San Agustín, Santa Rosa de Calamuchita y Cañada de Álvarez fueron los tres puntos que reunieron el domingo a la vera del camino a los fanáticos del Dakar y a las familias de vacaciones, que resignaron horas de pileta y río para apostarse a ver el paso de una caravana de autos, cuadris, motos y camiones.


Muchos decidieron ubicarse el sábado en las zonas de espectadores. La apertura de algunos campos, pagando entre 100 y 200 pesos, permitió llegar a ocupar el lugar al lado del alambrado que permitía ver el paso de los vehículos y... casi tocarlos. Los primeros en llegar armaron sus gazebos y estacionaron sus unidades a gusto y los que fueron llegando después, terminaron de conformar la platea “tuerca”.

No faltaron las banderas de Ford y Chevrolet, grandes sombrillas para cubrirse algunos del sol y otros en cambio optaron por la onda playera. Malla, bermuda, remera o torso desnudo para que Febo se despachara a gusto, todo ello sazonado con el brillo de bronceadores y cremas y el efecto que produce la tierra en suspensión al pegarse sobre la piel. Por momentos, el tramo de carrera se pareció a una playa, pero el torrente no fue de aguas cristalinas o de manso mar, sino de tierra, la que levantaban los vehículos. Además, subió la temperatura, que cerca del mediodía superaba los 31 grados.


Unos 200 efectivos policiales de la departamental Córdoba, apoyados por Gendarmería, se ocuparon de brindar la custodia, tratando con amabilidad a cada persona que se acercó buscando consejos sobre dónde ubicarse. No faltaron los que aparecieron en forma “fantasmal” por algún sector prohibido y que fueron invitados a retirarse.


Allá viene...
El sector de espectadores estaba a unos 10 kilómetros de la partida y comprendía un tramo recto, con el público apostado a la derecha, una curva de 90 grados a la izquierda, otra recta de 300 metros y un salto luego, que con el paso de los vehículos, se transformó en un guadal.


No hubo tiempo para desayunar, directamente todos abrieron sus heladeras portátiles y aparecieron los sándwiches de fiambre, milanesas, acompañados por cervezas, jugos, agua y el infaltable fernet.


La aparición de la primera de moto (Cyril Despres), abrió el show... Las remeras al aire y los brazos en alto, algún bocinazo y hasta una bomba de estruendo que quedó de año nuevo, acompañaron el paso del francés.


El interés duró media hora y muchos empezaron a preguntar a qué hora pasaban los “cuadris” y cuánto faltaba para que llegaran los autos. Estos últimos llegaron envueltos en una nube de tierra, sumaron derrapes en las curvas y los poderosos motores de cinco litros dejaron un sonido sordo en el aire.


Los pasos de Nasser Al-Attiyah entre la caravana de los Mini, todos pintados distintos, pero dejando una imagen de solidez; del cordobés Federico Villagra, corrigiendo en plena curva, y el sonido entrecortado del motor del Buggy de Carlos Sainz, denotando alguna falla en su funcionamiento. Fue un domingo distinto, un domingo de Dakar.