Después de más de cinco años de estudios, el paleontólogo del Conicet en el Museo Egidio Feruglio, de Chubut, José Luis Carballido se dio el gusto de exclamar "¡Eureka!".
Carballido es el primer autor de un trabajo publicado en una reciente edición de la revista Historical Biology en el que identifica una nueva especie de saurópodo (esos dinosaurios herbívoros de cuello largo) cuyos huesos fósiles fueron hallados en Aguada del León, provincia de Neuquén. Su nombre científico: Comahuesaurus windhauseni.
"El que comenzó a juntar estos huesos fue el doctor [José] Bonaparte a principios de los años 90 -cuenta Carballido, cuyos coautores fueron Leonardo Salgado, Diego Pola, José Ignacio Canudo y Alberto Garrido-. Durante algún tiempo quedaron sin estudiar, hasta que, en 2005, el doctor Salgado (mi director de tesis) fue al mismo lugar, trajo más restos e hizo una breve descripción. Cuando los analizamos en detalle, vimos que tenían características que los diferenciaban de otros «rebaquisáuridos» [un grupo de saurópodos que vivió hace entre 130 y 86 millones de años]." El trabajo científico dio lugar a la tesis doctoral de Carballido.
Según explica, entre las particularidades del Comahuesaurus, una de las que más les llamaron la atención fue que las espinas de las vértebras cervicales, dorsales y caudales tenían dos o tres láminas accesorias no conocidas en otras especies; es decir, un sistema de laminación diferente del de cualquier otro de los saurópodos descriptos.
A pesar de que sólo pudieron recuperar un puñado de huesos, los paleontólogos suponen que el nuevo integrante de la familia duplicaba o triplicaba el tamaño de un elefante actual (medía alrededor de 15 metros de largo), que tenía las patas anteriores más cortas que las posteriores y que sus dientes anteriores podían funcionar "como una especie de tijera que iba paralela al ras del suelo".
Todo esto sugiere que, a diferencia de otros saurópodos, debía comer helechos y arbustos bajos. "Hace 120 millones de años, el clima de la Patagonia era mucho más húmedo y la vegetación, más abundante", apunta el investigador, que es oriundo de Mar del Plata, pero desde hace ocho años vive en Trelew.
Los científicos también tienen la hipótesis de que, para abastecer sus necesidades energéticas, estarían obligados a comer durante gran parte del día. "No podemos calcular cuántos kilos de vegetación ingerían porque todavía no estamos seguros de cómo era su metabolismo -explica-. Hace bastante comenzó a pensarse que los dinosaurios no eran de sangre «fría» [cambia según la temperatura del ambiente], pero tampoco de sangre «caliente», como los mamíferos. También se supone que por lo menos algunos se movían en manadas y que brindaban cuidado parental."