Situaciones de estrés frecuentes y duraderas pueden tener consecuencias a largo plazo: pérdida de memoria, desequilibrios, depresión o propensión a la violencia. Además, aumenta el riesgo de infarto, se debilita el sistema inmunitario y aparece la fatiga crónica. Y especialmente cuando uno está al volante, el subidón de adrenalina puede tener consecuencias peligrosas.

“Quien está estresado no se concentra en la ruta y comete errores tomando una decisión equivocada o no viendo a otros coches”, alerta Sven Rademacher, del consejo de seguridad vial alemán (DVR).

El estrés no sólo se crea al conducir, sino que nace ya antes de subirse al auto. La prisa o el enfado se deja ver en la conducción. El atasco de la mañana o la duración del semáforo en rojo son siempre los mismos, pero el conductor se mostrará desenfrenado si se da cuenta de que está llegando tarde a una cita, por ejemplo.

Hay diversas posibilidades para compensar el malestar, como por ejemplo técnicas de respiración para calmarse, música relajante o un pensamiento positivo. Una velocidad sosegada, una buena planificación de la ruta, una buena gestión del tiempo, hacer pausas para descansar y un autocontrol crítico antes y durante el viaje son de mucha ayuda. También es importante un modo de conducir defensivo que perdone los errores de los demás.

Quien se de cuenta que de manera prolongada sus viajes en coche le causan estrés debe recurrir a la ayuda profesional. Existen seminarios dirigidos a distintos tipos de conductores, desde los normales hasta los de servicios de emergencias.

Si el estrés surge con otro conductor, el portavoz del DVR recomienda el diálogo interno: “En mi coche yo soy el jefe y no dejo que otros me fuercen a un comportamiento arriesgado”. Otra opción es la de distanciarse, siendo consciente de que la otra persona no merece la pena el disgusto. “Un buen conductor no pierde nunca la calma, controla sus emociones”, dice Rademacher.

“De ningún modo la conducción debe ser vista como una forma de acabar con el estrés, porque el ya existente se hace visible al volante y puede contagiar a otros”, agrega.

Entre los mayores factores de estrés está el tráfico para ir a trabajar, las prisas, el mal estado de las rutas y la alta velocidad. Salir un poco antes o un poco después puede evitar los atascos de las horas puntas. Compartir coche o recurrir al transporte público pueden ser una alternativa. Y quien tenga que ir con su propio coche debe acomodarse a la forma de conducir de los otros. “Seguro que ayuda ponerse en el lugar del otro. El que no ve como una provocación una maniobra del de delante conducirá más relajado”, asegura Rademacher.

Mantener la calma es lo más importante: tras un estresante día en la oficina o una pelea con la pareja o los hijos es mejor no ponerse al volante y respirar profundo. Una parada corta en un aparcamiento o un paseo para tomar el aire y algún ejercicio de estiramiento también ayudan a relajarse. (DPA)