Estas exposiciones navideñas iluminan las ciudades, rinden homenaje a tradiciones consagradas e infunden alegría a los lugares más transitados.
Durante las fiestas decembrinas, millones de luces centelleantes iluminan ciudades de todo el mundo, con decoraciones cada vez más elaboradas. En Estados Unidos se venden unos 150 millones de juegos al año. Últimamente, las ventas de luces de Navidad se han disparado.
Pero las fiestas no siempre fueron tan luminosas. Antes de que existieran las luces eléctricas, las velas iluminaban las celebraciones. Durante el siglo XVII, las familias alemanas ataban velas encendidas a sus árboles de Navidad para iluminar sus decoraciones artesanales. A pesar del peligro de incendio, esta práctica se extendió rápidamente por toda Europa y, más tarde, a Estados Unidos.
La costumbre se mantuvo prácticamente igual hasta 1882, cuando Edward Johnson, amigo y colega de Thomas Edison, vio un uso festivo para la bombilla que Edison había inventado tres años antes. Conectó a mano 80 luces rojas, blancas y azules y las enrolló alrededor de un árbol de Navidad en su casa de Nueva York.
Los espectadores acudían en masa a ver la llamativa exhibición, pero la práctica no se puso de moda de inmediato. Se desconfiaba mucho de la electricidad y las luces de temporada eran demasiado caras para convertirlas en una tradición navideña.
La práctica se popularizó entre las familias adineradas, cuando el presidente Grover Cleveland utilizó luces eléctricas para decorar el árbol de Navidad de la familia de la Casa Blanca en 1895.
Decenas de grandes almacenes utilizaron luces navideñas para animar sus escaparates navideños y atraer clientes. Aun así, en 1900, una guirnalda de luces costaba 12 dólares (unos 397 dólares actuales), lo que las hacía poco prácticas para el estadounidense medio.
No fue hasta la década de 1920 cuando estas brillantes decoraciones se convirtieron en un símbolo de la Navidad para las masas. Varias empresas fabricantes se fusionaron para formar la National Outfit Manufacturers Association, creando conjuntos asequibles que dominarían el mercado de las luces de temporada durante décadas.
El presidente Calvin Coolidge cimentó el uso de las luces navideñas con el primer encendido del árbol de Navidad nacional (con 3000 luces eléctricas) en 1923. En la década de 1930, una guirnalda de luces costaba 1.75 dólares (unos 29 dólares hoy en día), lo que las convirtió rápidamente en un fenómeno mundial.
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