De la violencia a la esperanza: Matías relata su historia de adopción
- 14/11/2024 10:28 hs
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Matías Peralta Proske, quien vivió una infancia marcada por la violencia en su hogar, relató cómo la adopción le permitió transformar su vida. En diálogo con Micrófono Abierto, compartió su experiencia de dolor, lucha y sanación. Reflexionó sobre la importancia de escuchar a los niños y cambiar las estructuras burocráticas que dificultan los procesos de adopción.
Matías Peralta Proske
Matías Peralta Proske tiene 23 años y, tras una infancia marcada por el abuso y la indiferencia de su familia biológica, logró sanar su pasado gracias a la adopción. Hoy, en conversación con la abogada y periodista, Mabel Sánchez relató su experiencia, las dificultades que enfrentó en el sistema de adopción y cómo, finalmente, encontró un hogar lleno de amor y contención.
“Mi vida en la casa de mi familia biológica no había nada, ni un destello de alegría o felicidad. Lo único que me mantenía en pie era patear la pelota con los chicos del barrio. Dentro de mi casa era un infierno”, contó Matías, al describir los años de abuso físico y emocional que vivió desde los cinco años. Su padre, quien ejercía la violencia de manera sistemática, y una madre que permanecía ausente, sin intervenir, fueron parte fundamental de su sufrimiento. “Mi mamá era como una planta, estaba ahí, pero no se movía ni cuando mi padre me golpeaba. No sentí nunca que se preocupaba por mí”, recordó.
La violencia física, según Matías, era ejercida principalmente sobre él. “Mis hermanas también sufrían, pero el que más la padecía era yo. Mi padre era muy manipulador y se veía como el jefe de la casa, nadie podía frenarlo”, explicó.
La situación llegó a un punto crítico cuando Matías y sus hermanas escondieron el celular de su padre como una broma. La reacción fue desmesurada: comenzó a quemar objetos y a destruir lo que encontraba.
“Provocó un incendio en el patio y ahí llegó la policía y los bomberos. Ese fue el día en que me separaron de mi familia biológica”, relató. Con solo cinco años, Matías ingresó a un hogar de acogida donde encontró seguridad, pero también enfrentó el dolor del cambio abrupto. “Sentí una calidez al estar lejos de mi padre, pero también estaba en shock. Todo ocurrió tan rápido que no sabía qué estaba pasando”, recordó.
Durante los años que pasó en el hogar, Matías deseaba con todo su corazón ser adoptado. “Desde que llegué al hogar, supe que era el lugar donde podía estar más seguro, pero siempre sentí la angustia de no saber si alguna vez encontraría una familia”, explicó. La burocracia del sistema y los prejuicios hacia los niños mayores dificultaban aún más la posibilidad de ser adoptado: “la gente prefiere adoptar niños pequeños. Los niños de 6 a 12 años quedan casi invisibles”, señaló Matías.
A pesar de todo, Matías nunca dejó de pedir una familia. “Cada vez que hablaba con un juez o un psicólogo, les pedía que me adoptaran. Los años pasaban y la cuenta regresiva para ser adoptado era cada vez más angustiante”, aseguró.
Una nueva oportunidad: el día en que Matías encontró a su mamá
Finalmente, a los 11 años, Matías fue adoptado por una mujer que, con el tiempo, se convirtió en su mamá. “Cuando me enteré de que mi mamá me iba a adoptar, fue un momento muy especial. Empecé a llamarla ‘mamá’ porque ya sentía que era mi mamá, aunque todavía no lo sabíamos oficialmente”, contó.
Esta adopción no fue solo una nueva oportunidad para Matías, sino también un paso crucial en su proceso de sanación.
En la actualidad, Matías reflexionó: “mi pasado no me determina, es algo que pude resignificar. Ya no me duele, lo veo como algo que viví y que me hace ser la persona que soy hoy”, explicó.
A pesar de la herida, Matías ha logrado cerrarla con ayuda de los psicólogos, su mamá y las familias recreativas que lo apoyaron durante su crecimiento. “La cicatriz está, pero la herida está cerrada. Puedo mirar hacia atrás sin que me duela”, dijo con serenidad.
Matías se ha convertido en un gran comunicador y defensor de los derechos de los niños en situaciones de adopción: “Los niños institucionalizados no somos invisibles, necesitamos ser escuchados. El sistema tiene que cambiar, tiene que ser más flexible, menos burocrático y, sobre todo, tiene que dar más oportunidades a los niños grandes”, señaló.
Es así, que, en su libro, Matías rompe los prejuicios sobre la adopción, y aboga por una mirada más comprensiva hacia los niños mayores, quienes también tienen derecho a encontrar un hogar.
Matías tiene claro el mensaje que quiere transmitir tanto a los niños, en hogares de acogida como a las familias que están considerando la adopción. “A los niños les diría que nunca pierdan la esperanza. Hay familias que los esperan, pero también hay que hacer un esfuerzo por ser vistos. A las familias les diría que no tengan miedo de adoptar a niños mayores, porque también necesitan amor y contención”, concluyó.