el folklore". Si entre los 30 números de cada día hubiese variedad y calidad -cosa que no falta entre los artistas argentinos, jóvenes y viejos- sería otro cantar.

El cuadro de las teleras de Ballet Folklórico Nacional, fue otro momento interesante de una noche que había comenzado con Guitarreros, pero enseguida se reivindicaba con la hermosa voz de Claudia Pirán. Anabella Zoch dio una breve muestra de su Mujer País y ya entrada la madrugada Arbolito mostró lo propio dejando sentado que es una banda decidida a llegar lejos con el folklore. Octavio Ozuna finalmente pudo cantar a las tres y media y María Paula Godoy cerca de las cinco.

Notable fue lo de los ganadores del Pre Cosquín, que como siempre mostraron un gran nivel artístico. Los vencedores en Conjunto Instrumental, Spinossi-Liberatto, un dúo de flauta y guitarra de santa Fe, conmovieron por el arreglo y la ejecución de Nocturna, mientras los riojanos de Huankara, con Tubo Moya en percusión, rindieron homenaje a los inimitables e inimitados Los Andariegos, de quien entre otras cosas toman formas de armonizar y frasear.

Hablando de cómo se arma una grilla y de las bondades del Pre Cosquín. Una idea interesante, podría ser la de poner ese nivel artístico de los ganadores del Pre Cosquín como el piso para quienes quieran acceder al escenario mayor desde otro lugar. ¿O después habrá que andar bastante para encontrar 30 cada noche?

 

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​Fuente: lavoz.com